Café Montaigne 293: ¡Grande, el maestro Arreola!
Mi vida es caótica. Siempre lo ha sido. Mi vida no tiene principio, pero sí final, como todas las vidas sobre la tierra. Y con esta parcela de vida tengo. No quiero ni deseo ni me intriga y menos me emociona ser eterno. Seré feliz cuando sea cadáver con un puño de tierra encima. Lo he escrito antes: me llama mucho eso de no sentir, no ir al baño, no comer, no escuchar, no hablar... la nada. Dios lo ha prometido: es aquello de que el muerto nada sabe, nada piensa, nada siente. Paradoja: la plenitud total en la nada (Eclesiastés. 9.5).
Por estos días releo al maestro Juan José Arreola. Y lo tengo que releer porque necesito una cita de sus textos para un trabajo, un escrito que tengo en preparación y, pues la verdad, no recuerdo en qué libro está. Y lo repito, mi vida es caótica y no quiero y nunca voy a consultar Internet, pues estoy releyendo todo Arreola por placer. Una obra milimétrica y pulcra: “La Feria”, “Confabulario”, “Bestiario”, “Varia Invención” y “Palíndroma”.
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Tengo la caja de sus libros que se editó precisamente para celebrar sus 100 años de nacimiento. Y sí, sigue vivo por siempre y para siempre. Insisto, al momento de escribir esta nota para nuestra tertulia, aún no encuentro la cita la cual necesito, pero ha sido un deslumbramiento estar releyéndolo. Mis libros tienen las huellas, las muescas de lo que me interesaba en su momento. He releído las notas al margen. Pero, ahora me interesan otras cosas. Y como el maestro Arreola es un autor clásico, pues es inagotable. Lo que usted le quiera “preguntar” de eso usted va a encontrar respuesta, digamos.
Autor total, aborda su prosa y poesía aquello que nos hace humanos: la condición del ser humano. Amén claro está, de bucear en la sociedad, en los años perdidos, pero no olvidados de un México rural adolorido y siempre entrampado en una dualidad funesta: ricos contra pobres. También aborda a esa casta “divina” de sacerdotes, obispos y monaguillos de turbante, cofia y chocolate, pero eso sí, por lo general millonarios y “compadres de Jesucristo”, les endereza en un texto el maestro Arreola.
Al documentar las aventuras y desventuras de “Zapotlán el Grande” −Ciudad Guzmán, Jalisco, hoy en día−, Arreola documenta las aventuras y desventuras de todos los pueblos de México. Y por cierto, de esas aventuras de mi vida, estuve en Zapotlán en un bautizo hacia la década de los años noventa del siglo pasado. A mata caballo y enfiestado, estuve allí tres días. Sí, un pueblo/ciudad como todos los de México. Almidonados y erigidos con base en su Palacio Municipal, su plaza principal y su parroquia: un plano español.
El primer libro que he releído ha sido “La Feria”. Aquí deambulan personajes de todo tipo: el artesano, el zapatero, las señoritas de “buena sociedad y familias”, el cura metiche, el rico, el pobre, el campesino al cual le arrebatan sus tierras; maricas, prostitutas... en fin, sí, un pueblo donde bulle y hierve la vida. ¿Qué hacer con la obra toda de Juan José Arreola vista a través de los nuevos anteojos del feminismo enfurecido y desbocado, los llamados “neo entes” o mutantes (se dicen a sí mismos humanos “no binarios”: quieren serlo todo. Son nada), vista su obra bajo el tamiz de lo políticamente correcto o lo de hoy en boga, “equidad de género”. Y tantos otros rastrojos de censura que hoy se abalanzan?
ESQUINA-BAJAN
Lea usted algunos fragmentos de “La Feria”, los cuales no pasan los estereotipos de censura hoy (se creía el siglo 21 un siglo de libertades y ha sido un siglo de prohibiciones). Cuando se habilita en el pueblo toda una calle (varias a la redonda) como “zona de tolerancia”, de prostitución, en lugar de que lo sea todo el pueblo (el centro y alrededores), el maestro narra: “El núcleo está en la calle de Lerdo y doña María la Matraca lo fortalece y lo ramifica por Guerrero y Morelos... Lo que pasa, mi querido Marqués, es que a ti te gusta ir de día con las muchachas, porque de noche te da miedo, y ahora más. Todo aquello es un enjambre de briagos y de cuicos. Antes ibas por la calle, como quien no quiere la cosa... Y nadie se daba cuenta, porque güilas había por todas partes, con o sin cantina...”.
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¿Nota el lenguaje del maestro? Un idioma vivo el cual sabe contar y cantar, lenguaje que hoy se ha ido perdiendo hasta casi desaparecer: briagos, cuicos, güilas, pirujas. En otro párrafo sobre este tumor muy necesario en las ciudades y pueblos (la prostitución acotada), escribe: “Hubiera visto cómo trataron en el Laberinto a los policías y a las gentes del juzgado que fueron a un lanzamiento de pirujas; el que no salió arañado se quedó sin camisa, y ni modo, eran mujeres”. Insisto, este lenguaje y sus giros semánticos es una maravilla (pirujas, les dice), pero políticamente incorrecto todo lo anterior el día de hoy, por eso exijo que las del “8M” quemen su obra.
Lea usted. Ante el tema de un litigio de siempre entre los pobres campesinos sin letra y los nuevos terratenientes que los quieren despojar de sus tierras, un personaje dice: “Y lo más chistoso de todo es que si les dieran las tierras, se vendría abajo toda la agricultura de la región. ¿Se imagina usted la crisis? ¿De dónde iban a sacar para hacer las labores si no tienen ni para taparse el fundillo?”.
LETRAS MINÚSCULAS
Regresaré al tema del lenguaje, los giros y los enfoques usados por el maestro Arreola. ¡Grande, el maestro Arreola!