El Club Pabón se mete a la Liguilla

Opinión
/ 2 octubre 2015

A Dorlan Pabón le alcanzaron los goles para meterse a la Liguilla. El colombiano hizo méritos para regalarse una clasificación. Sus 11 anotaciones nunca estuvieron de relleno en un resultado, y por lo tanto, hubiera sido injusto que un matón de este calibre no tenga un lugar en la postemporada.

A lo largo del torneo, Pabón ha sido exageradamente más regular y determinante que el equipo al cual pertenece. Cuando menos, ha contribuido a atrapar el 67% de los puntos. Con toda certeza, puede argumentar que 18 de las 27 unidades le corresponden. Nadie aportó más que él ni nadie ha sido tan influyente, decisivo y un factor condicionante deluxe sobre los rivales.

El Club Pabón se dirige solo. Maneja su propia estrategia y sólo depende de qué tantos balones a modo ingresen a su órbita para hacer la diferencia. Se crea los huecos que le pide la jugada y siempre tiene el gatillo a punto de disparar. Suele sentirse cómodo ante los desafíos, se fastidia si no participa del desarrollo y sabe cómo superar la frecuente hostilidad que le imponen los defensores adversarios.

Con una gran determinación, el colombiano ha sobrevivido con altura al hecho de ser eclipsado por esos fueros que la idolatría aún hoy le concede a Suazo. Aunque en la actualidad su nivel reduce la figura del chileno, Pabón todavía tiene ese escollo por delante y muchos pendientes en cuestión de logros. Sin embargo, no se achica, aunque está condenado a resolver todo prácticamente solo.

Pabón ha tenido intervenciones acotadas en los distintos juegos, pero la mayoría de ellas fueron muy decisivas. Ha ganado partidos de la nada y ahora estará dos partidos out y brillará pese a su ausencia porque no hay otro jugador que ofrezca tantas garantías como él.

Es el único que cuenta con la capacidad de interpretar la densidad del partido desde un lugar secundario para luego preparar su participación protagónica con ráfagas letales. Sus diagonales, sus apariciones por ambas bandas, su oportunismo y su exquisita pegada siempre hacen suponer que todas sus acciones van a terminar en algo distinto. 

La ambición es fundamental para un futbolista en su puesto. Y vaya que la tiene. No descansa hasta recordarle a la multitud que para ganar, invariablemente todo depende él.

A Pabón no le interesa si quienes lo secundan están enredados en los laberintos de ese indescifrable sistema que propone Barra. Es indiferente, por ejemplo, a un Silva cada vez más confundido de su rol, a un Delgado sin lucidez y a esta nueva versión de Cardozo de recorridos desproporcionados. Si acaso, mantiene una limitada comunicación con Suazo.

El colombiano, en definitiva, está ajeno al cúmulo de defectos que envuelve a su equipo y es consciente que tendrá que encarar la Liguilla en plenitud, porque es la auténtica flama de la esperanza de los colores que viste.

La clasificación es de él y por lo tanto será él quien defina hasta dónde llegarán sus aspiraciones. Los que lo acompañan poco tienen que hacer en una instancia final. Se colaron de rebote y sin saber para qué juegan. Han vivido toda la campaña engañados en un escenario de ficción. Han tenido demasiada fortuna.

Lo del Club Pabón es diferente, se cuece aparte. Llegó hasta la Liguilla por derecho propio, producto de la eficacia personal. Por su sola presencia, su equipo lleva ventaja. Está allá arriba, luchando solo por posicionar a su escudo. Ojalá que alguna vez Rayados lo alcance.

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