AMLO, el caudillo manirroto
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Ardiente, apasionado, fue aquel acto de amor en la habitación 110 del Motel Kamawa. Los dos amantes llegaron al mismo tiempo al culmen del deliquio, y quedaron luego de espaldas en el lecho, uno al lado del otro, poseídos por ese dulce sopor que invade los cuerpos –y las almas– después del placer bien cumplido. La chica le preguntó con tono ensoñador a su galán: “¿Haremos así el amor cuando nos casemos?”. “Quién sabe –respondió el tipo–. Depende de quién nos toque”... Al término del viaje declaró Susiflor: “Dejé mi corazón en San Francisco”. Acotó su compañera, Rosibel: “Tonta. Lo que allá usé yo me lo traje de regreso”... Un par de copas hizo que Loretela entrara en el terreno de las confidencias. Les contó a sus amigas: “La primera vez que mi mami vio a mi padre se enamoró perdidamente de él y se le entregó en seguida”. “¡Qué emocionante! –exclamó una–. ¿Y lo sigue amando como entonces?”. Contestó Loretela: “No lo sé. Nada más esa vez lo vio”... El dinero tiene mucho sentido: sin él no puedes usar ninguno de los otros cinco. López Obrador se dispone a heredarle a Sheinbaum muchas cosas: la 4T para que le ponga el segundo piso; obras inconclusas para que las termine; un programa de gobierno para que lo lleve a cabo; una veintena de iniciativas para que las aplique; una serie infinita de promesas para que las cumpla. Lo único que no le dejará será dinero. El que había ya se acabó. Los proyectos faraónicos salidos de la caprichosa voluntad del caudillo; las dádivas que ha repartido a diestra y a siniestra; los fondos perdidos en la deficiente administración, si es que alguna hubo, todo eso ha mermado el erario hasta dejarlo horro, esto es decir vacío. Si la corcholata de AMLO llega a la Presidencia encontrará la tesorería nacional sin cosa alguna, como dice el Magnificat, hermoso canto al que el pueblo llamaba antes “la Magnífica”. En iguales apuros se verá Xóchitl Gálvez si por el voto de la ciudadanía consciente y participativa gana la elección de junio. Hay quienes califican de boquiflojo al presidente López. Yo no, pues de mis padres aprendí a ser respetuoso incluso con quienes no lo merecen, pero pienso que no incurrirá en falso testimonio quien diga que el caudillo de Morena ha sido manirroto. En efecto, ha dispersado a los cuatro vientos, y a otros más, los fondos públicos. No sólo las dos grandes empresas del Estado –la CFE y Pemex– están en bancarrota. En quiebra está todo el país. Se habla de pensiones prácticamente universales; de cuantiosas becas; de aumentos sustanciales a los salarios; de suculentas jubilaciones adelantadas. Todo eso, sin embargo, es utopía, quimera o, para usar una frase popular, sueño guajiro. La herencia que dejará López Obrador será máxima en política y mínima en economía. La nueva Presidenta tendrá que pedirle dinero prestado al narco, a las Fuerzas Armadas o a los empresarios que han medrado como nunca al amparo de este régimen antiempresarial... Sor Bette, la despensera del convento de la Reverberación, padecía escrúpulos de conciencia. La mínima culpa la inquietaba en tal manera que de inmediato debía acudir a confesarse con el padre capellán. A fin de no olvidar ninguno de los que consideraba pecados hacía una lista de ellos para decirla al confesor. Aquella vez sacó su lista y empezó a leer en el confesionario: “Dos litros de aceite; un kilo de arroz; una barra de mantequilla... ¡Santo Dios! ¡Dejé mis pecados con el abarrotero!”... Al emprender el viaje nupcial la novia le dijo a su flamante esposo: “Mi papá se gastó un millón de pesos en nuestra boda”. “Qué bueno que me lo dices –replicó él–. Hoy en la noche me esforzaré en desquitar el gasto”... FIN.
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