Campeón con amígdalas

Opinión
/ 2 octubre 2015

Se pensaba que la final de la Champions iba a robar cámara por la espectacularidad que los equipos alemanes mostraron en las semifinales ante Real Madrid y Barcelona, pero la agradable sorpresa fue que disfrutamos más viendo una gran final del fútbol mexicano. Una que dejará historia

Hubo mucha intensidad, nerviosismo, pasión, incertidumbre, emoción y todos los ingredientes de una gran final que parecía haber sido escrita y dirigida por los productores de las telenovelas de Televisa.

Y así se fue desarrollando, con dos equipos con diferentes planteamientos, tácticas y estrategias. América y Cruz Azul querían imponerse.

El primer incidente que creíamos iba a perjudicar el desarrollo del partido fue la expulsión a Jesús Molina al minuto 14; se pensaba que el América se iba a descomponer, sobre todo después de haber recibido el primer gol (y segundo en el global) al minuto 20. Pero nada de eso: las Aguilas se posicionaron mejor en la cancha a partir de ese momento y, con un hombre menos, le plantaron cara a los azules el resto del partido, que fue muchísimo tiempo.

Jamás se notó que Cruz Azul tenía un hombre de más.

La Máquina no supo aprovechar la ventaja que en el fútbol moderno se desarrolla, especialmente en el aspecto físico; los azulcrema estaban mentalmente mejor preparados que los cruzazulinos, que dieron muestras de cansancio y nunca demostraron en la cancha lo que tenía que haber sido una constante presión tras la expulsión de Molina.

Es de admirar la actitud de todos los jugadores del América y de su entrenador, quienes nunca se dieron por vencidos, hasta que les llegó el premio a todo ese sacrificio, con un gol heroico en el último tiro de esquina del tiempo regular, gracias a un remate de cabeza del portero Moisés Muñoz, en una posición un tanto descompuesta, pero con mucha determinación. Eso permitió que el desvío de Alejandro Castro a un remate que al parecer iba hacia afuera y fácil de controlar para Jesús Corona, se colara a la portería cementera.

Moisés y el resto del americanismo festejaron el gol como si ya hubiesen salido campeones. No me extrañó tal celebración, porque con la motivación que les daba esa milagrosa anotación, estaban seguros que iban a serlo. Y así fue.

Vinieron los emocionantes penaltis, que siempre tienen una dosis de nerviosismo y drama, de confianza y desconfianza, según el caso. Y así sucedió. Algo normal: los dos primeros cobros de cada bando (fallados por Cruz Azul y anotados por el América) inclinaron la balanza hacia el lado amarillo, y con el penalti anotado por Miguel Layún se concretó la hombrada.

Ese fue el epílogo de esta telenovela... perdón, de este partido, que ha tenido tanta audiencia y resonancia internacional por la manera en la que el América ha obtenido este título, el número 11 de Liga para las Aguilas en su historia.

La Máquina se queda estacionada con ocho títulos de Liga desde hace ya un buen rato. Estamos hablando de 31 torneos cortos en 15 años, muchísimo tiempo para esta institución y que además ha llegado a varias finales.

Parece que cargan con una maldición.

¡Que te lo digo yo!

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