Claudia Sheinbaum, al confesionario presidencial

Opinión
/ 25 octubre 2024

En la escena aparece Claudia Sheinbaum (CS) arrumbada en la silla presidencial. Sus ojeras, la palidez sepulcral de su rostro restirado por su cola de caballo -bien apretada, propia de la rigidez de su personalidad- y la delgadez de su cuerpo reflejan un profundo cansancio a sólo 25 días de haber llegado al poder.

“¡No manchen! Sí, mucho ‘ándale Claudia, aviéntate a construir el segundo piso de la transformación’, pero nadie me avisó del desmadre que me dejarían de país”.

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Ligeros toquidos a la puerta del despacho presidencial la sacan de sus pensamientos. Musita, Claudia: “adelante”. Es una de sus edecanes militares que le recuerda: “En cinco minutos debe estar usted en el confesionario para su hora de cada día con el patrón”.

La edecán, al fin millennial, piensa: “Se la mamaron con la adaptación del confesionario de ‘La Casa de los Famosos a Palacio Nacional’, seguro fue doña Betty porque nunca tenía nada que hacer”.

Con dificultades, Claudia se levanta y dirige sus cansinos pasos al confesionario; otra edecán le abre la puerta. Entra. Toma asiento en el único sillón ubicado en un espacio rectangular de 2 por 4 metros, con paredes color negro; insonorizadas y blindadas a cualquier sonido o señal externos. El sillón es color guinda intenso con descansabrazos en forma de dos dragones cuyas cabezas miran hacia el frente.

La luz baja de intensidad y desde algún lugar emerge la voz del patrón (EP): “¿Cómo te va Clau?”.

CS (le llega un torrente de adrenalina y rejuvenece): Bien, patrón. Ahí, echándole, muchas ganas.

EP: Mmmmhhh. ¿Cuántas veces has mencionado mi nombre para que mi pueblo amado no me olvide?

CS: Con exactitud, en las 30 conferencias -mañaneras y otras- he mencionado su nombre 203 veces en los primeros 21 días de mi presidencia” (Serendipia: 2024).

EP: Bien; casi 10 veces diarias. Dime, ¿cuáles son tus preocupaciones hoy?

CS (fría): Pos, ¿qué me recomienda hacer con el desmadre que trae Rubén Moya, gobernador de Sinaloa, en su estado? Porque la violencia iniciada el 9 de septiembre ya escaló a guerra civil entre la chapiza y la mayiza; cada día, crecen las balaceras, los muertos, los desaparecidos y los bloqueos a un elevado costo económico. Lo peor, cada día, Moya aparece como el núcleo detonador de esta violencia por haber traicionado con los chapitos al Mayo Zambada.

EP: Tú tranquila, arrópalo de nuevo con los gobernadores y los legisladores morenistas e instruye -al inútil- del senador Ignacio Mier que minimice los sucesos de Culiacán y culpe a Francisco Labastida por la violencia criminal que ocurre en este momento. Sí, aunque haya sido gobernador hace 32 años. Recuerda: sí Rubencito cae, caemos muchos.

CS (distante): ¿Qué me sugiere hacer con Chiapas, donde ocurre otra guerra civil entre grupos del crimen organizado que han causado cientos de muertes, desplazamientos masivos y fracturado comunidades indígenas que ahora se enfrentan entre sí? Ya, hasta asesinaron a Marcelo Pérez, un icónico sacerdote y guía espiritual de miles de chiapanecos.

EP: Sencillo. dile a Patricia Armendáriz que cocine una pendejada de altura y la publique en “X” para desviar la atención: “Me atrevo a sospechar que el crimen organizado ha rozado la iglesia. El sacerdote asesinado en San Cristóbal a decir de muchos tenía muchos bienes que no vienen de la limosna. Menos de una comunidad tan pobre”. ¿Qué más pendientes traes?

CS (indiferente): ¿Qué hago con los dos coches bombas que estallaron en Guanajuato? Uno en Acámbaro con tres policías lesionados, uno de gravedad, y otro en Jerécuaro con un portal en ruinas, vehículos y locales con daños materiales, sin heridos.

EP: Fácil. Responsabiliza al gobierno panista de Guanajuato de lo ocurrido. Que se joda.

CS (sonríe, burlona): Perfecto, patrón, seguimos en perfecta sintonía con esta declaración que le comparto: “La estrategia del gabinete de seguridad es que no haya enfrentamientos; no vamos a regresar a la guerra contra el narco”.

La luz del confesionario recupera su total luminosidad; la voz del patrón desaparece sin despedirse. Claudia acaricia las cabezas de dragón del sillón y se levanta revitalizada; con más autoridad y hambre de poder (las palabras del patrón siempre cobran ese efecto en ella).

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