De tres en tres inundan el Fernando Soler
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“Como México no hay tres”, un juego de palabras que le hizo un guiño a Pepe Guízar y le dio título al segundo concierto de la temporada agosto-diciembre 2025 de la Orquesta Filarmónica del Desierto (OFD), con un programa tan ingenioso como novedoso, al incluir a dos grandes compositores mexicanos del siglo XX: Silvestre Revueltas y José Pablo Moncayo, y al sordo de Bonn, Ludwig van Beethoven. De esta manera la OFD finalizó los festejos patrios, musicalmente, con tres obras mexicanas que se interpretaron por primera vez en nuestra ciudad, el poema sinfónico Janitzio y Música para charlar, ambas piezas orquestales del duranguense Silvestre Revueltas, y Sinfonietta, del tapatío José Pablo Moncayo.
El Trío Siqueiros, conjunto de música de cámara, formado por Ana Karen Rodrígez (violonchelo), Noé Macías (piano) y Juanmanuel Flores (violín), fue el invitado solista de esta ocasión. El ensamble camerístico regiomontano interpretó el Triple concierto para piano, chelo, violín y orquesta, en Do mayor, Op. 56 de Beethoven. La obra, compuesta entre 1807 y 1808 cuando Beethoven tenía 37 años, carece del virtuosismo y la chispa de otras obras del período; posee, sin embargo, una nobleza cálida en sus temas y un delicado balance entre los instrumentos del trío y el conjunto orquestal.
El Trío Siqueiros logró con creces transmitir los elementos musicales impresos en los movimientos de la partitura (Allegro, Largo, Rondo alla Polacca), mediante una cohesión rayana en la perfección: sus respiraciones precisas, el balance sonoro entre ellos y la diafanidad de sus ataques en los instrumentos, permitieron disfrutar de la textura propia en cada uno de ellos. El sonido peculiar beethoveniano permeó los tres movimientos de la obra, en donde la OFDC sostuvo un diálogo terso con el trío que fue más allá de lo discreto. El Trío Siqueiros obsequió, después de su brillante interpretación, un encore interpretando una obra de cámara de Manuel M. Ponce.
El resto del programa, dedicado a los dos compositores nacionalistas mexicanos más representativos, Revueltas y Moncayo, hicieron de esta velada una fiesta de sonidos de ferrocarril, del bullicio de la calle, de la expresividad honda de la gente, de las bandas musicales de los pueblos, etcétera, toda esa cosmogonía musical que poblaron las obras del genio Silvestre Revueltas. El programa abrió con Janitzio, el poema sinfónico que Revueltas compuso en 1933, seis años antes de la muerte del compositor. La obra, llena de disonancias y polirritmia flotó en la sala del Teatro de la Ciudad.
La lectura e interpretación del maestro Natanael Espinoza, director artístico del en ensamble coahuilense, logró desvelar los elementos populares que tanto ensalzó Revueltas: esa novedad tan singular en la concepción orquestal de combinaciones instrumentales de gran atrevimiento, notorias en el colorido sintáctico de las secciones orquestales, y la tersura melódica de los pasajes líricos expresados, sin embargo, en disonantes contrapuntos. La orquesta sorprendió con un sonido vibrante. En Música para charlar (1938), el público pudo deleitarse con la descripción sonora que Revueltas plasmó en esta suite sinfónica. La obra fue concebida para un filme documental que describía la construcción del ferrocarril de Baja California. Espinoza logró transmitir la poesía visual de los once cuadros, o tomas, a través de un virtuoso manejo de los múltiples planos sonoros de la partitura y de las espléndidas pausas que Espinoza introdujo entre cada una de esas “tomas”.
El apoteósico cierre del programa se dio con la Sinfonietta de José Pablo Moncayo, obra compuesta en 1945. En ella Moncayo reafirma su posición indiscutible como brillante y excepcional orquestador y baluarte del nacionalismo mexicano. La obra, como lo indica su nombre, es una sinfonía breve, pero con todos los elementos estructurales de esta forma musical. La OFDC y su director, Natanael Espinoza, prodigó al público una ejecución brillante, virtuosística y ceñida, vaya, no desbordó los límites estilísticos de la obra. Las tres obras de los dos compositores mexicanos fueron escuchadas e interpretadas por primera vez en nuestra ciudad, hecho loable y afortunado.
CODA
Esperamos, los amantes de la música, que la OFDC siga interpretando obras de nuestros compositores mexicanos. Nivel y capacidad para hacerlo la tiene tanto el conjunto orquestal coahuilense como su director artístico.