Coahuila: una vez más, el crimen organizado es repelido
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Los grupos criminales actúan en México a partir de una cierta condición de ‘empoderamiento’ que les ha permitido la política de ‘abrazos y no balazos’ desplegada por el actual Gobierno de la República
El componente más inquietante en la actividad de los grupos de la delincuencia organizada en el territorio nacional es su constante desafío a las instituciones públicas. En la semana hemos atestiguado en Coahuila un violento ejemplo que ya costó la vida de dos elementos de seguridad.
Las imágenes que llegaron este miércoles desde la carretera “Ribereña” difícilmente pueden conducir a una conclusión diferente: los delincuentes que intentan ingresar a nuestra entidad -procedentes de Nuevo León y/o Tamaulipas- no evidencian ningún temor al enfrentar directamente a las fuerzas policiales y militares a plena luz del día.
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La embestida de los criminales es de tal magnitud que las autoridades estatales solicitaron al público que se abstuviera de circular por el tramo carretero que une a Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila. Sin duda se trató de una recomendación en beneficio de la seguridad de quienes utilizan dicha vía, pero también del reconocimiento implícito de que la delincuencia disputa el control territorial de la zona con relativo éxito.
El mensaje enviado por el Gobierno de Coahuila ha sido claro y contundente: “Lo que hay que resaltar es que no se permitirá la entrada al territorio de Coahuila a los grupos criminales. De nueva cuenta la fortaleza institucional que tienen nuestras corporaciones se demuestra y está a la vista de toda la sociedad coahuilense”, dijo el gobernador Miguel Ángel Riquelme.
No es la primera ocasión en que grupos delincuenciales que operan en aquella región -pero se encuentran asentados en las entidades vecinas- intentan ingresar a Coahuila para desarrollar aquí sus actividades. Tampoco es la primera vez en que son repelidos con éxito.
Lo que resulta inquietante es que su posición de abierto desafío a las instituciones públicas se mantenga y que, con la repetición de sus intentos, tal realidad se vaya “normalizando”. Preocupa, sobre todo, que las imágenes de lo sucedido parecen demostrar cómo el fracaso de sus intentos se debe, en esencia, a la acción de las corporaciones policiales de Coahuila.
Los enfrentamientos registrados esta semana en la frontera coahuilense representan, en ese sentido, una evidencia contundente del fracaso de la política de “abrazos y no balazos” desplegada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, al menos en lo que toca al desmantelamiento de las bandas criminales y a la contención de su avance.
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Más aún: la forma en la cual actúan quienes forman parte de estas pareciera reflejar más bien un cierto “empoderamiento” a partir de la convicción de que las fuerzas federales no actúan en su contra de forma contundente, ni siquiera en circunstancias como las registradas ayer.
Hay que reconocer, desde luego, la fortaleza institucional de Coahuila y la capacidad local para contener el avance de los grupos criminales. Pero eso no debe traducirse en el hecho de ignorar el elefante en la sala: la inacción del Gobierno de la República en materia de combate a la criminalidad ha provocado que los delincuentes “se envalentonen” y desafíen al Estado sin recato alguno.