Cumbre trilateral: ¿hay una agenda común para el futuro?
Las cumbres internacionales constituyen una oportunidad extraordinaria para la concreción de acuerdos mutuamente beneficiosos para las naciones, acuerdos que pueden impactar más allá de las fronteras de los países que participan en ellas.
Por eso, la cumbre trilateral entre México, Estados Unidos y Canada, celebrada ayer en la Ciudad de México, tendría que ser percibida como un espacio de diálogo entre tres naciones que, más allá de sus circunstancias particulares, han construido, a los largo de casi tres décadas, un espacio común que les permite aprovechar las ventajas que implica la vecindad.
El resultado de estos encuentros tendría que ser entonces uno que apunte hacia los intereses comunes en primer lugar, independientemente de que en el centro de las preocupaciones de todos debe estar el espacio más amplio en el cual vivimos todos, producto de la globalización.
No parece muy claro qué acordaron en concreto los presidentes López Obrador, Biden y Trudeau en el encuentro común celebrado ayer, más allá de la conformación de un “comité trilateral” –que se integrará con un grupo de especialistas de los tres países– cuya tarea será buscar “la unión en todo el continente Americano”.
Sin duda las naciones con mejores condiciones económicas tienen un deber solidario con los pueblos menos favorecidos por eso que hemos dado en llamar el progreso económico, pero nadie puede ayudar a otros si antes no ha resuelto sus propios problemas.
Debe reconocerse, sin duda, el que se haya dado un encuentro cordial –aunque desconocemos el tono de las discusiones fuera de cámaras– y que existan puntos de coincidencia que pueden ventilarse públicamente.
Sin embargo, era de esperarse que la cumbre hubiera arrojado resultados más contundentes para nuestro país, sobre todo por el momento económico que vive el mundo y que está marcado por la “relocalización” de las cadenas productivas.
México. Estados Unidos y Canadá tienen, a no dudarlo, una agenda común. Los intereses de nuestras tres naciones se han alineado –acaso de forma ineludible– desde que se pactó el extinto Tratado de Libre Comercio de América del Norte y que, con todo y la turbulencia que se generó en su momento, fueron ratificados en la negociación del T-MEC.
Nuestras convicciones como latinos –a diferencia de las de nuestros socios– nos obligan a voltear permanentemente hacia el sur y eso está bien. Sin embargo, el progreso de nuestra comunidad está vinculado en gran medida a la sociedad que hemos establecido y fortalecido con nuestros vecinos del norte y de la cual hemos obtenido enormes ventajas.
Valdrá la pena en este sentido, que la cumbre trilateral sirva para afianzar los lazos de cooperación con nuestros principales socios comerciales y, a partir de esa relación, fortalecer la situación de nuestra sociedad. Perder de vista dicho objetivo difícilmente nos conducirá a mejores realidades.