9-1-1
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El famoso código 9-1-1 surgió en Estados Unidos por allá de 1968 después de que la Comisión Federal de Comunicaciones acordó con la American Telephone & Telegraph Company (AT&T) que los dígitos 9-1-1 serían designados como el número nacional para emergencias. Su adopción tardó años. Para 1979 solamente el 26 por ciento de la población de Estados Unidos tenía ese servicio. Es decir, una cosa era definir el código de emergencias y otra desarrollar la regulación e infraestructura detrás de una llamada. Para 1987 cerca del 50 por ciento de la población tenía acceso al servicio de emergencias 9-1-1. Para el año 2000, se estimaba en 93 por ciento la población cubierta. Actualmente se habla de cerca de un 99 por ciento de cobertura en Estados Unidos y se estima que hay cerca de 240 millones de llamadas al 9-1-1 cada año, dirigidas a 6 mil 100 centros de atención, con un tiempo de respuesta promedio de unos 10 minutos. De esas llamadas, se calcula que una de cada tres en realidad es de prioridad baja o no urgente, mientras que alrededor de otra tercera parte sí es de eventos que amenazan la vida de una persona.
En enero de 2018, la Secretaría de Gobernación publicó la “Norma Técnica para la Estandarización de los Servicios de Llamadas de Emergencia a través del Número único Armonizado 9-1-1”, un documento de 158 páginas que contiene los lineamientos de especificaciones, infraestructura, organización, recursos humanos, operación, indicadores para evaluación, tecnología a utilizar, la reglamentación aplicable, así como un manual de identidad gráfica que define el tipo de logos y colores que se deben usar a nivel nacional. Mi impresión, insisto, sólo mi impresión, es que independientemente de si tenemos la infraestructura y recursos policiacos, ambulancias y bomberos, no existe aún verdadera coordinación entre entidades de seguridad y la estandarización del servicio de emergencia tiene mucho campo de mejora. Se estima que en 2021 habrá cerca de 60 millones de llamadas al 9-1-1 en México, recibidas por sólo 192 centros de atención que existen. Llama la atención que, de acuerdo con un reporte de octubre de la Secretaría de Seguridad, el número de llamadas de emergencia se ha reducido a la mitad entre 2016 y 2021, aunque las consideradas como procedentes o reales pasaron de un 10 por ciento en 2016 a un 26 por ciento en 2021 y las llamadas mudas pasaron de 12 por ciento en 2016 a 37 por ciento en 2021.
Confieso que, afortunadamente, nunca he necesitado llamar al 9-1-1 en México y fue apenas esta semana que me vi en la necesidad de usarlo en Estados Unidos. Aun cuando la llamada era para un tema médico, a los 5 minutos se presentaron una ambulancia, un camión de bomberos y un representante del Sheriff del condado. En total, 6 o 7 personas preparadas y equipadas que atendieron al paciente y lo trasladaron a un hospital cercano (el paciente se encuentra bien y fuera de peligro). Para mí fue un alivio saber y confirmar que había alguien del otro lado de la línea y que esa persona actuaría inmediatamente para atender la emergencia. Esa experiencia con el 9-1-1 me hizo pensar si es que el concepto del 9-1-1 se puede llevar más allá del tema de seguridad o salud, es decir, qué tipo de soporte tenemos alrededor nuestro y si nuestra sociedad está estructurada para responder ante las emergencias o problemas relevantes de familiares y amigos, empresas pequeñas y medianas, instituciones públicas y privadas (escuelas, hospitales, oficinas de gobierno). ¿Quién les contesta ese “9-1-1” o llamado de auxilio cuando lo requieren? ¿Hay con qué responder? ¿Tenemos algún tipo de red de protección como las que tienen los trapecistas? Mi impresión es que no. En general, no parecemos estar programados para pensar en emergencias o en las condiciones que podrían mitigar una crisis de cualquier tamaño. Más allá de una llamada al 9-1-1 cuando nuestra salud o seguridad están en riesgo, ¿a quién sabes que puedes recurrir cuando “se te atora la carreta” en temas laborales, personales, escolares, familiares? Material para pensar.
** Cerré la semana notando que una enfermera que cubría nuestro caso estaba pasando por un mal momento después de semanas y meses muy ocupada; le pregunté, casi retóricamente y esperando un no, que si necesitaba un abrazo e inmediatamente asintió con su cabeza mientras abría sus brazos. La había conocido 2 minutos antes y nos abrazamos por no más de 30 segundos en los que me hizo sentir que estaba haciendo una diferencia por alguien que ha estado del otro lado del 9-1-1 toda la pandemia. Cuando te topes con alguno de esos héroes, trata de ver si necesita un saludo, un gracias, un abrazo o un mínimo reconocimiento a su labor y vocación.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com