Celular: ¿Prohibir o educar sobre su uso?

Prohibir el celular en clase como punto de partida no está mal, pero sin educación de hábitos no tiene sentido
En los últimos meses, ha habido un aumento en la prohibición del celular en las escuelas y salones de clase. Prohibirlo, a primera vista, parece una medida lógica para evitar distracciones, pero aquí se genera otra pregunta: ¿estamos enseñando a nuestros hijos a evitar la tentación o a aprender a regularse en su uso? Si aceptamos que el celular, la tableta o la computadora forman parte fundamental de la vida cotidiana en la sociedad actual, la clave no debería ser la prohibición, sino “educar para regularse”.
Los estudios son claros: el uso inadecuado del teléfono en clase reduce el rendimiento escolar. Un metaanálisis de Glass y Kang, sobre el valor del uso de dispositivos móviles en el aula (incluso para tareas inofensivas, como mandar mensajes), concluyó en un efecto negativo significativo sobre la retención de información y la atención sostenida. Investigaciones del London School of Economics llegaron a la misma conclusión, en este caso, a partir de prohibiciones: en estudios realizados en varias escuelas de nivel preparatoria, el rendimiento académico mejoró con la prohibición, especialmente en el caso del alumnado que tenía más dificultades.
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Así, mientras que prohibir parece ser efectivo a corto plazo, la prohibición no es una buena estrategia en cuanto a preparar a los estudiantes para la universidad o el trabajo, donde está permitido el uso del celular, pero se espera que los estudiantes sean responsables y que usen el sentido común. Esa es la razón por la cual surge el término “autorregulación” como una de las capacidades más importantes o determinantes que se desarrollan desde la infancia y que también está estrechamente relacionada con el funcionamiento del lóbulo frontal del cerebro.
La autorregulación es el control que se tiene de los propios impulsos, de enfocar la atención, de gestionar las propias emociones y de retrasar las recompensas inmediatas para alcanzar las metas a largo plazo. Esto implica saber cuándo hay que hacer uso del celular y para qué, así como tener conciencia sobre los límites que hay que trabajar. En un estudio que fue publicado en Developmental Cognitive Neuroscience, se observó que los adolescentes con mayor grado de autorregulación tienen un mejor rendimiento académico, presentan menos problemas de conducta y llevan una vida emocional más estable.
Bajo este enfoque, los profesores y las familias no solamente debemos considerar prohibir el celular, sino aprovechar cada momento para enseñar su uso responsable. Algunos educadores han puesto en práctica estrategias, como “momentos sin celular”, diálogos sobre la adicción digital y actividades que fomentan la atención plena y la reflexión personal. Estas prácticas no son únicamente estrategias para disminuir la distracción, sino que también forman y educan a un ciudadano digital responsable.
¿QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES EN CASA?
1) Modelo de uso del celular. Los hijos aprenden más por lo que ven que por lo que se les dice. Si tú −papá o mamá− utilizas el celular en la cena o en las conversaciones, de alguna forma entenderán que no existen momentos para desconectarse.
2) Normas claras y negociadas. En vez de reglas preestablecidas, conversa sobre los riesgos de su uso, sobre los beneficios de la concentración y de la importancia de la autorregulación.
3) Promover actividades sin pantallas. Invita a tus hijos a leer, pasear, jugar en familia o practicar algún deporte. Cuantas más opciones tengan, menos necesidad tendrán de recurrir a la pantalla por aburrimiento.
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4) Hablar sobre los efectos del celular en el cerebro. Hablar con ellos sobre cómo las notificaciones constantes o cómo las redes sociales influyen en la dopamina, la concentración y la memoria puede lograr en ellos una conciencia que permita cambiar hábitos. Recomendamos la lectura de nuestro cuento: “El día que Cerebrito dijo NO al celular”.
En conclusión, prohibir el celular en clase como punto de partida no está mal, pero sin educación de hábitos no tiene sentido. El objetivo debe ser ayudar a nuestros hijos a ser dueños de su atención, de su tiempo y de su comportamiento digital. Educarlos para que se autorregulen no sólo les permite mejorar el rendimiento escolar, sino que los prepara para ser adultos autónomos, con pensamiento crítico y sanos emocionalmente.