Hacia una democracia económica

Opinión
/ 2 octubre 2015

Una democracia económica permitirá no solamente mejores estándares de vida, sino que permitirá abrir espacios para el desarrollo cultural, para el aprendizaje, para la recreación y para la convivencia social más armónica

La democracia económica debe entenderse como generación de condiciones para la liberación del potencial emprendedor de México; como la garantía a la libre concurrencia de las capacidades individuales en los mercados para que todos los que quieran y hagan su aporte al crecimiento y a su propio bienestar; y como una apertura de espacios para la competencia y la creatividad, donde todos tengamos oportunidades. Es en cierta forma, restaurar el aliento emprendedor de los particulares, lo cual conlleva la responsabilidad de ser los agentes activos que participan en el crecimiento del país.

Cuando el interés nacional está por encima de las diferencias, es cuando surgen las oportunidades de las grandes reformas. El eje o la visión de las transformaciones económicas que requiere el país no pueden centrarse solamente en el impacto que pueda tener en los representantes de los grandes grupos económicos y sus conflictos. Sin negar su relevancia, un enfoque solamente en las grandes corporaciones constituye una distracción en el propósito de involucrar al mayor número de emprendedores en la generación de riqueza. La focalización debe estar en librar las barreras a una mayor competencia, a un mejor acceso al crédito y a la apertura de diversos sectores, bajo reglas que permitan a todos participar en diferentes segmentos de la actividad económica y cambios institucionales que generen certidumbre.

La democracia económica implica reglas claras, estables, que otorguen certeza jurídica e instituciones fortalecidas que las salvaguarden y actúen acorde a tales principios.

Las grandes reformas en curso no deben ser para pretender una igualdad en la pobreza, sino una igualdad de oportunidades para lograr mejores niveles de desarrollo y eliminar privilegios. Se debe impulsar el crecimiento económico con una más alta productividad, para que más mexicanos obtengan una mayor participación en un mayor nivel de producto nacional.

Las reformas laboral, educativa, en telecomunicaciones y financiera, así como las previstas en materia fiscal y energética, que han eliminado paulatinamente los privilegios de segmentos reducidos de la población y generado un espectro de mayores oportunidades para los demás, muestran una nueva visión de país, donde se busca combatir la dolorosa realidad de 56 por ciento de mexicanos con algún tipo de pobreza e incrementado el tamaño de la clase media, lo cual permitirá mejorar el ingreso, el consumo, la inversión y en suma la calidad de vida de los ciudadanos.

La democracia económica busca liberar la iniciativa de los mexicanos por medio de la igualdad en oportunidades y su participación soportada en un entorno de estabilidad institucional que garantice el entorno necesario para la inversión en sus diversas formas independientemente del tamaño, desde la inversión en capital humano hasta la inversión en innovación tecnológica. La democracia económica es participativa y por ello procura la transparencia de las instituciones en sus relaciones con los agentes promotores del cambio económico, aquellos que toman el riesgo y comprometen recursos y esfuerzo.

Con la consolidación de las grandes transformaciones, el Estado retomará su rol de dirección en una estrategia económica más democrática, sin asfixiar a los sectores privado y social. El Estado pasará de una administración de la desigualdad, a un impulsor de los cambios necesarios para fortalecer el ingreso y la calidad de vida de un mayor número de mexicanos.

Una democracia económica permitirá no solamente mejores estándares de vida, sino que permitirá abrir espacios para el desarrollo cultural, para el aprendizaje, para la recreación y para la convivencia social más armónica.

Para medir la consolidación de una verdadera democracia económica se debe tener en cuenta que en las actividades productivas puedan participar, con reglas claras y bajos costos de entrada, todos los que tengan la voluntad, la energía y el talento, sin discriminación.

Por otra parte, la política de reformas debe tener propósitos concretos como alentar el crecimiento de una clase media participativa, innovadora, emprendedora, capaz de alcanzar metas y objetivos en beneficio de miles de jóvenes. Este entorno permitirá que esta nueva clase media pueda aspirar a tener mejores empleos con mayores niveles de ingreso. Igualmente, disminuir la pobreza es impostergable, acompañándolas con políticas para incorporar a esos sectores al trabajo productivo.

En síntesis, la democracia económica se construye con grandes y pequeñas reformas, no sólo reconoce las deudas o pasivos sociales que se han acumulado, además tiene como objeto el extraer de la marginación, sea educativa, sea económica y de oportunidades, a todo aquellos grupos sociales y se integren a los beneficios de la concurrencia en los mercados, sabiendo que ninguna decisión centralizada es superior que la libre decisión de la población ante un entorno de alternativas, con certeza y la salvaguarda de las libertades económicas que otorga un Estado responsable.



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