En política internacional, AMLO es lo que se dice un enano colgado de las gónadas.
Supongo que tengo que pedir perdón a la gente de talla pequeña por tan obsoleta imagen. Le suplico dispense mi pobre analogía, pero la encuentro poco menos que a medida para el caso que nos atañe.
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Sepan además que no soy yo ningún Shaquille O’Neal. Soy bastante alto, sí, pero para un hobbit de la Tierra Media.
Decía que en asuntos diplomáticos, nuestro amado Tlatoani es como un chaparrito columpiándosenos de la entrepierna. Un auténtico y doloroso fastidio al que se le tiene cierta consideración (debido a su breve talla, desde luego), hasta que la paciencia se agota y se hace acreedor a una reacción violenta.
Naturalmente, luego de que se lo sacuden de un guamazo, el infernal petiso queda en el suelo policontundido y la pobre víctima de su hostigamiento es acusado de enanicidio en grado de tentativa.
¡Pero qué necesidad, dijo el Divo! Pues ninguna. Ya me explico: el asalto a la Embajada de México en Ecuador es completamente inadmisible, injustificable y su repudio por parte de la comunidad internacional está de sobra justificado.
El gobierno de Daniel Noboa en Ecuador ha incurrido en una gravísima falta a uno de los principios más elementales de la soberanía de las naciones, invadiendo un territorio extranjero, en este caso, nuestra pozolera nación. Ahora sí que, como reza aquel viejo éxito radial, profanó con su planta su suelo.
Sin embargo, pese a que Noboa se hizo un cucurucho con el Manual Básico de la Buena Vecindad (ya que nada justifica esa trasgresión), México está lejos de ser una víctima pasiva en todo este asunto.
Como señalamos, México y concretamente, Andrés Manuel López Obrador, ha sido el sotaco que, creyéndose impune, viene desde inicio de su gestión apostando en un peligroso juego de doble discurso: exige respeto a la soberanía cuando otras naciones, organismos internacionales, publicaciones extranjeras, y ONG globales posan sus miradas críticas sobre nuestro País y particularmente sobre el desempeño de este Gobierno.
Si se señalan los índices de corrupción, o la militarización de la seguridad pública, las estrategias populistas, su deplorable y criminal gestión de la pandemia, su pobre desempeño en diversas áreas productivas... Entonces nuestro cabecita de cotonete se pone a plañir, exige respeto y alude sin cesar a nuestra soberanía que se ve supuestamente vulnerada con estas amonestaciones, siendo que, en un mundo globalizado, de mercados internacionales y con una agenda común de responsabilidades compartidas, los problemas de un país se convierten en problema para todos los demás.
Sin embargo, el Churchill de Macuspana se olvida de todos aquellos principios que clama cuando se pone a calificar, a criticar y a cuestionar, no los índices o indicadores de alguna otra nación que de alguna manera nos atañan, sino directamente a gobernantes con los que tiene alguna discrepancia ideológica o una vulgar animadversión personal.
De hecho tiene una especial predilección por encomiar y hermanarse con gobernantes que son objeto de repudio consensuado por sus acciones antidemocráticas, ya usted sabe, la manga de dictadorzuelos bananeros de siempre: Maduro, Ortega, Díaz Canel y, desde la Estepa Siberiana, el Rasputín del Bienestar: Vladímir Vladímirovich Putin.
De alguna manera no me extraña que todo el actual conflicto con Ecuador haya comenzado con el empecinamiento de nuestro viejito tutupiche de brindar asilo a un político de aquel país, acusado de corrupción, malversación (implicado incluso en los mega multiescándalos de Odebrecht) y señalado además de vínculos con bandas narcotraficantes (o sea, parece que AMLO anda cazando talentos para las reservas de la 4T).
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El Gobierno de Ecuador le suplicó encarecidamente que no asilara al querubín ese, ya que se encuentra bajo diversas investigaciones, pero como si le hubieran pedido que lo cobijara y pusiera al margen de la acción de la justicia, Tata Garnachas decidió jugarle al humanista y hacerlo huésped de nuestro México siempre tan hospitalario.
Pero por si cualquier duda, coincidencia o eventualidad, usted considera aún que lo que mueve a nuestro reyezuelo es en efecto el humanismo, un cierto apego a las causas justas o algo parecido a la decencia, sepa de otro personaje al cual le tocó conocer la otra cara de nuestro Martin Luther King con guayabera.
Kirill Olegovich Safrán, crítico y opositor al régimen de Putin, se radicó en México desde hace algunos años, pensando que aquí gozaría de la libertad y las garantías que en otro tiempo nos distinguieron como un remanso de las dictaduras.
Sin embargo, Olegovich fue detenido y preso por las autoridades mexicanas a petición de don Vladimir Vladímirovich y está en vías de ser deportado a Rusia, donde muy probablemente enfrente tortura y muerte.
Hay incontables alertas internacionales sobre la situación de los derechos humanos en Rusia; diversos juristas han desaconsejado poner a Olegovich en manos del tirano. Aun así, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) se lo está envolviendo de regalo a Putin junto con una botella de tequila, y AMLO ha desoído todas las advertencias.
Pero es que en realidad no le importa en absoluto la suerte del camarada Olegovich con tal de quedar bien con uno de sus máximos héroes políticos que, para sorpresa de nadie, ¡es un dictador!
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El Gobierno de López Obrador y su malhadada 4T ha comprometido las relaciones diplomáticas de México con España, con Estados Unidos y hasta con Argentina; con Perú, con China, y ahora provocó una respuesta de Ecuador que, si bien es ilegal, no hubiera sucedido si el cabecita de panela de verdad respetara el principio de no intervención, la doctrina Estrada y entendiera que como Presidente no tiene derecho a la libre expresión ni a emitir una opinión a título personal.
Deben ser ideas demasiado complejas para su acervo y entendimiento, ya que su gestión se ha caracterizado desde un inicio por la reiterada infracción a los principios juaristas que, según él, tanto le importan y admira.
Un día nos vamos a despertar con la novedad de que estamos en guerra contra Trinidad y Tobago (y que ya vamos perdiendo el conflicto 2 a 0). Eso sería cómico, porque si nos llega a meter en un conflicto con alguna potencia, capaz que ya ni siquiera amanecemos en la geografía de este desvencijado planeta.