‘Afecto milagroso’
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TEMAS
En recuerdo de mi querido maestro y entrañable amigo C.P. Luis Díaz Durán.
Uno de los mayores tesoros de la existencia es la amistad y altísimo privilegio es el regalo de poder cultivar este invaluable, perdurable y milagroso afecto con algunos maestros queridísimos que la vida me ha concedido en el camino y que, como en el caso de Nobel Campus con su profesor Germain, siempre con ellos estaré agradecido y con una eterna deuda.
Cuando se es profesor también la vida brinda una maravillosa bendición que consiste en que, con un puñado de los alumnos, de distintas generaciones, después de haber estado en las aulas y con el paso del tiempo, haya sucedido una alquimia milagrosa: convertirse en excepcionales amigos. Y doble beneplácito es constatar que, como debe ser, han superado -por mucho- a su maestro.
ACOMPAÑAMIENTO
“La amistad es un acompañar la vida del otro desde un presupuesto tácito. En general las verdaderas amistades, no se explican, se dan y se van cultivando. A tal punto que la otra persona ya entró en mi vida como preocupación, como buen deseo, como sana curiosidad de saber cómo le va a él, a su familia, a sus hijos. Es decir, que uno va entrando (...) Es que, con un amigo, por ahí vos no te ves durante mucho tiempo, pero cuando te encontrás, y a veces pasan meses o hasta años, sentís como si te hubieras visto ayer, enganchas enseguida. Es una característica muy humana de la amistad”.
Estas palabras del Papa Francisco tienen mucho sentido ahora que es necesario ser más humanos, más prójimos, más personas, y tengo la esperanza que, mediante el cultivo privado de este “milagroso afecto”, socialmente se rescaten también los valores existenciales y de convivencia que con tanto apremio México requiere para recuperar el encuentro humano y así construir la ansiada paz.
SONÁMBULOS
Como nunca antes, contamos con muchos medios, pero los fines escasean; existimos en una era paradójica: tenemos enormes posibilidades de comunicación, pero vivimos humanamente desconectados los unos de los otros. Decimos que sabemos, pero es usual cambiar lo trascendente por lo insignificante. Mucho se dice, se habla y se escribe de lo superfluo, mientras lo valioso lo tenemos en el traspatio de nuestra atención.
Pareciera que andamos distraídos, transitando como sonámbulos, entretenidos con miles de distractores que, paulatinamente, adormecen y secuestran los momentos extraordinarios de la existencia. Tal vez, por eso, olvidamos la existencia de las flores, las estrellas, la luna, del brillante sol y de la poesía. Tal vez, por estas mismas razones, obviamos el valor de la convivencia y el cultivo permanente de la amistad.
COLUMNAS
Pareciese que “la amistad se está volviendo algo no sólo difícil, sino sencillamente milagroso”. Ínsisto, el influjo de esta época afecta la labranza de la amistad; la sana posibilidad de convivir con las personas que nos quieren y queremos.
En este contexto, el escritor Martín Descalzo propone varios puntales en el que todo “afecto milagroso” debería apoyarse:
“En primer lugar -comenta Martín- el respeto a lo que el amigo es y cómo el amigo es. Una pareja en la que la libertad del otro no es respetada, en la que uno de los dos se hace dueño de la voluntad del otro, es un ejercicio de vampirismo, no una
amistad.
En segundo lugar, la franqueza, que está a media distancia entre la simple confianza y el absurdo descaro (...) Porque amistad es confidencia; más que simple sinceridad, es intimidad compartida.
Tercer punto, la amistad es generosidad, que no tiene nada que ver con la «compra» del amigo a base de regalos, sino donde sí; compartir con naturalidad lo que se es y lo que se tiene. En el regalo artificial hay siempre algunas gotas de hipocresía, de compraventa de favores. No ocurre lo mismo con el don espontáneo que se hace sin poder evitar hacerlo. Y, en todo caso, el regalo del amigo verdadero es aquel que apenas se nota y tras el que el otro no se siente obligado a pagar con un nuevo regalo. En la amistad, más que en parte alguna, la mano izquierda no
debe saber lo que hace la derecha.
La aceptación de fallos es la cuarta columna. Los amigos del tipo “perro-gato” que se pasan la vida discutiendo por cualquier cosa a todas horas, tal vez sean buenos camaradas, pero difícilmente serán auténticos amigos. Y peor es el amigo “tutelador”, el que a todas horas sermonea al otro, el que se exhibe constantemente como el ejemplo a imitar, formas todas estas patológicas de la auténtica amistad.
La quinta columna de la amistad es la imaginación frente a uno de sus mayores peligros: el aburrimiento. Toda verdadera amistad es fecunda en ideas, en saber adelantarse a los gustos del amigo, en saber equilibrar el silencio con la conversación, en descubrir cuándo se consuela con la palabra y cuándo con la simple compañía. Y la sexta podría ser la apertura. Una amistad no es algo cerrado entre dos, sino algo abierto a la camaradería, al grupo”.
CIERTAS
Muy ciertas son las columnas en las cuales Martín Descalzo reposa el concepto de la amistad. Y pienso que un puntal adicional no vendría mal, me refiero a que toda amistad hace
crecer a las personas relacionadas; es decir, la amistad implica un crecimiento compartido. Mutuo.
Por eso, los amigos procuran lo mejor para cada cual. No imagino una amistad donde siquiera exista la posibilidad de pensar hacer daño al otro, o de tomar ventaja. Ya no sería amistad. De ahí que a los jóvenes les digo “cuiden con quien se juntan”, porque una mala compañía, disfrazada de amistad, puede destruir toda una existencia. La amistad, como el amor, no se encuentra en las esquinas, ni tirada en la calle y menos en los escaparates de las lujosas tiendas.
PORQUE...
Para cultivar la amistad se requiere tiempo, el cual es necesario “crearlo” deliberadamente. Abonarla con abundantes minutos, sin codicia, exactamente como se cuida un huerto; como se cuida un rosal.
En ocasiones pensamos que no frecuentamos al amigo porque estamos muy ocupados; lo cierto es que la “competitividad” nos ha metido hasta los huesos la idea de que compartir tiempos milagrosos es una pérdida de tiempo; pues bien, deberíamos considerar que no existe mejor tiempo perdido que el ganado con un amigo; que como lo expresa Gibran: “¿qué amigo es
el que buscaréis para matar las horas? / Buscadlo siempre para vivir las horas. /Porque él está para llenar vuestra necesidad, no vuestro vacío. / Y en la dulzura de la amistad, dejad que haya risas y placeres compartidos. /Porque en el rocío de las cosas pequeñas el corazón encuentra su mañana y se
refresca”.
RECUERDOS
Ahora que escribo estas líneas arriban a mi mente mis amigos idos -que nunca se han marchado-, me refiero a los que se adelantaron en el camino y por quienes aún explota mi corazón, porque al paso del tiempo he comprobado que un amigo muerto jamás termina de morir, porque al paso del tiempo me he dado cuenta que el recuerdo de los encuentros compartidos se acrecienta, se vive más, convirtiéndose en tesoros invaluables, en una de mis más valiosas posesiones.
BIEN ESCASO
Y les cuento que precisamente hace un momento interrumpí este escrito para hablar con un querido amigo que vive lejos y al escucharlo surgió nuevamente en mí el afecto milagroso: saber que se encuentra bien, saber que pronto vamos a encontrarnos para brindar por lo que sigue, por la alegría, por la esperanza, por las ganas de luchar y también de disfrutar los regalos grat
uitos que toda existencia
concede.
Cuando se comprende que lo verdaderamente escaso es también gratuito, entonces lo demás es lo de menos. Es curioso: lo que escasea es lo que podríamos tener en abundancia, pero que deliberadamente dejamos de apreciar; tal vez, por ello la amistad sea un bien muy escaso.
Hoy, que requerimos abundantes razones para alimentar la esperanza, sería conveniente poner el centro de la vida diaria ese “afecto milagroso” que se llama amistad.
Programa emprendedor
Tec de Monterrey
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