Nuevo León: Esa película ya la vi

Opinión
/ 2 octubre 2015

Amigos de Nuevo León, permítanme compartirles una historia antes de que salgan a votar. A solo 90 kilómetros de Monterrey, los coahuilenses ya vimos la película completa. Quizá no se enteraron, pero también por acá tuvimos un gobernador que se volvió millonario. Sus cercanos también arreglaban licitaciones de obra pública y también terminaron el sexenio convertidos en exitosos empresarios inmobiliarios en Texas. Sus familiares también actuaban como dueños de nuestras instituciones, dando órdenes y poniendo y quitando funcionarios. El escándalo reventó en época electoral, inundó las redes sociales y fue recogido por medios nacionales. Acá también nos indignamos, y juntamos firmas, y mentamos madres. Obligado por la circunstancia, el candidato del PRI también pretendió deslindarse. También acá juró tener cero tolerancia a la corrupción, y anunció una nueva forma de gobernar. Como sucede ahora en Nuevo León, en Coahuila abundaron los rumores de una ruptura entre el candidato que entraba y el gobernante que saldría. Uno juraba en todos los foros que la impunidad no tendría cabida en su gobierno, mientras el otro se declaraba víctima de un complot perverso. Lo sorprendente no es que ambos prometieron aclarar todo, sino que tantos electores les creyeron.

Siempre he pensado que los regios son distintos, pero algunas de las encuestas publicadas por casas serias me hacen temer un remake del moreirazo. Acá, en mi tierra, votamos repetidamente de la forma más absurda. No se si la oposición se tropezó sola, si era otra época, o si simplemente fuimos demasiado ingenuos. Ni el estado quebrado, ni la huida del exsecretario de Finanzas, ni el desprestigio de los medios, ni la indignación de la sociedad civil pudo evitar que la mafia que controla al PRI local y que gobierna Coahuila se llevara carro completo. La maquinaria política que una familia construyó a base de ejercer el presupuesto público como patrimonio personal funcionó al dedillo. La impunidad que buscaban llegó envuelta de una gubernatura y dos mayorías en el Congreso. Si quieren evitarse el spoiler de lo que podría pasar en Nuevo León si no hay alternancia dejen de leer este texto.

En mi tierra los ánimos se calmaron en cuanto pasó la elección de 2011. El nuevo gobernante anunció un gobierno ordenado y austero, como si hubiese sido una venturosa decisión personal y no una condición impuesta por los bancos. Los opinadores nacionales encontraron nuevas distracciones, y muchos de los medios locales se reencontraron con la dicha del convenio publicitario. Los indignados se cansaron de protestar. El nuevo Procurador y el nuevo Secretario de Finanzas -ambos, por cierto, ligados a la administración saliente- se abocaron a tareas de plomería, y pronto se convirtieron en una barrera infranqueable para la rendición de cuentas. Los bancos cobran puntualmente cada mes, casi no hay obra, y ningún exfuncionario ha sido llamado a cuentas por autoridades locales.

¿Qué hicieron las nuevas autoridades cuando se supo que los exfuncionarios más polémicos no presentaron declaración patrimonial ni entregaron formalmente sus cargos? Nada. ¿Qué hicieron cuando la Auditoría Superior del Estado dictaminó que las cuentas públicas habían sido groseramente manipuladas, y que había miles de millones de pesos ejercidos sin respaldo alguno? Nada. ¿Qué hicieron los legisladores cuando se enteraron que la deuda era mucho mayor que la que había aceptado el gobierno, y que una larga lista de proveedores reclamaba pagos por servicios prestados años atrás? Nada. ¿Qué pasó cuando la Fiscalía de Texas ordenó congelar cuentas multimillonarias de exfuncionarios coahuilenses en paraísos fiscales del Caribe, o cuando los acusó de desviar fondos públicos para financiar operaciones inmobiliarias? Nada. ¿Qué ocurrió cuando un diario nacional reveló que el exgobernador vivía como rey en una mansión en Barcelona? Nada. Nada. Nada. En Coahuila los electores nos aseguramos de que no pasaría nada.

No conozco a la candidata del PRI al Gobierno de Nuevo León, ni al hoy famoso Bronco. A lo mejor la primera resulta más independiente de lo que parece, y el segundo mucho menos libre. Lo que sí me queda claro es que la capacidad de los partidos para representar a los ciudadanos disminuye cuando el mismo grupo político se perpetúa en el poder. Hasta el funcionario más limpio termina por confundir la más burda complicidad con lealtad o disciplina. Mientras deciden entre creerle a los mismos o apostarle a los nuevos, véanse reflejados en el espejo de Coahuila. Va el spoiler completo: Hace cuatro años votamos por la impunidad y el olvido, y nuestro gobierno nos ha cumplido.

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