Time: ¿otro Mexicos moment?
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Por más reformas que se anuncien, su demorado aterrizaje las convierten, hasta ahora, en mera retórica para la gente de a pie.
La portada de la revista Time dedicada a Enrique Peña Nieto con el sugerente título Saving México que circula esta semana es un golpe de fortuna para el equipo de la presidencia. Reitera el aplauso internacional que recibió hace unas semanas durante su presentación en Davos, Suiza, donde fue presentado como el valiente modernizador que sacará a nuestro país de su anacrónico pasado.
Y digo que cayó en Los Pinos como billete de la lotería porque ayudará a compensar un dato que provoca insomnio y desasosiego, y con razón: los niveles de popularidad de Peña Nieto son bajos, peor aún, son inferiores a los de Felipe Calderón a estas alturas del sexenio. Y si consideramos cómo terminó el panista su período (entregando el poder a la oposición), el tema es, en efecto, para quitar el sueño. A partir de diciembre pasado, las distintas casas encuestadoras comenzaron a registrar que el porcentaje de mexicanos que desaprueba la gestión del Ejecutivo es mayor al de aquellos que la aprueban.
Extraño contraste de visiones: aplauso internacional, desaprobación local. Los elogios del exterior tienen que ver con las reformas económicas impulsadas por Peña Nieto y las expectativas que ello provoca de una mayor apertura de México a los mercados internacionales, particularmente en materia energética. La reforma educativa y la de telecomunicaciones que podrían romper el imperio de impunidad de sus respectivos monopolios (SNTE y Televisa/Telmex,) también han sido revisadas con interés por los observadores extranjeros.
Pero hasta ahora eso afecta poco o nada la calidad de la vida cotidiana de millones de mexicanos. Por más reformas que se anuncien, la ausencia de las leyes secundarias y su demorado aterrizaje las convierten, hasta ahora, en mera retórica para la gente de a pie. Lo que sí ha impacto, en cambio, es el efecto de la reforma fiscal en el bolsillo de la economía popular. Desde el incremento de precios a la comida chatarra y a la consuetudinaria Coca-Cola, hasta las nuevas exigencias fiscales que convierten a la contabilidad de la clase media en una pesadilla adicional.
En otras palabras, lo que para los mercados internacionales puede ser un segundo momentum mexicano, para los habitantes del País es un estado de cosas desesperanzador. Los dos principales problemas, la inseguridad pública y la situación económica de las familias, siguen tan oprobiosos como siempre. La situación no sólo no ha mejorado, sino que el impulso inicial del que goza toda nueva administración parece ya haberse agotado.
Para ser justos con Peña Nieto, habría qué decir que sus méritos están a medio camino entre el aplauso internacional y la reprobación nacional. Se podrán cuestionar los matices, pero en términos generales las reformas son bien intencionadas y pueden producir efectos dinamizadores al mediano plazo. Nadie puede escatimar lo realizado en un año, luego de dos sexenios de parálisis en esta materia.
El problema es que el grueso de las reformas espera la discusión de las leyes secundarias para entrar en vigor. Y allí es donde sabremos los verdaderos tamaños de Peña Nieto en su aspiración de convertirse en un presidente parte aguas. Modificar la Constitución no fue sencillo porque requería dos tercios de las votaciones en el Congreso y se logró gracias a una hábil operación política, pero también al hecho de dejar las iniciativas en un tono vago en la mayor parte de los temas más polémicos. Eso significa que la definición de las leyes secundarias será tanto o más difícil. Ahora la batalla no será en el Congreso (sólo se requiere el 50% de los votos más uno, algo que el PRI tiene regalado con la ayuda de sus satélites), sino tras bambalinas entre los poderosos grupos de facto que penetran y presionan a la esfera política.
La venta de Peña Nieto y su gobierno en el extranjero no tendría que ser satanizada. Una visión positiva por parte de la comunidad internacional no sólo favorece al ego del gobernante. Turismo, inversión extranjera, posicionamiento en los mercados financieros o calificación de deuda por parte de organismos internacionales y privados, son temas que importan en la vida real.
Pero debemos estar conscientes que el segundo momentum mexicano puede ser tan efímero como el primero. En última instancia es la tasa de crecimiento real, la disminución de las enormes disparidades, el combate a la inseguridad y el establecimiento del Estado de Derecho lo único que puede traducirse en un continuum mexicano. Y, más importante, en una legitimación adentro y afuera del desempeño del gobierno o, por el contrario, algo que derive en su fracaso.
@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net