¿Crisis humanitaria o crisis administrativa?
COMPARTIR
TEMAS
Las decisiones que toma un país para atender una crisis revelan el enfoque con el que sus autoridades están viendo esa crisis.
Los más de 50 mil niños, niñas y adolescentes que han llegado a Estados Unidos procedentes de Centroamérica en los últimos nueve meses, y que permanecen en su mayoría allá debido a razones de procedimientos, han llevado al gobierno de ese país a reconocer una crisis humanitaria.
Sus decisiones al respecto, sin embargo, parecen atender a una crisis de gobierno, no humanitaria.
Es posible, por ejemplo, que se ponga en práctica una deportación expedita de los miles de niños centroamericanos, lo que implicaría hacer a un lado los procedimientos que la ley estadounidense determina para estos casos, algo que no sucede, por ejemplo, con los mexicanos, a los que se hace retornar, diríase, a vuelta de correo.
Así, la solución estaría encaminada a deshacerse de los menores de edad, haciéndolos regresar a sus países de origen lo más pronto posible.
Esta acción resolvería el problema del gobierno estadounidense, pues no tendría que lidiar con la atención, alimentación y protección de los niños centroamericanos, y no se vería obligado a seguir solicitando recursos adicionales para estos propósitos, como ya lo hizo recientemente.
El riesgo de perder el enfoque no es privativo de Estados Unidos. También México y los países centroamericanos podrían equivocar la orientación de sus decisiones si ven en el incremento de los flujos de niños no acompañados sólo un problema de administración.
El enfoque que debe prevalecer es el humanitario. La crisis es de la situación en la que se encuentran los menores de edad en México y Centroamérica. (Hay que recordar que, a grosso modo, las proporciones de los niños migrantes que están llegando a Estados Unidos es similar en cuanto a mexicanos, hondureños, guatemaltecos y salvadoreños).
Si se impone el criterio administrativo, bastará aumentar la eficiencia o los recursos destinados a detener y devolver rápidamente a niñas, niños y adolescentes migrantes.
Pero hay que tener presentes las razones del crecimiento del flujo migrante de menores: pobreza, violencia intrafamiliar, reunificación familiar, violencia en el entorno, amenazas, rapto de menores para propósitos de trata, engaño por parte de los traficantes
La salida de los niños y niñas migrantes está precedida por la desesperación, la sobrevivencia, la inseguridad.
Regresarlos es entregar a las víctimas a sus victimarios, ya sean personas, grupos o circunstancias. Hacerlo rápidamente resuelve la incomodidad del país receptor, pero acelera la verdadera crisis.
Es necesario que los gobiernos precisen su postura. ¿Les preocupa su crisis o la de los niños? ¿Están, en efecto, ocupados ahora mismo en analizar y encontrar soluciones para la crisis humanitaria, la de los niños, la de las familias, la pobreza y la violencia?
El gobierno estadounidense, quizá confundido, quiere presentarse humanitario y duro. Humanitario para el aparador global, duro para no dar banderas a sus opositores republicanos, lo que lo lleva a hacer malabares equilibristas entre el discurso solidario y el amenazante.
En tanto, busca ganar una pequeña batalla política, cuya estrategia es pedir recursos adicionales al Congreso: si éste los autoriza, procederá a la rápida deportación; si no, tendrá a quien señalar como culpable. Serán los legisladores republicanos.
Atraídos y resucitados por la crisis, diversas organizaciones antiinmigrantes, como Patriotas y Minuteman, se aprestan a sellar la frontera con personas no armadas, dicen, para impedir, dicen, la entrada de más niños migrantes.
Las autoridades estadounidenses, a través de Aduanas y Protección Fronteriza y el Departamento de Seguridad Pública de Texas, afirman que no apoyan a ningún grupo privado que busque tomar en sus manos la situación, pero no dicen cómo lo impedirán ni anuncian sanciones para quienes participen de estas operaciones de civiles.
En consecuencia, tal vez no apoyen, pero tolerarán la acción de estos grupos, experiencia que ya vivimos en el segundo lustro de este siglo y que tensó la situación en las zonas fronterizas en lugar de aliviarla.
Aunque para Estados Unidos el problema consiste en que el número de niños migrantes ha estrangulado los recursos de hospedaje y transportación del gobierno, la crisis tiene otra esencia: la política de la contención está agotada desde hace tiempo. Y mientras no se modifique sustancialmente para transformarse en una política con visión humana, social, económica y laboral, seguirá produciendo dolor y muerte migrante. Esa, y no la logística ni la administrativa, es la crisis que azota a cientos de miles de vidas desde hace décadas.
Si toda crisis es una oportunidad, este es el momento de ir al fondo, porque, como sostiene León Krauze, la clave para solucionar esta y todas las crisis migratorias no es hacer la vida difícil en el país de destino, sino en hacer la vida posible en el país de origen.
A pesar de su complejidad, este objetivo puede sintetizarse en tres puntos esenciales:
âQue Estados Unidos abandone su política de simulación respecto de los migrantes, a quienes necesita y rechaza, a quienes emplea y persigue.
âQue reconozca el valor y utilidad del trabajo migrante, a estas alturas indispensable para ese país, y que abra opciones legales para el ir y venir de los trabajadores.
âY que en lugar de destinar miles de millones de dólares al reforzamiento de la vigilancia en la frontera, invierta en el desarrollo de la región. Los recursos asignados a la frontera han sido un gasto creciente e inútil, en tanto que los orientados al desarrollo regional serían una inversión.
No será fácil cambiar una visión que ha permanecido por décadas, pero ahora es imprescindible.
Mauricio Farah Gebara
Twitter: @mfarahg