¿Cuáles son los ‘cárteles terroristas’ de Donald Trump?
COMPARTIR
Es necesario clasificar con rigor técnico (criminológico, político criminal, jurídico penal y de seguridad nacional) a los grupos delictivos en México
Por Héctor Chincoya Teutli
La intención del presidente electo de Estados Unidos, de designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras (FTO), es una buena oportunidad para realizar, de una vez por todas, una clasificación de las organizaciones criminales que existen en nuestro país, dejando atrás la utilización de términos como pandillas, grupos delictivos, bandas, células criminales y “cárteles”.
Desde hace más de 30 años, en México las organizaciones criminales están estereotipadas bajo la imprecisa y genérica denominación de “cártel”, cuando su forma de organización, presencia territorial y actividades ilícitas que realizan son diferentes. Esta falta de definición le da la oportunidad al presidente electo Donald Trump de pensar que todas las organizaciones criminales que existen en nuestro país son “cárteles” dedicados al narcotráfico. Podría desarmar su narrativa y contribuir a la estrategia de seguridad que encabeza el jefe Harfuch, un acuerdo del Consejo Nacional de Seguridad Pública que realizara una primera clasificación de las mismas.
Colombia, por ejemplo, toma como base la Directiva Permanente No. 15/2016 del Ministerio de Defensa Nacional que dividió a las bandas criminales (BACRIM) en Grupos Armados Organizados, los que bajo un mando responsable ejerzan sobre un territorio un control tal que les permita realizar operaciones militares sostenidas y concertadas y las considera objetivos lícitos de intervención de sus Fuerzas Armadas; y, los Grupos Delictivos Organizados, que son competencia de la Policía Nacional.
Ecuador es otro ejemplo en América Latina de un país que distingue entre organizaciones criminales estructuradas y jerárquicas, del crimen convencional integrado por grupos flexibles e inestables.
En nuestro país, no todas las organizaciones criminales deben ser consideradas “cárteles” dedicados al tráfico de drogas trasnacional. La fallida estrategia de guerra contra el narcotráfico fragmentó a las grandes organizaciones criminales y creó, salvo los sinaloas y los jaliscos, una constelación de medianas, pequeñas y microorganizaciones, con estructuras más flexibles, capacidad operativa limitada y menos recursos financieros, que se enfrentan entre sí por el dominio territorial y el control de mercados criminales no relacionados con el tráfico de drogas. No obstante, seguimos utilizando el nombre genérico de cárteles, mafias o bandas para designarlas.
Independientemente del criterio que se tome en su clasificación, se debe reconocer que las condiciones criminales que en su momento sustentaron la utilización del apelativo “cárteles” llegaron a su fin, porque la diversidad de organizaciones criminales, sus patrones de comportamiento y estructuras han cambiado y se vive otra realidad criminal, sumamente compleja, que a veces confunde a los ciudadanos y a las autoridades. Tal y como lo han hecho los gobiernos de Colombia y Ecuador y ante la amenaza de Donald Trump de considerar como “cárteles terroristas” a los “cárteles” mexicanos, es necesario clasificar con rigor técnico (criminológico, político criminal, jurídico penal y de seguridad nacional) a los grupos delictivos en México.
En el marco de la elaboración de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública del gobierno federal, lo anterior permitiría no soslayar las diferentes realidades criminales que existen en el país; distinguir a las organizaciones a partir de sus características definitorias; estar en posibilidad de diseñar estrategias diferenciadas de desarticulación en función del riesgo o amenaza que cada una de ellas representen para la seguridad ciudadana, la seguridad pública, la seguridad interior o nuestra seguridad nacional; y, determinar el tipo de autoridades responsables a quiénes corresponde su persecución ya sean municipales, estatales o federales.
Miembro de Número de la Academia Mexicana de Criminología