Apostarle a la vida, los sacrificios que implica, y ¿por qué tiene que ver con el cabello?
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Hoy fue domingo de lucha libre. Hoy perdió la cabellera un luchador. La verdad es que yo hubiera preferido que uno de los enmascarados perdiera la apuesta. Solo uno de los luchadores que apostó cabellera tenía algo de cabellera que valiera la pena apostar. Hace algún tiempo fui testigo de como un luchador perdía una cabellera espectacular. Negro, largo, quebrado, desesperadamente bien cuidado. Esa trenza terminó como donativo para la fabricación de pelucas para mujeres que pasan por quimioterapia. Hermosa combinación de tradición, deporte, arte y obras de compasión. Desde mi perspectiva, así vale mucho la pena la apuesta.
Ahora, apostar una máscara y perderla, eso sí es emocionante. El luchador tendrá que rediseñar su personaje, su estrategia, su imagen, e incluso su manera de moverse en su profesión. Se parece mucho a la vida, ¿no?
Yo sacrifiqué mi cabello por primera vez hace unos ocho años. La primera vez que me subí a un escenario tuve que raparme para el papel. Hoy he vuelto a raparme. ¿Una apuesta? No. Una decisión de moverme hacia una nueva etapa de vida. ¿Será que los luchadores también buscan la transición a una nueva etapa de su carrera por medio de un sacrificio? ¿Será que aquello que dicen de mujeres que cambian de peinado al cerrar ciclos tiene más de cierto que de material para memes?
Esta noche hay un luchador pelón. Y una “fan” de la lucha pelona. No sé qué buscaría el luchador al hacer la apuesta. Pero sé lo que busco yo. Estoy apostándole a una vejez a mi manera, me estoy apostando a mí. Ahora que lo digo, que lo pongo en blanco y negro, recobra más profundidad e intensidad.