AMLO se equivocó, ¡y yo también!

Opinión
/ 29 abril 2022
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Siempre consideré el título del libro de Tatiana, mi hermana, “Juntos hicimos historia” un nombre soberbio porque en mi opinión ganar la Presidencia de la República debía ser un medio, no un fin, para empezar a mejorar nuestro país y reconstruirlo de las ruinas en que se encontraba y así hacer historia gobernando.

Creo que la elección, por si sola, de Fox sí fue un hecho histórico y que permitió la alternancia y el fin del partido único, el PRI, abriendo las puertas en la Presidencia de la República a todos los partidos.

Quizá debo reconocer que sí hicieron, AMLO y Morena, historia electoral ya que por primera vez ganó la Presidencia un partido de izquierda en México.

En mi paso por la política señalé que un error histórico ha sido considerar que la izquierda y la derecha son enemigos, en lugar de entender que son visiones complementarias en una sociedad democrática.

La derecha pone el acento y contribuye a generar desarrollo económico, mientras que la izquierda por lo general pone énfasis en el desarrollo social, y ambos son necesarios para el desarrollo integral de una sociedad.

También he sostenido la idea de que nadie posee el monopolio de la verdad ni la brújula de la historia, por esto es que he mantenido apertura intelectual y comunicación con actores políticos de izquierda, ya que considero que el dialogo es la principal herramienta política para buscar las mejores soluciones a los grandes problemas nacionales.

En la primera mitad de los 90 nos reuníamos un grupo con Cuauhtémoc Cárdenas en la casa de su madre doña Amalia, en el entonces Distrito Federal.

Concurríamos a la convocatoria de Cárdenas personas como Porfirio Muñoz Ledo, Amalia García, Ricardo Pascoe, don Enrique González Pedrero, Graco Ramírez, Vicente Fox y yo entre otros. Nuestros temas comunes eran México y su democratización. Resulta obvio decir que en muchos aspectos no coincidíamos, pero prevalecía el respeto y la apertura para entender la visión de nuestro interlocutor.

Durante la campaña de 2018, la gente me preguntaba cómo votar para la Presidencia. Les dije que el PRI no era opción, ya que en una democracia el que se equivoca pierde; por lo que sólo quedaban dos opciones, un joven ambicioso y un viejo testarudo. Por ello les recomendaba no darle a ninguno el control del Congreso, sino generarles contrapesos. También les manifesté que a mí no me daba miedo que gobernara la izquierda (pensaba en una izquierda moderada) siempre y cuando no se les diera el control del Congreso.

Igualmente manifesté que México no es de los países más pobres, pero sí de los más desiguales, por lo que se me hacía extraño que, con semejante desigualdad, no hubiera gobernado la izquierda en nuestro país.

Urge, sentenciaba en campaña, que en México se empiece a cerrar la brecha de la desigualdad con empleo formal, educación de calidad, un sistema de seguridad social sólido y con servicios urbanos de calidad. Además de que la justicia y la salud son aspectos que actualmente abren la brecha de la desigualdad en lugar de cerrarla.

Nunca imaginé que darían todo el poder a AMLO, tampoco creí que sería un hombre radical cuando en su campaña había sido moderado; no pensé que se dedicaría a polarizar y dividir cuando para ganar había unido y sido incluyente con diversos sectores de la sociedad, jamás sospeché que se volvería loco de poder y que anidara tanto rencor social y un talante autoritario.

No consideré que este gobierno se distinguiría por tanto populismo, demagogia y mentira. ¡Qué equivocado estaba!

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