La Sieber
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La Ferretería Sieber es, quizás, el más antiguo de los comercios saltillenses sobrevivientes del siglo 19. Fundada en 1883, este año cumplirá 130 años de servir a la ciudad. En su "Anuario Coahuilense" de 1886, don Esteban L. Portillo ya la registra con la razón social Porth & Sieber, en la 1ª Calle de Zaragoza. Su fundador, don Clemente Sieber, de origen alemán, se asoció poco después con un coterráneo suyo, don Pablo Arturo Suess, originario de Dresden y cambió la razón social a Clemente Sieber y Cía. Parece que la que lleva en la actualidad, Ferretería Sieber, la ha conservado desde 1935, fecha en que murió don Pablo Suess y se hizo cargo del negocio su hijo Eduardo, una persona muy querida en la ciudad.
Cuando otros negocios fuertes y de gran tradición para el comercio saltillense han abandonado el centro de la ciudad o han cerrado sus puertas, la Ferretería Sieber se levanta como ejemplo de constancia y tesón. No sólo se ha mantenido en pie, también ha demostrado su fortaleza. Hace algunos años se amplió físicamente al adquirir el patio trasero de la Casa Purcell que daba a la calle de Zaragoza frente al local de la ferretería y lo habilitó como estacionamiento, y en 2004 anexó a su piso de ventas, ya de por sí muy grande, el local contiguo de la Librería Martínez, cuando ésta cerró definitivamente sus puertas.
Ahora, la Sieber emprende un gran proyecto de remodelación de su fachada para darle uniformidad a sus dos locales, con la finalidad de convertirlos en uno solo. Con esta intervención y por lo que se ve hasta ahora, el edificio, que ocupa la mitad o más de la cuadra, lucirá imponente, con una hermosa fachada de ladrillo y cantera, más en concordancia con el Palacio de Gobierno y los edificios restaurados en los alrededores.
Pareciera contradicción. Fundado por alemanes, el negocio de la Sieber se ha distinguido a lo largo de su historia por ser netamente saltillense. Don Pablo Suess se estableció en Saltillo y contrajo matrimonio con Elenita Moore Narro. A su muerte, le sucedió en el negocio su hijo Eduardo, distinguido filántropo, quien junto a su esposa, Angelina Valdés, saltillense también, hizo a lo largo de su vida una gran labor social en la ciudad. Los dueños posteriores han sabido conservar ese espíritu que animaba a los antiguos propietarios, y trabajan también embelleciendo el edificio y haciendo mejor la antigua calle del Comercio, hoy Zaragoza, en donde ha estado ubicada siempre la ferretería.
Ferretería es un decir. La Sieber es mucho más que eso, y eso que decir "ferretería" es decir bastante. Además de los incontables artículos que vende ese tipo de negocio, la Sieber ofrece también refrigeradores, estufas, hornos de microondas, licuadoras, candiles lámparas y todo lo que pueda imaginarse para las cocinas y las mesas de las amas de casa y para los negocios del ramo alimenticio: artículos de peltre, aluminio, acero, plástico, cristal, melanina, moldes de panadería, básculas y un etcétera muy largo.
Muchas cosas debe guardar en su historia la Ferretería Sieber, como el incendio que sufrió en 1914, por ejemplo. Los saltillenses guardamos también recuerdos entrañables de ese comercio, como cuando vendía juguetes en épocas navideñas y sus aparadores se transformaban en un mundo de fantasía para los niños. Allí podíamos ver, con los ojos tan abiertos por el asombro que casi se nos salían de las órbitas, todo lo que nuestras cabecitas infantiles podían imaginar: un tren eléctrico a escala y con luces dando vueltas infinitas sobre las vías, los mecanos para armar, los carritos de cuerda, las casas de muñecas, las pelotas, las raquetas, los patines, los trastecitos y tantas cosas más que en la Nochebuena aparecían milagrosamente junto al pino de nuestra casa. Recuerdos imposibles de borrar.
edsota@yahoo.com.mx