Un líder con cara de niño

Opinión
/ 2 octubre 2015

El rostro de Ricardo Anaya escondió, sin estar oculto, el palmarés de un político en ascendencia

En medio del choque por el control del PAN, la fuerza del líder nacional del partido, Gustavo Madero, le dio el músculo para imponer al grupo del senador Ernesto Cordero a uno de los suyos en la presidencia del Congreso. Sería por sólo seis meses -decisión salomónica-, pero el periodo abarcaría la parte crítica de las reformas políticas y económicas que le permitieran a Madero negociar, presionar e incluso chantajear al presidente Enrique Peña Nieto, para consolidar su posición. El problema que se vio durante la dura negociación panista en agosto, era a quién quería Madero: Ricardo Anaya.

Queretano de 34 años, Anaya causó muchas sonrisas cuando asumió la presidencia en San Lázaro. Académicamente era un nerd -licenciado, maestro y doctor a su edad, con mención honorífica en todos sus grados y un promedio excepcional de 9.97- que, además, tiene una cara de niño. En un partido donde el promedio de edad es de 52 años y con largos años de fogueo, ¿cómo alguien tan joven podía dirigir una cámara donde cohabitaban algunas de las figuras con más experiencia legislativa de todos los partidos? ¿Cómo conciliar intereses y presiones de los partidos cuando las reformas que venían los iban a enfrentar y partir por la mitad? ¿Quién era ese político que se veía frágil, sin personalidad ni experiencia?

En su pugna interna, Madero lo había preferido a él frente a un político fogueado, aunque en el bando azul contrario, como José González Morfín. ¿Estaba tan débil el líder del partido que se quedó sin cuadros? "Nos fuimos con la finta", reconoce ahora uno de los asesores principales de una de las figuras más reconocidas dentro del Congreso. "Nos ha sorprendido al no ser el ingenuo e incapaz que pensábamos solamente al verlo". Una diputada priísta, que ha vivido de cerca de varios de los hombres del poder, recuerda que el primer día de Anaya en el Congreso, el primero de septiembre, le temblaba un poco la voz y se le veía nervioso. "Pero le duró muy poco", dijo. "Al día siguiente ya no mostraba ninguna duda".

La cara de niño de Anaya escondió, sin estar oculto, el palmarés de un político en ascendencia. Cuando llegó el momento de que el PAN propusiera a su candidato para presidir el Congreso, el grupo de Cordero propuso a González Morfín, que venía del Senado donde había trabajado junto con el líder del PRI, Manlio Fabio Beltrones, y había presidido esa cámara con distinción. Los diputados cercanos a Cordero querían impedir la llegada de Anaya no sólo por la disputa inmediata en San Lázaro, sino porque también estaban definiendo las cartas para la futura candidatura al gobierno de Querétaro, donde el corderista Francisco Domínguez, actualmente en el Senado, es su apuesta.

Anaya no puede ocultar que tiene Querétaro en su horizonte. Es un político pragmático que ha dado muestras de oficio para entender cómo moverse dentro de su partido. Cuando Francisco Garrido Patrón ganó la gubernatura de su estado, se convirtió en su secretario particular, lo que no le impidió en la campaña por la precandidatura presidencial en 2006, jugar abiertamente por Santiago Creel. Al resultar Felipe Calderón, rápidamente volvió a ajustar su hoja de ruta al poder, y entró a cuidarse las heridas como diputado local y coordinador de la bancada, hasta que en 2011 logró que lo nombraran subsecretario de Turismo con la ayuda de sus nuevos aliados en el calderonismo.

La fuente de ese respaldo la encontró en 2010, cuando hizo campaña a favor del entonces secretario particular de Calderón, Roberto Gil, cuando compitió contra Madero por la presidencia del PAN. La red de protección que traía Anaya en Los Pinos y desde Querétaro, le permitió entrar como diputado plurinominal en la actual legislatura. Pero Anaya no era sólo lo que se veía desde el Distrito Federal.

En Querétaro coordinó la campaña de Manuel González Valle para la gubernatura, que finalmente perdió en 2009 ante el priísta José Calzada. Pero en el proceso afianzó su poder dentro del PAN estatal, donde colocó a su dirigente José Báez. La red política que tejió en Querétaro le permitió construir puentes y barreras para hacerlo indispensable en el contexto de la política nacional, mediante la utilización de formas heterodoxas, recuerdan sus críticos dentro del partido.

En Querétaro lo acusaron de utilizar recursos del partido para beneficios personales, aunque lo que se le ha documentado es el uso de dinero pero no para beneficiarse él, sino para candidatos del PAN. El más notorio fue la multa al partido por haberse excedido 6.2 millones de pesos en la campaña electoral de González Valle, que él coordinó, y el descubrimiento -sin consecuencias- de donadores a la campaña que resultaron falsos. No mucho más, ciertamente.

El pasado de Anaya y sus vaivenes pragmáticos fueron superados cuando, durante la actual legislatura, respaldó al coordinador del PAN en el Congreso, Luis Alberto Villarreal, quien en el momento de la definición sobre la nueva presidencia en San Lázaro, junto con Jorge Villalobos, el vicecoordinador de los panistas y operador Madero en San Lázaro, lo prepararon para el nuevo cargo. Durante el receso, lo enviaron como vicecoordinador a la Comisión Permanente donde mostró ante legisladores de otros partidos que su presencia juvenil sólo era cosmética.

La manera como actuó, deliberó y negoció durante el receso eliminó los posibles bloqueos que pudiera encontrar de los otros partidos para presidir el Congreso, al volver invisible su presencia física. De acuerdo con varios diputados, no se equivocaron. Anaya, agregaron, resultó un político que aprende rápido y con talento. Pero además, ha dejado ver una proclividad a buscar siempre los consensos.

En el actual debate encendido por la Reforma Hacendaria y Fiscal, dentro de la Cámara de Diputados se procesaron los dos paquetes sin batallas campales. En el Senado, se vive la guerra. No son sólo la manera como trabajan los grupos parlamentarios, sino cómo se coordinan los trabajos desde la presidencia de las cámaras. Sus colegas de la oposición reconocen su esfuerzo a no polarizar la relación interna y mantenerse imparcial en sus decisiones. Son puntos para Anaya, indiscutiblemente, y para su futuro en 2015.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa




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