El pleito de aguas que llegó hasta un rey
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Es bien sabido que en la primera mitad del Siglo XXI se recrudecerán las relaciones entre países que comparten una cuenca hidrológica y es que el agua superficial y del subsuelo no respeta asuntos de geopolítica. El agua siempre ha sido factor central para la vida del hombre, pero también ha sido objeto de ambición de minorías poderosas. Como es el caso que compartiré.
El 8 de junio de 1687 vecinos de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, habían suplicado en Monterrey al Gobernador del Nuevo Reino de León, Agustín Echeverz y Subiza, Marqués de Aguayo, su autorización para fundar una Nueva Tlaxcala en la región conocida como Boca de Leones. Argumentaron que ya tenían allí sementeras y en ellas habían sembrado maíz que regaban mediante la saca de un ojo de agua.
El Marqués de Aguayo documentó que: Los suplicantes son beneméritos por ser descendientes de la Gran Tlaxcala y de los pobladores del pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala adjunta a la Villa del Saltillo
El 17 de septiembre de ese mismo año de 1687 el Capitán Diego de Villarreal, Justicia Mayor de Salinas, por órdenes del Marqués de Aguayo dio posesión de tierras y aguas a los fundadores de San Miguel de Aguayo de la Nueva Tlaxcala acto de lo que dejó testimonio escrito: Estando en el ojo de agua y arroyo de la Boca de Leones para efecto de darles la posesión de lo contenidolos dichos indios tlaxcaltecos se pasearon, arrancaron hierbas, quebraron palos y sacaron agua de dicho ojo de agua e hicieron otros actos de posesión.
A partir de ese día treinta familias de tlaxcaltecas encabezadas por Bernabé González, Agustín de la Cruz y Francisco de Luna fueron los fundadores en sitio del Pueblo de Indios de San Miguel de Aguayo de la Nueva Tlaxcala y Misión de Nuestra Señora de los Dolores, hoy Bustamante Nuevo León.
En 1690, cerca de allí se funda el Real de San Pedro de Boca de Leones por el Capitán Juan de Villarreal, el italiano Francisco de Barbarigo y el tlaxcalteca Antonio González quien junto a otros de su estirpe fueron factor clave para encontrar los lugares donde se localizaron minerales preciosos. Esta población fue creciendo en importancia llegando a ser la sede de los poderes civiles, militares y eclesiásticos de la zona. Algunos de sus habitantes empezaron a ambicionar las propiedades aguas arriba de los tlaxcaltecas particularmente deseaban los fluidos provenientes del ojo de agua y arroyo que provenían del Cañón de Boca de Leones.
Hubo algunos litigios de descendientes de españoles contra tlaxcaltecas en torno a la propiedad del agua. Por ejemplo entre 1821 a 1825 el Capitán Juan Méndez Tovar, vecino del Real y Mineral de San Pedro Boca de Leones intentó posesionarse de la rica heredad de agua perteneciente a los tlaxcaltecas, aunque casi 73 años antes los propietarios del Rancho La Boca iniciaron una estrategia frontal contra los tlaxcaltecas mandando incendiar su juzgado para que no quedaran rastros de los documentos que acreditaban las propiedades y haciendo desaparecer las mojoneras que delimitaban el pueblo.
Para fortuna de ellos, sus hermanos de San Esteban de la Nueva Tlaxcala eran grandes expertos en materia de cabildeo y además contaban con un Procurador General de Naturales que los ayudó a defenderse de la ambición de los del Rancho La Boca, de tal suerte que el Rey de España Carlos III envió desde la ciudad de Toledo, con fecha de 8 de enero de 1765 una Cédula Real ordenando que se midieran de nuevo los solares y ejidos y que los tlaxcaltecas volvieran a realizar las acciones de posesión de tierras y aguas lo que ocurrió un 10 de septiembre de hace 250 años. Los tlaxcaltecas lograron defender sus aguas.
Actualmente en México, embotelladoras de refrescos y agua, empresas transnacionales del fracking y quienes hacen represas para el regado de sus grandes propiedades se esfuerzan por apropiarse de un recurso que debe cuidarse bajo la óptica de la sustentabilidad.
El agua de algunos municipios mexicanos como Bustamante âque estará de fiesta el próximo juevesâ, sigue siendo ambicionada, espero que sepamos defenderla como antaño.