El comercio no es política industrial

Opinión
/ 2 octubre 2015

Malas estrategias someten a las empresas a una competencia desigual y en algunos casos hasta desleal

MEXICO, D.F.- La puesta en marcha de tratados comerciales no es política industrial. El comercio internacional puede favorecer el crecimiento, sin embargo ello sólo ocurre cuando las exportaciones superan a las importaciones. Si además se tiene una dependencia en la compra de insumos intermedios, de maquinaria y equipo extranjeros, las ventajas de la apertura comercial se diluyen.

Debe agregarse que los beneficios del comercio exterior no deben quedar circunscritos a una pequeña esfera de empresas y regiones, su impacto tiene que llegar a toda la economía. Con ello un número amplio de empresas se convierte en proveedoras de las abocadas a la exportación, y otras dedicadas al mercado interno reciben el beneficio del crecimiento. Si las inversiones que inicialmente llegan a las empresas exportadoras también se dirige a las enfocadas al mercado interno, entonces se tendrán aumentos en la productividad y competitividad nacional. Así es cuando la apertura comercial comienza a tener éxito, sin embargo aún existen dos elementos adicionales: los efectos positivos del sector exportador también deben propiciar mejoras salariales, y con ello fortalecer a la economía doméstica. Además, para que el comercio internacional termine por beneficiar a toda la economía, hay otro aspecto que debe enfatizarse: el éxito de la apertura también descansa en tener un sector industrial productivo y altamente competitivo.

La apertura no propicia crecimiento económico si lo descrito no ocurre, y eso es uno de los problemas estructurales de México. La estrategia de crecer en función de las exportaciones solamente constituye un mecanismo para que los bienes que se producen en un país tengan las mejores condiciones comerciales a nivel internacional para enfrentar a la competencia.

Cuando un país como México ha enfrentado un proceso de desindustrialización, provocado por la ausencia de una estrategia de política industrial es complicado pensar en que la simple apertura comercial terminará por generar un crecimiento económico sustancial. La mejor muestra de lo anterior se encuentra en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y en la serie de acuerdos que nuestro país ha firmado con casi todas las naciones importantes del mundo.

Los beneficios del TLCAN se concentraron en pocas empresas y regiones del país, prácticamente toda la zona del sur y sureste se encuentra fuera de la dinámica industrial que se potenció durante los primeros años del tratado. Además, aún aquellos que recibieron un impulso positivo durante los primeros años del TLCAN hoy se ven limitados por la carencia de una política industrial que profundice los elementos positivos de la apertura.

Precios altos de energéticos, una política fiscal inadecuada, inseguridad, falta de financiamiento, escaso desarrollo tecnológico propio, dependencia de insumos extranjeros, ausencia de nuevas zonas de desarrollo, pocas empresas de alto valor agregado, un sistema educativo deficiente, son sólo algunos de los problemas que la industria ha debido enfrentar, ello sin contar con la corrupción y burocracia.

Los tratados no reemplazan a la política industrial, por el contrario, malas estrategias someten a las empresas nacionales a una competencia desigual y en algunos casos hasta desleal, como es el caso de la proveniente de China. El tipo de cambio subvaluado del país asiático, los subsidios y facilidades que ha otorgado durante las décadas previas, la carencia de un ley laboral que proteja a sus trabajadores y una limitada preocupación por los efectos ambientales negativos de su actividad industrial son parte del ejemplo.

Las autoridades deben ocuparse por ir a fondo en el diseño de nuevas estrategias de política industrial, y recordar con la apertura comercial es un mecanismo pero que el valor agregado y productividad se encuentra en la industria.

*Director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey.

José Luis de la Cruz Gallegos*

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