Mirador

Opinión
/ 2 octubre 2015

El semáforo cambia a rojo, y yo detengo mi auto.

Frente a mí ha quedado un coche de modelo viejo, opaca la pintura, desgastado.

Va en él una familia: los esposos delante, y en el asiento trasero sus dos pequeños hijos, niño y niña.

Algo dice el marido. Su mujer ríe; luego se inclina y le da un beso en la mejilla. Los niños ríen también.

Me doy cuenta de que he contado mal los pasajeros que van en ese viejo coche. Pensé que eran cuatro. No: son seis. Hay que contar al amor y la felicidad.

Cambia a verde el semáforo. Avanzamos, yo en mi automóvil, ellos en su carroza de oro.

¡Hasta mañana!...


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