Mancera paga
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A las 7:15 de la mañana del pasado domingo, Miguel Angel Mancera, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, tomó una pistola y lanzó un disparo desde el Hemiciclo a Juárez de la capital nacional.
Unos minutos antes lo habían abucheado dos veces. Ante más de quince mil personas los maestros de ceremonias anunciaron su nombre en la salida del XXXI Maratón de la Ciudad de México y la respuesta de los atletas fue de repudio al mandatario, segundos antes del disparo que los puso a correr 42 kilómetros.
Durante toda la semana, y marcadamente el viernes con su intento de tomar el aeropuerto metropolitano, los maestros sindicalizados de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación desquiciaron la ciudad y los policías de Mancera los observaron pacientes mientras el clamor de la mayoría de la gente pedía desalojarlos usando la fuerza pública, no matar ni herir a nadie, con una operación policiaca antimotines eficaz, como sucede en los países más democráticos, incluso gobernados por la izquierda.
A Mancera le ha llovido. Se le culpa de tibio frente al caos. Si bien es su responsabilidad mantener un DF viable, el jefe de Gobierno está lejos de ser el principal culpable de que las cosas hayan llegado hasta donde están con la CNTE.
Pongo primero en la lista de los responsables al gobernador de Oaxaca, Gabino Cué. La CNTE lo tiene domesticado: los maestros no van a clases y Gabino les da un bono, los maestros marchan y Gabino les sigue pagando, los maestros quieren manifestarse en el DF y Gabino financia los autobuses. La educación de Oaxaca está bajo control de la CNTE y es uno de los estados con peor nivel académico, pero Gabino no los toca.
Tampoco se puede dejar de señalar el trato privilegiado que el gobierno federal ha dispensado hasta ahora a la CNTE. Frente a violencia, mesas de diálogo. Frente a secuestradores vinculados a la CNTE, el gobierno tratando de no hablar del tema. Frente a marchas, los líderes del Congreso a su disposición. Frente a bloqueos, cita con el secretario de Gobernación.
Varios de los dirigentes sindicales de la CNTE tienen un historial que les merecería ocupar la celda contigua a la de su archirrival Elba Esther Gordillo. La CNTE ha ido mucho más allá en su desafío al Estado de lo que alcanzó a hacer Gordillo. Lo de ella fue un justo y bien ganado golpe. ¿A la CNTE no la tocan?
Cortarles el financiamiento, contener sus afectaciones a terceros y proceder contra sus líderes abyectos podría ser una salida que ubique a la CNTE en su lugar, tome en cuenta sus demandas razonables (que el examen de maestros comprenda la situación económica y alimentaria de los alumnos, así como las instalaciones escolares, que los maestros en funciones no sean despedidos porque eso violaría sus derechos adquiridos, que se invierta más en educación) y desprecie las que sólo buscan mantener sus privilegios (heredar plazas, no ser examinados, no rendir cuentas sobre el dinero que les llega, derogar la reforma educativa).
De otra forma sólo se llega a una conclusión: a la CNTE le tienen miedo.