Cosas prohibidas (o sea tentadoras)
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De la Ciudad de México voy en avión hacia Tepic. El vuelo es de los llamados “piyameros”: sale a las 6:20 de la mañana. Hay que estar en el aeropuerto una hora antes, y 30 minutos más se necesitan para llegar ahí desde el hotel Camino Real. Por tanto, la levantada fue a las 3:30. La jornada anterior la terminé a las 12 de la noche. Mi mujer y mis hijos opinan que a mis años esos andares son locura, pero de tal manera estoy ya hecho a ellos que me parecen cosa de rutina.
A mí me gusta mucho ir a Tepic, porque de ahí es Amado Nervo. Murió en Montevideo este poeta. Su cadáver fue embalsamado y traído en barco para darle sepultura en México. Eso coincidió en fecha con el tiempo en que López Velarde escribió su “Suave Patria”. Tengo la teoría de que unos misteriosos versos del poema, a los cuales los críticos dan diferentes interpretaciones, aluden a ese acontecimiento. Son los endecasílabos que dicen: “...y nuestra juventud, llorando, oculta / dentro de ti el cadáver hecho poma / de aves que hablan nuestro mismo idioma...”.
Ahora déjame presumirte lo que compré en Tepic. Compré una botella de licor de peyote. ¿Será legal? Supongo que no, pues confieso que no lo compré en local establecido, sino de manos de unas señoritas que lo elaboran en su casa y ahí mismo lo ofrecen. El peyote, me dicen en voz baja, lo consiguen de “unos inditos”. Recomiendan ese licor para quitarse “con un traguito” los dolores musculares, artritis, reumatismo, ciática y toda suerte de quebrantos causados por golpes de los llamados contusos. Tan pronto llegue a sentir yo alguno de esos ajes le daré un trago a la botella. Seguro estoy de su eficacia.
Otra cosa compré. Tan pronto escribí “cosa” me arrepentí porque esto que compré no es una cosa. Es un Niñito Dios huichol, una pequeña imagen del Dios Niño vestido con el hermoso atuendo de esa etnia tan rica en artes y en sabidurías. La cabecita del divino infante reposa en un cojín cuya funda, tejida con hilazas de colores, tiene unas palabras en lengua indígena que significan algo así como: “Duerme, mi Niño, y duerma yo en ti”. ¿Cómo pude decir que eso es “una cosa”?
Me veo ahora en el momento en que voy a dar mi conferencia. Han pasado ya 30 minutos y no me llaman para empezar la perorata.
-Es que no ha llegado el Presidente Municipal de Jalisco –me dice alguien.
Yo, vanidoso como todos los ignorantes, pienso que quien me ha dicho eso es ignorante. “Será el Gobernador de Jalisco” –pienso en mi interior–. Luego me entero de que contiguo al municipio de Tepic está el municipio de Xalisco. No cabe duda: los viajes ilustran aun a los deslustrados como yo. Xalisco, o Jalisco, quiere decir “sobre la superficie de la arena”.
Me toca luego ir por carretera a Guadalajara. En el camino llego a Santa María del Oro. Aquí hay una hermosa laguna cuyo fondo jamás nadie ha tocado. Los lugareños piensan que sus aguas mojan el centro de la tierra. Yo, más superficial, me limito a ocupar una mesa en una de las fonditas establecidas a la orilla de la laguna azul, y ahí me despacho un par de tequilas y una competente ración de chicharrones de pescado, gala mayor de la gastronomía local. Qué lindo es esto de andar en la legua. Disfrutas cosas del cielo y de la tierra. Y del agua también, bendito Dios.
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