Cultura y Pop: Fiebre en el Campo
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Puesto así, “Fever Pitch” podría suponerse una penosa entrada directa al panteón de los freaks. Pero oh sorpresa, se convirtió en un libro de culto
A los once años Nick Hornby era un niño hosco y malhumorado, cuyos padres estaban divorciados. Para encontrar un tema de qué hablar, su padre lo llevó a ver un partido de fútbol del club londinense Arsenal. Y el evento le cambió la vida.
Veinticuatro años más tarde, Hornby, por entonces un aspirante a escritor de treinta y cinco años, publicó “Fever Pitch” (1992), un ensayo sobre fútbol — o mejor aún, una autobiografía con el fútbol de por medio: Hornby no estaba interesado en explicar los mecanismos del juego, utilizar el fútbol para construir metáforas sobre la vida, o alabar a jugadores y denostar a técnicos, sino hablar de su pasión, el Arsenal Football Club, y los sentimientos que le generaba. Algo que en su cabeza era exactamente lo mismo que hablar de él mismo.
Puesto así, “Fever Pitch” podría suponerse una penosa entrada directa al panteón de los freaks. Pero oh sorpresa, se convirtió en un libro de culto.
Cada capítulo está dedicado a un partido del Arsenal—o del Cambridge FC, equipo al que siguió durante su época de estudiante universitario— y Hornby explica lo qué sucedió, cómo lo vivió, y qué sucedía en su vida por entonces, relacionando siempre ambos aspectos: las derrotas y las victorias del Arsenal eran (sin duda) resultado en parte de cosas que él hacía, y lo que ocurría en su vida estaba influido por el desempeño del Arsenal en el terreno de juego.
El éxito del libro se debe, en parte, a que muchos aficionados se reconocieron en él: también ellos atribuían la aparentemente inexplicable derrota de su equipo a que ellos habían cometido el error de cambiar algo en su ritual previo al partido. Pero “Fever Pitch” es más que el recuento de la obsesión de un hombre por un equipo de fútbol. Habla de la búsqueda de identidad del ser humano, las relaciones de pareja, el sexo, la familia, la pasión, la violencia, el éxito, el fracaso y la esperanza que renace cada vez que comienza una nueva temporada de fútbol — o cambiamos de trabajo, superamos una enfermedad, o encontramos un nuevo amor.
Desde entonces Hornby ha escrito varias novelas que han tenido éxito en nuestra cultura pop; las más famosas son “High Fidelity”, “About a Boy”, y “Juliet, Naked”, que han sido adaptadas al cine y a series. Hornby, sin embargo, también escribe en periódicos y revistas, y siempre me ha llamado la atención una columna que publica en la revista americana The Believer desde el 2003.
En “Stuff I’ve Been Reading” (“Cosas Que He Estado Leyendo”) Hornby lista los libros que ha comprado y los libros que ha leído en los últimos meses. Frecuentemente las listas son diferentes — lo que compra no es lo que lee inmediatamente, y lo que está leyendo no es necesariamente lo que acaba de comprar.
Después comenta los libros que leyó, en un tono alejado de lo académico, lo intelectual, y lo posh. Es decir: Hornby no es un profesor haciendo su jale o un intelectual que desea mostrar lo erudito que es, sino una persona que compra y lee libros porque lo que encuentra en ellos le resulta fascinante.
De paso, Hornby reflexiona sobre temas que suelen atormentar a quienes leen. El momento, por ejemplo, en el que descubrimos que hemos olvidado la inmensa mayoría de lo que hemos leído, y sólo recordamos algunas ideas en general — y eso si tenemos suerte. Peor aún: como a veces, al revisar la lista de libros que hemos leído a lo largo de los años, no solo no recordamos de qué trataban algunos, sino que el título de otros no nos dice absolutamente nada.
O cómo, si queremos leer un mínimo de libros al año, sentimos renuencia a leer libros ladrillo, porque nos consumirán el tiempo en que podríamos leer cuatro libros de tamaño “normal.” O el momento en el que decidimos que no leeremos lo que todo el mundo —¿quién será todo el mundo?— dice que tenemos que leer: la vida es muy corta y hay tanto bueno que leer, que leemos ya solo lo que nos gusta — no libros que ni nos importan ni nos dicen nada, por muy clásicos que sean.
O cómo quienes leen organizan sus días para tener tiempo de hacerlo — aunque eso signifique no ir a eventos sociales— y planifican con cuidado los libros que leerán las próximas semanas. Y lo frustrante que resulta cuando otros asuntos trastornan esos planes.
El amor que Hornby le tiene a los libros es fácil de explicar: a través de palabras consiguió plasmar no sólo su amor por un club de fútbol, sino todas las ideas y sentimientos que su afición le producía. Y millones de personas han leído esas palabras, y las ideas y sentimientos que reflejan han reverberado en ellos y enriquecido sus vidas — de la misma manera que leer las experiencias de otros ha enriquecido la vida de Hornby.
La próxima semana explicaré por qué los libros son una tecnología formidable. Y también me marcaré un Hornby: hablaré de los libros que he leído últimamente para remarcar el punto.
(“Fever Pitch” está traducido el español como “Fiebre en las Gradas”, Anagrama, 2008.)