Cine y Ópera: Pergolesi, Williams, Zimmer y Morricone se dan la mano
El público melómano de Saltillo disfrutó de dos espléndidas puestas musicales en escena en dos recintos emblemáticos de nuestra ciudad, los pasados días 25 y 27 de abril. La Orquesta Filarmónica del Desierto bajo la batuta de su director titular, Natanael Espinoza, presentó un programa con piezas de música cinematográfica, en el marco de su temporada de conciertos.
Bajo el título Homenaje a John Williams, Hans Zimmer y Ennio Morricone, el conjunto orquestal, y ante un lleno completo en el Teatro de la Ciudad Fernando Soler, recorrió casi cinco décadas de cine sonoro, con piezas orquestales que se podrían equiparar en dificultad y expresividad musical a algunas de las sinfonías del romanticismo tardío en el siglo pasado. De los tres compositores sólo Ennio Morricone ya no vive (murió en el año pandémico de 2020), mientras que Zimmer (1957) y Williams (1927) siguen activos. Los tres han sido galardonados con incontables premios por sus composiciones cinematográficas, incluido el codiciado Oscar que otorga la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas.
La lectura madura y entusiasta del joven director del conjunto sinfónico coahuilense permeó todas las secciones orquestales, permitiéndole al público disfrutar de un sonido sólido, vibrante y robusto en las piezas épicas y dramáticas (Jurassic Park, Gladiator, King Arthur, Interestellar y la celebérrima Star Wars), como del lirismo intenso en el Oboe de Gabriel (La misión), Cinema Paradiso y La lista de Schindler. Los solistas en el oboe y el violín, en El oboe de Gabriel y La lista de Schindler, respectivamente, otorgaron una interpretación plena de sensibilidad y sólida técnica de fraseo en sus instrumentos.
La pieza más demandante por su explícito y evidente virtuosismo orquestal fue Asteroids (campo de asteroides) de John Williams, perteneciente al episodio V, El Imperio contraataca. En esta penúltima pieza del programa, la OFDC demostró su nivel de madurez, obtenido a lo largo de ocho años de perseverancia, disciplina, seriedad y compromiso con el arte musical en nuestra ciudad. Dicha pieza, que apenas si se logra escuchar en el diálogo angustiado de los personajes protagónicos (Princesa Leia, Han Solo, Chewbacca, y compañía) que zigzaguean entre un denso campo de asteroides, está erizada de notas en figuraciones rápidas, cambios constantes de ritmo y de compás, dinámicas que frisan entre sforzatos, triples f, texturas tímbricas empalmadas, etc., una pieza orquestal de demandante técnica en todas las secciones y de precisión rítmica absoluta y de balance sonoro.
Dos días después (27 de abril), la Compañía de Ópera de Saltillo presentó en La Besana la primera de tres funciones de la ópera buffa La Serva Padrona, de Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736), una auténtica joya musical del siglo XVIII. Este Intermezzo operístico, como se le llamó en su momento, fue interpretado por dos solistas de la Compañía de Ópera de Saltillo, el barítono Thamar Villarreal y la soprano Eva Morón, en los papeles de Uberto y Serpina, respectivamente, y en el papel de Vespone- criado mudo- el actor Juan Antonio Villarreal, quien, además, fue el director escénico, acompañados por el ensamble de cuerdas barroco de la OFDC, todos bajo la dirección musical de Alejandro Reyes-Valdés- que dirigió desde el clavecín.
La versión de esta compañía le dio a esta ópera la gracilidad y comicidad propias que Pergolesi ideó. Todo ello fue posible gracias a la conjunción de una buena dirección escénica, el talento musical y vocal de los solistas y una estricta lectura estilística del texto musical que otorgó a la primera presentación de La Serva Padrona, en La Besana, un éxito que el público agradeció efusivamente. Aquilato la discreta y puntual colaboración de los técnicos de iluminación, que le dieron a los cuadros escénicos las dimensiones de atmósfera adecuadas al estado de ánimo de los personajes. Fue evidente, durante toda la trama, la pericia escénica de los cantantes y el actor, además de una espléndida dicción del idioma de Dante.
El actor y director de escena, Juan Antonio Villarreal, fue elocuente, ya que su papel de mudo no opacó el desenvolvimiento de los cantantes; sus desplazamientos y posturas apuntalaron el aún más complicado entramado vocal a través de las arias y los recitativos, secos y acompañados. La orquesta de cuerdas y el bajo continuo, propia en sus dimensiones y de acuerdo con los cánones del barroco, abordaron con propiedad los meandros del estilo dieciochesco: ornamentaciones, fraseo y articulación, tempi adecuados y el chispeante contrapunto característico de la época. El exterior y contexto de toda esta historia no pudo ser más apropiado: la guerra en todo su apogeo en los ecos de bombardeos, mientras que en el interior de la casa de Uberto se fraguaba el amor.
CODA
“Todo amor vive su propia guerra”
(Epígrafe proyectado sobre el muro de La Besana, al final de la función de La Serva Padrona).