El Chapotúnel
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El Chapotúnel es el nuevo símbolo de todo lo que no funciona en el Gobierno mexicano. Es el nuevo ícono del País próspero que podríamos tener pero que se nos escapa de las manos por la manifiesta incapacidad de nuestra clase gobernante.
El Chapotúnel representa al pragmatismo del mexicano âdivorciado de la sociedadâ triunfando sobre las actitudes cerradas y soberbias de quienes manipulan a una gran mayoría de ciudadanos mansos y aguantadores.
La lección del narcotúnel es de un poder didáctico apabullante. El camino a la libertad, al éxito económico, inclusive a la inmortalidad, se logra evadiendo al gobierno, burlándose de él, no solo porque se lo merecen, sino porque no deja otra alternativa. No tenemos gobierno, sino un estorbo tan deslegitimado como los mismos narcotraficantes. Millones de migrantes construyeron su propio artefacto escapatorio.
El Chapotúnel nos recuerda que el resto de los mexicanos, los que aún quedamos aquí, somos los verdaderos enrrejados. Estamos atrapados entre la impunidad de los delincuentes y la corrupción política por el otro lado. Nos cobran caro por perseguirlos para luego dejarlos ir, ¡DOS VECES!
Toda la inventiva aplicada con gran eficacia en la construcción del túnel de la fuga representa las habilidades innatas de un pueblo ingenioso que son echadas a perder por un gobierno divorciado de él. En vez de estimular la genialidad del mexicano, la clase política se ha perpetuado en el poder aplastándolo y reprimiéndolo.
En todos los noticieros del País, a través de las redes sociales y los mensajes de chat, el Chapotúnel nos recuerda subliminalmente el túnel del tiempo que pasa y pasa, y México atorado y atorado con crecimientos raquíticos año tras año. Promesas y reformas van y vienen, pero de alguna manera siempre hay la maña, la falla, el defecto de origen, el gradualismo que hace que no rindan frutos, como lo acaban de demostrar las licitaciones desairadas en materia de petróleo.
En México y en el extranjero, el Chapotúnel se vuelve material propicio para la burla. Todo el mundo se suma a la producción de memes, que sin querer queriendo ensalsan la audacia de El Chapo y ridiculizan al que simultáneamente está siendo condecorado en Francia. Nos pone a pensar: ¿qué querrán de nosotros los franceses que premian a quien está quedando en un ridículo imperdonable (para usar sus propias palabras)?
La creatividad del Gobierno mexicano la han guardado hasta la hora de inventar excusas para justificar lo sucedido. Resulta que el sorprendente éxito de la operación se debió a que usaron ácido y calor para abrir el boquete de la celda sin que nadie se diera cuenta. ¿Dieciocho minutos para sonar la alarma es lo mejor que pudieron hacer? ¿Nadie contabilizó jamás el costo de una falsa alarma versus el costo de una evasión?
El contraste entre el fugado y el burlado deja muy mal parado al segundo. Uno hace las cosas con lujo de precisión y eficiencia. El Gobierno se hace bolas y no atina siquiera en presentar una explicación ordenada y verosímil de los hechos.
El pueblo ya enjuició a las autoridades. La gran mayoría de los mexicanos está convencida que la corrupción es la gran niveladora de las capacidades de las contrapartes. La corrupción fue la gran aliada del más famoso narcotraficante del mundo. De otra manera como que las cosas no cuadran.
Por todo esto me atrevo a afirmar que el Chapotúnel se convierte rápidamente en un símbolo hiriente de la incapacidad de nuestros gobernantes para hacer bien las cosas, ya sea por incapacidad, indolencia o corrupción.
No hay luz al final del Chapotúnel. El Gobierno se queda sin jugada, y nosotros los mexicanos también. No hay manera de salir de nuestra prisión. La vocación mostrada por el boato, la fanfarria, y las loas supérfluas es un indicio de por qué pudo pasar lo que pasó. Tenemos todo para salir de nuestro túnel a que nos despierte la luz del sol, pero nuestra moto tiene décadas descompuesta.
javierlivas@prodigy.net.mx