Desorden

Opinión
/ 2 octubre 2015

Un peso fuerte implica menos exportaciones y más importaciones, o en general, más salida de dinero en la cuenta corriente.

La presión que está provocando el ingreso de capital extranjero ya es un motivo de preocupación. Porque eso de tener el dólar a 12 pesos, aunque usted no lo crea, no es buena noticia.

Precisamente a inicios de marzo, el Banco de México decidió bajar su tasa de interés, para reducir un poco la atracción que México mostraba. Puesto que las cosas están bien en términos financieros en nuestro país, una tasa de más de 4% anual, frente al prácticamente cero que paga el gobierno de Estados Unidos, resulta algo muy atractivo. Y durante 2012 llegaron a México 80 mil millones de dólares para aprovechar ese rendimiento, frente a 40 mil el año anterior. Es tan grande la llegada de dinero que el peso, que oscilaba entre 13 y 14 durante 2012 ahora está muy por debajo de eso.

Y un peso fuerte implica menos exportaciones y más importaciones, o en general, más salida de dinero en la cuenta corriente. En los últimos dos años, el saldo en este renglón ha sido ligeramente negativo, -0.8% del PIB. El comportamiento de los flujos de inversión extranjera "de cartera" y del peso indican que este déficit debe estar creciendo. No estamos en zona de riesgo, por eso no hay que preocuparse demasiado. Sin embargo, ese incremento del déficit en cuenta corriente implica que la relación entre el ahorro interno y la inversión se está moviendo. El saldo en la cuenta corriente es exactamente igual a la diferencia entre ahorro privado e inversión, de forma que un mayor déficit en cuenta corriente significa una mayor diferencia entre el ahorro privado y la inversión, a favor de ésta.

Eso puede ocurrir por dos caminos: o se reduce el ahorro interno o crece la inversión. Y el resultado de estas dos posibilidades es diferente. Por ejemplo, entre 1990 y 1993 entró muchísimo dinero a México por inversión de cartera, este dinero adicional no se convirtió en más inversión, sino en menor ahorro interno, o lo que es lo mismo, en más consumo de los mexicanos. Dicho más fácil, nos comimos los dólares que venían, y nos los comimos en forma de importaciones: dulces y chocolates, ropa y calzado, electrodomésticos y lo que usted quiera. Cuando, en 1994, el terror político provocó que los que habían traído sus dólares los quisieran de regreso, resultó que ya no los teníamos. Por eso la crisis de 1995.
Pero no necesariamente debe ocurrir así. Hubo otro momento en que hicimos las cosas diferente. Entre 1977 y 1981 tuvimos también un gran déficit en la cuenta corriente, es decir un gran desequilibrio entre ahorro interno e inversión. Pero en esa ocasión no fue porque el ahorro interno cayese, sino porque la inversión fue grandísima. Pero fue inversión hecha con criterios políticos, cuando tuvimos suerte, y con las patas, cuando no tuvimos tanta. El resultado, no me lo va a creer, fue el mismo que en 1995: una gravísima crisis.

Cuando el desequilibrio de la cuenta corriente en México supera el 5% del PIB, no hay salvación. Pero, le decía, estamos lejos de eso. Sin embargo, el comportamiento financiero de los últimos meses debe ser motivo de preocupación. No de alarma, pero sí de preocupación.

Ahora bien, parte del problema más reciente (es decir, en las últimas dos semanas) se lo debemos al Banco de Japón, que está intentando reactivar la economía de ese país. Allá en Japón llevan ya buen rato con una tasa de referencia de prácticamente cero, de forma que ya no se puede bajar. Pero, siguiendo el estilo "moderno" de la Reserva Federal de Estados Unidos, decidieron meter dinero en circulación en cantidades industriales. Anunciaron a inicios de mes que van a meter el equivalente de 50 mil millones de dólares mensuales en compra de bonos. Esto es más o menos lo mismo que hace la Reserva Federal desde hace unos meses, pero en una economía que es tres veces menor.

El impacto fue inmediato: del día del anuncio al fin de la semana pasada, el yen pasó de 93 a prácticamente 100 por dólar, un ajuste de 6.6%. Y eso provocó que en México el efecto fuera el contrario, pasamos de 12.30 a 12 pesos por dólar en ese mismo lapso. Y aunque el jefe de la Reserva Federal, Ben Bernanke, dijo una semana antes de la decisión del Banco de Japón que no estamos viviendo una guerra de divisas, lo que estamos viendo se le parece mucho.

En los últimos dos días, viernes y lunes, el peso ha regresado un poco, y estamos nuevamente en las cercanías de los 12.20 por dólar. Sin embargo, la tendencia para los próximos meses parece ser a la revaluación, más lenta o más rápida, de nuestra moneda. Esta tendencia ocurre, decíamos, porque las cosas no están mal en México en materia financiera, y porque el resto del mundo está muy desordenado. Sin embargo, la llegada de muchos miles de millones de dólares a nuestro país no es una buena noticia. Un exceso de ahorro externo nos hace menos competitivos en el exterior, hace que importemos de más, y cuando se vaya, porque eso siempre acaba ocurriendo, nos provoca serias dificultades.

Para evitarlo, el Banco de México puede reducir su tasa de interés nuevamente, y en el extremo, puede imponer algún mecanismo para evitar que llegue demasiado dinero. Esto último no es, en lo general, una buena idea, pero en ciertos momentos puede convertirse en la única posibilidad. Antes de que eso pase, sería mejor irle bajando a la tasa de interés un poco más. No parece que la inflación sea hoy un riesgo demasiado alto, pero ya nos dirá el Banco de México que opina.

COMENTARIOS

TEMAS
NUESTRO CONTENIDO PREMIUM