Maestros: no basta tener la razón

Opinión
/ 2 octubre 2015
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El éxito en la política reside en un juego de sumas, no de restas. Y la CNTE jugó a las restas.

No sé si los maestros de la CNTE tienen la razón, o parte de ella, en su impugnación de las leyes sobre el magisterio recién aprobadas. Defienden prebendas gremiales, algunas a favor de una mejor educación y otras no tanto. Por lo general, me parece que la expresión en la calle o "de la calle" para cuestionar actos de la autoridad es sana; evita que la sociedad termine siendo rehén de diputados y burócratas que negocian el destino de todos a partir de acuerdos de cúpula.

Pero el caos que desencadenó la CNTE en la Ciudad de México demuestra que en política no basta tener la razón (asumiendo, sin conceder, que la tuvieran en esta ocasión).  El éxito en la política reside en un juego de sumas, no de restas. Y la CNTE jugó a las restas. Se puede tener la razón, pero se necesita convencer para vencer.

No cuestiono su plantón en el Zócalo a lo largo de varias semanas. Nos guste o no, es el escenario en el que se desenvuelve nuestra vida pública, tanto para actos de la autoridad como de los ciudadanos. Los tendidos de plásticos nunca son bonitos, pero es más bonito tener una comunidad viva.

Lo que no tiene nada de bonito fue la estrategia de la CNTE de ahorcar vialidades importantes de la ciudad mediante bloqueos en vías claves (Periférico, Constituyentes, Reforma, etc.). Condenó a cientos de miles de ciudadanos a convertirse en instrumento de chantaje político en contra de su voluntad.  Fue el mecanismo que los maestros utilizaron para presionar a las autoridades, pero con cargo a terceros. Una manera muy eficaz de preocupar a los gobernantes, aunque también de enajenarse el favor de la opinión pública, incluyendo sectores potencialmente aliados.

Y en política la soberbia castiga. Como también fue una soberbia no permitir a López Obrador utilizar el Zócalo el 8 de septiembre para su protesta en contra de la reforma energética. Ni siquiera necesitaban levantar por completo su plantón. Se trataba de un aliado estratégico al que trataron con arrogancia y falta de miras. 

Con frecuencia he encontrado esta cerrazón contraproducente en activistas sociales y en líderes de movimientos populares. Están convencidos de que les asiste la razón y consideran que el valor moral de sus causas justifica cualquier mal menor; en este caso afectar la vida de millones de capitalinos. Como si la ética que entraña sus reivindicaciones (los derechos de los maestros) les eximiera de otras consideraciones éticas (el derecho de los ciudadanos a transitar).

Durante su estancia en la capital, los maestros tendrían que haber hecho una labor pedagógica con los ciudadanos para mostrar las razones de su movilización. Explicar que no sólo defienden prebendas del magisterio sino que también protestan por las incongruencias de una ley improvisada y llena de parches. Yo tuve que leer en textos de especialistas las inconsistencias del proyecto de ley presentado por el Ejecutivo y las implicaciones que eso tendría en la calidad de la educación. La CNTE hizo muy pocos esfuerzos para explicarlas.

Los movimientos sociales populares tendrán éxito sólo en la medida en que aprendan estrategias democráticas: apelar a otros sectores sociales, influir en la opinión pública, mostrar valores morales superiores a su adversario. Con lo anterior no quiero pecar de ingenuidad. No es fácil influir en la opinión pública cuando los poderes factuales tienen a su favor la maquinaria mediática. Y desde luego, estamos muy lejos de vivir bajo reglas democráticas.

Pero esta alternativa es mejor que apostar a la confrontación ciega y al desprecio de cualquier otro derecho que no sea el propio. Por esa vía obtusa al final se encontrará una respuesta autoritaria y, peor aún, será avalada por la opinión pública contraria a los abusos de los manifestantes por la nula incomprensión de las causas que defienden.

Hoy tendría que haber muchos ciudadanos indignados por el desalojo de los maestros. Pero no es así. Observo a muchos capitalinos contentos de recuperar el Zócalo para la verbena del 15 y el desfile del 16 de septiembre. Y muchos más abrigando la esperanza de que ese desalojo signifique que ya no habrá más colapsos vehiculares por las marchas de la CNTE en los próximos días.

La única defensa que posee un movimiento popular para evitar ser barrido por el Estado es la factura política que tal represión desencadena. Y esa factura política se eleva concitando la empatía de la opinión pública nacional e internacional. La CNTE hizo todo lo necesario para unir esa opinión pública en su contra. Una mala lección de los maestros.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net 

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