Coahuila: Las peras y manzanas del olmo de Rubén Moreira
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Pedir peras al olmo es una expresión coloquial para ilustrar lo inútil que resulta esperar de alguien lo que jamás podrá darnos, como es el caso del diputado Rubén Moreira Valdez, en alusión a su programa “Con peras, manzanas y naranjas”, un árbol cuya sombra envenena y que ningún fruto nos puede aportar.
Y es que Coahuila ya no puede esperar nada bueno de Rubén Moreira, ni de su esposa la senadora Carolina Viggiano ni del palafrenero Miguel Riquelme. La realidad es que no están en posibilidad de gestionar beneficio alguno para nuestro estado, no son legisladores “bisagra”, ni oposición pragmática como los senadores Yunes o Barreda.
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Se podría sacar algún provecho para los coahuilenses si esos legisladores tornaran en una oposición cooperativa, y no un remedo contestatario de aquel Andrés Manuel que tomaba el Zócalo, el paseo de la Reforma y los pozos petroleros, porque ese Peje vivía entonces en un departamento de Copilco y no en las Lomas de Chapultepec, lo que ahora es “Casi el paraíso” de los nuevos ricos como Riquelme, Rubén y Carolina.
Este columnista tiene todos los artículos que Rubén Moreira publicó en un periódico local. Ahora es más influyente y publica en diarios nacionales y tiene su programa de análisis, crítica y opinión política en las redes titulado “Con Peras, Manzanas y Naranjas”, donde alterna con el abogado Miguel Ángel Sulub Caamal, auténtico maya chuje, y con Mario di Costanzo, italomexicano que fue secretario de Hacienda en el gabinete legítimo del entonces presidente ilegítimo Andrés Manuel López Obrador, el mismo que mañana dejará de ser presidente legítimo para volver a ser presidente ilegítimo, de facto, una malasombra para la primera Presidenta de México.
El suscrito conoció al economista Mario di Costanzo cuando ambos trabajábamos para el grupo parlamentario del PRD en la 58 Legislatura, donde el coordinador era Martí Batres. Mario después fue diputado al igual que Sulub Caamal, pero Rubén les da un trato de patiños, no los deja hablar y los excede con sus gracejadas.
Rubén Moreira se ha convertido en un excelente tribuno, pero su mezquindad y soberbia poco le ayudan para convertirse en el mecenas político de Coahuila. Rubén critica la sombra de AMLO sobre Claudia Sheinbaum, pero olvida que él gobernó nuestro estado siendo la sombra de su hermano Humberto y de Miguel Riquelme. Asimismo critica la deuda pública del Peje, pero no la de Coahuila.
El programa de las peras de Rubén es ameno, pero únicamente él echa albures y maldiciones. “¡Rubén está pelón!”, simula que alguien grita y él responde: “¡Agarras!”. Y en el librero tiene dos figuras del “Cara de papa”. Catarsis para dummies. Rubén Moreira nos recuerda a Díaz Ordaz, que siempre se rodeaba de gente menos agraciada que él y era el único que hacía chistes de su fealdad, pero enfurecía si alguien reía de su mofa.
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Rubén en su programa nos da clases de historia, lee la espeluznante nota roja, tiene cápsulas ecológicas y nos presume su teología. Lo único patético es cuando pone melodías de Barry White y empieza a mecerse muy arrobado. Nos recuerda a Elba Esther Gordillo (fan de Barry), cuya inmensa oficina (ella la mandó construir) perderá Rubén en San Lázaro.
Sintonice usted los sábados “Con Peras, Manzanas y Naranjas” y podrá enterarse de que a nuestro querido diputado Rubén Moreira su médico le prohibió comer puerco, lácteos, langosta y abulón. ¡En la madre!