Café Montaigne 303: El gran José Emilio Pacheco

Opinión
/ 1 agosto 2024

Se dice rápido y de corridito, pero fue una vida, la vida de un genio en las letras mundiales. Voy: se cumplen 85 años del natalicio del gran José Emilio Pacheco (30 de junio de 1939) y este año se cumple una década de su partida. Caray, apenas fueron tres líneas mal escritas para delinear los motivos de este texto: la celebración de la palabra de un escritor mexicano con raíces ibéricas por parte de su madre, María del Carmen Berny.

85 años de su nacimiento. No dudo la alta secretaria de Cultura, Esther Quintana Salinas, ya tenga en su agenda algo preparado con tan alto y victorioso motivo. Leer a Pacheco es el mejor homenaje que le podemos rendir. En cualquiera de sus modalidades o claves: poesía, ensayo (su famoso “Inventario” firmado sólo con sus iníciales, JEP, sigue siendo un monumento a la cultura universal), periodismo, cuento y novela. Y aquí aparece una novela harto famosa, leída en su momento por todos: “Las Batallas en el Desierto”, relato publicado originalmente en 1981 en un suplemento cultural, hoy desaparecidos y muertos casi por completo.

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El gran José Emilio Pacheco ha sido uno de los pocos (ignoro si el único) mexicanos distinguidos con los dos más altos galardones en lengua española: ganó el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2009 y en el año siguiente se le concedió la antesala del Nobel de Literatura, ni más ni menos, el Premio Cervantes.

Usted lo sabe, este mundo ya no es mi mundo. Y no, no me interesa ya. Lo disfruté en su momento. A mares. ¿Soy un primitivo al promover hoy leer de nuevo Pacheco en sus libros? Sí. ¿Estoy amargado? En lo más mínimo. ¿Añoro un mundo pasado el cual siempre fue mejor? Sí. Al menos para mí, sí. Sin dudarlo y sin equivocarme.

Cosa curiosa, muchos humanos creen en una vida eterna fuera de esta vida. ¿Ser inmortal? ¡Caramba! A quién se le ocurre semejante idea estrafalaria, absurda y estúpida. No hay nada mejor a un motivo: descansar en paz, en el silencio del sepulcro hasta ser agotado por los gusanos y larvas. Es aquello escrito en Eclesiastés, la Biblia: “El muerto nada sabe, nada siente. El muerto, muerto está. Los muertos nada saben” (Eclesiastés. 9.5).

Este ya no es mi mundo. Sé una cosa: no voy a ninguna parte. Ni me interesa. No me gustan los goces pasivos, sino los goces activos como la lectura. Al parecer, lo de hoy es la asepsia completa: ni fu ni fa. Todo incoloro, inodoro e insípido. Lo de ayer era una maravilla... hoy te daña la salud. Incluyendo las lecturas, claro.

Este ya no es mi mundo. Y cuando me vaya, no me duele ni me va a doler dejarlo. Hay un libro el cual releo siempre: “Fin de Siglo y Otros Poemas” de nuestro invitado de hoy, JEP. El libro lo he comprado varias veces donde lo veo. La última ocasión en una edición maltratada en un polvoso bazar en Monterrey. Tapas marchitas, contenido explosivo.

El libro ya lo llevé con mi encuadernador de cabecera para acicalarlo, refilarlo, y sí, le ponga una tapa dura la cual se merece semejante poeta. Repito, Premio Cervantes. Antes de entregarlo en terapia intensiva, lo hojeé al azar. Quisieron los hados encontrara esta cita en sus versos:

La ciudad en estos años cambió tanto

Que ya no es mi ciudad...

ESQUINA-BAJAN

Naturalmente ya lo notó: es mi frase, mi muletilla aquí acuñada: éste ya no es mi mundo. Son frases patrimonio de la humanidad con las cuales nos defendemos de esto, lo cual nos taladra la cabeza: la vida misma. Agradezco a usted haya adoptado dicha frase. No es mía, sino suya. La poesía, los poetas son profetas: traen la verdad en su palabra.

Si los jóvenes cantaran, tocaran algún instrumento musical y leyeran poesía, se salvarían. Lea usted la cita que José Emilio Pacheco toma como epígrafe para uno de sus poemas. Cita de otro poeta, el inmortal Amado Nervo: “Oremos por las nuevas generaciones/ abrumados de tedios y decepciones: con ellas en la noche nos hundiremos...”. Nuestros jóvenes se están hundiendo y, con ellos, nosotros todos. No hay salvación posible.

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Ya nadie lee a Pacheco y esa novela corta, ese relato el cual se halla en la memoria de los mexicanos (eso creo), un relato el cual forma parte de nuestra identidad nacional (eso creo), un relato de iniciación sexual, familiar y amorosa en la Ciudad de México (sucede en la mítica colonia Roma), “Las Batallas en el Desierto”. Usted lo sabe, el protagonista es Carlos, de 8 años, quien se enamora de la mamá de su amigo, su mejor amigo, Jim. Ella 20 años mayor, Mariana.

Como siempre, ya me acabé el espacio, pero regresaré al tema: no es menor la importancia del gran José Emilio Pacheco como traductor. En su momento, una editorial hoy desaparecida, Libros del Salmón, recopiló en un volumen todas las traducciones de la pluma de Pacheco: un manjar hoy inconseguible. Y claro, cómo no rendirle homenaje a la traducción (aproximación, la tituló JEP) que hizo de los “Cuatro Cuartetos” de T.S. Eliot. Años, años de su vida la dedicó a edificar esta catedral de la poesía.

LETRAS MINÚSCULAS

Seducido por la belleza de la Biblia (¿quién no?), tal vez pocos lo saben, JEP también tradujo “El Cantar de los Cantares”. Otra joya.

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