Coahuila: Manolo Jiménez y el gabinete agridulce

Opinión
/ 7 diciembre 2023

Usted lo sabe si me ha leído, cuando quiero clarificar mis torpes ideas en política, leo literatura. Narrativa, ensayo y, claro, lo esencial y lo que nos da cuerpo como humanos civilizados (en teoría), leo poesía. Por estos días me entrego a una antología de una poeta norteamericana que al parecer no había sido traducida al español en forma adecuada. Es Úrsula K. Le Guin (1929-2018). Su antología de poemas se titula “En Busca de mi Elegía. Poesía 1960-2010)”, editada por Nórdica Libros.

Poeta de buen registro y de temas tan variados como lo es la vida misma. Aunque pronto la abordaremos en nuestra tertulia de “Café Montaigne”, van unos versos de su poema “El error”. Lea usted: “Las grandes flotas grises dependen / no de la voluntad de un almirante / sino de la locura y la fatalidad. / Los hombres creen hacer sus guerras. / Descubren su error / tarde y mal”. ¡Caramba, qué de ideas que muerden en materia política y apenas en seis versos!

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Los primeros versos nos reflejan fielmente la locura y fatalidad a la cual están enfrentados y entregados nuestros vecinos regiomontanos, ahora que su almirante, el gobernador Samuel García, y su compañera virtual, Mariana Rodríguez, han malbaratado su escaso criterio y bono político y social en su infantil aventura pre-presidencial, alentado por el colmillo retorcido de Andrés Manuel López Obrador. Nuevo León es un caos. En todos los sentidos. Samuel García hizo su guerra, nos avisa la poeta Le Guin, y ya advirtió el tamaño del error. ¿Hay dos gobernadores en Nuevo León? Es intrascedente. Imagino uno le va a Rayados y el otro a Tigres. En fin, eso los retrata fielmente.

Mientras los vecinos arden, aquí en Coahuila inicia la era de Manolo Jiménez Salinas en la gubernatura. De entrada, no sé si mantener su mote el cual le va bien: “El Cowboy Urbano”. El gobernador sigue siéndolo. Pero ahora encimado en la gubernatura, pienso que su estilo personal de gobernar dará para otros adjetivos y sustantivos: otro mote. En estos días Manolo vive su luna de miel con sus gobernados. Son los llamados 100 días de su gestión. La historia es de todos conocida: a principios de 1933 y en la sede del imperio mundial del siglo 20, Estados Unidos de América, el nuevo presidente Franklin D. Roosevelt construyó el mito de los primeros 100 días de gobierno. La teoría era sencilla y sigue vigente: lo que no se hiciera en ese periodo, no podría realizarse en el resto del mandato.

El mismo Roosevelt bautizó esos 100 días como “la luna de miel” de un presidente con su pueblo y con la oposición, aunque Roosevelt tenía la mayoría de ambas cámaras y no los necesitaba para la aprobación de reformas y presupuestos. Cuenta la leyenda y el articulista Juan Carlos Doyenart que en esos 100 días Roosevelt gestó el famoso “New Deal” (el “Nuevo pacto”), con una serie de actos administrativos y de leyes que presentó a un obediente parlamento que, sin discusión de por medio, aprobó.

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Como siempre, escribió el articulista, la realidad es otra. Si bien se aprobó la muy trascendente “Ley de Bancos”, en esos días hubo muchos juegos de artificios, cargados de simbolismos sobre el inicio de una nueva era, en busca de recuperar la confianza de los norteamericanos perdida tras la crisis del 29. Y lo anterior viene a mi materia gris para enmarcar el inicio de Jiménez Salinas y el nombramiento de su gabinete, el cual lo acompañará en los primeros 100 días de su gobierno.

ESQUINA-BAJAN

Manolo llega con los ciudadanos esperando un cambio, otro nivel de vida. Su bono electoral es envidiable (más de 700 mil votos en las urnas). Su bono de gobernabilidad es tan grande como las expectativas y anhelos de la gente de Coahuila y de los llegados de otros estados, esperando mejorar su atrasada calidad de vida que en sus regiones nativas se les niega. El tamaño de los problemas de Coahuila (el futuro de llevarlo a otro nivel, el siguiente nivel) es un buen reto para un exalcalde de los mejor calificados y votados en su momento a nivel nacional.

Como siempre, ya me acabé el espacio, pero buena tinta está corriendo con miras a analizar los perfiles de su gabinete. No a todos se les dio gusto en la composición. No todos están contentos. Es una combinación, digamos, agridulce. Por un lado, la “momiza” (experiencia, pues); para decirlo en el lenguaje trasnochado de AMLO: Carlos Robles Loustaunau, Hilda Flores, Óscar Pimentel, Jesús María Montemayor, Claudio Bres... junto a la “chaviza” brillante, la nueva hornada, como Gabriel Elizondo, Blas Flores González, Diego Rodríguez...

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Un joven abogado descuella por sí mismo, es Gabriel Elizondo Pérez (secretario de Inclusión y Desarrollo Social). Me lo presentó en tertulia en su momento el abogado que más sabe de leyes en general y derecho electoral en particular, Gerardo Blanco Guerra (quien ha sido nombrado secretario ejecutivo del alicaído IEC. De hecho su tarea es rescatarlo del caos en el cual se encuentra. Lo abordaré pronto). Con Elizondo Pérez no hay punto muerto. Con él se parla de boxeo, gastronomía, el tema equino, y pertenecemos a la misma religión: le vamos a unos desdibujados Acereros de Pittsburgh.

LETRAS MINÚSCULAS

Echado pa’ adelante, como norteño bien nacido, Manolo Jiménez Salinas inicia su gestión. No dudo de su éxito.

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