Debate sarapero: candidatos, dignos representantes de las corrientes que los postulan
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I.
Lo único más jodido que un pobre debate entre los candidatos a la alcaldía de tu ciudad, un triste espectáculo de obviedades, desconocimiento y vacuidad; es que aun así haya estado infinitamente mejor que el debate entre los aspirantes presidenciales.
Independientemente de si es usted un rendido miembro de la secta amloísta (por alguna razón que no me explico hay algunos que leen está columna) o el más jurado enemigo de López Obrador y su proyecto de la Cuarta Transformación, lo cierto es que ninguno de los tres, las dos candidatas y el sonriente Máynez, está a la altura de la contienda que están librando.
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Y esto es natural porque todos están allí por una cuestión circunstancial, no por una trayectoria política que los haya colocado en dicha posición: El “emecista” fue postulado sólo porque el bebesaurio Samuel García se bajó de la precandidatura con el pañal sucio del miedo.
La señora Gálvez fue un fenómeno inflado y alimentado por el propio encono con que el mandatario trata a quienes se atreven a increparlo, él solito la subió al primer circuito político electoral, cosa de la que primero tal vez se arrepintió, pero hoy quizás hasta lo celebra, ya que doña X no da el ancho como materia proselitista.
Y Claudia, bueno... ¡Ni qué decir! Como cualquier candidato del oficialismo va en hombros de quien la impuso y lleva una amplísima ventaja que hasta se antoja corta para el tiempo y los recursos que ha invertido a una campaña que se remonta al día uno de su gestión como jefa de la CDMX.
Ninguno puede hablar sin un guion escrito por alguien más porque ninguno es realmente presidenciable; ninguno ha imaginado −para bien o para mal− un proyecto de nación o una aproximación siquiera de lo que sería su presidencia porque, ya le digo, están allí por una circunstancia, por un accidente y no por una búsqueda personal o una convicción ideológica.
II.
En lo referente a los candidatos a la gerencia de mi terruño, tengo que destacar que al menos son dignos representantes de las corrientes políticas vigentes:
Un candidato oficial tratando de mimetizarse con quien lo postula, que no puede disgregar del guion institucional ni dejar de agradecerle en todo momento a su padrino.
Y desde luego, una candidatura opositora muy enérgica y contestataria, que pone el dedo sobre dolorosas llagas pero, al igual que todos los candidatos de oposición de los últimos doce años, agarra de bandera los mismos argumentos y delitos sobre los que nadie ha hecho ni hará absolutamente nada.
Al hoy candidato por MC, Mitchel Márquez, lo conocí hace algunos años en un evento de estudiantes de comunicación y me pareció peligrosamente ignorante. No estoy hablando mal de él. En ese momento él mismo hizo alarde ante los estudiantes de su falta de estudios y preparación como comunicador exitoso (les dijo que no era necesario estudiar). Hoy de igual manera dice que no se necesita experiencia ni tiene mucha ciencia ejercer el servicio público. Sus apasionados arrebatos lo ponen en sintonía con la joya de su partido, Mariana Rodríguez, quien también se enorgullece de su falta de preparación o habilidades particulares porque en cambio tienen sus “buenas intenciones”. Me provoca pesadillas pensar que cualquiera de los dos llegase a gobernar alguna de las dos capitales norestenses: Saltillo o Monterrey. Dichos escenarios parecen chuscos y altamente improbables... hasta que ocurren.
Me dio un enorme gusto, en cambio, que por primera vez se diera espacio entre las candidaturas a una representante de las personas con discapacidad neurodivergente... Eso hasta que me enteré que la contendiente por el Partido Verde, Elisa Villalobos, no está diagnosticada con ningún padecimiento. Simplemente es así, lenta y no muy brillante.
La candidatura presentada por el PAN en la persona de Amal Esper (aunque parece un nombre sacado de Star Wars, creo que así se llama de verdad), es tan anodina que sólo me refrenda lo que siempre he pensado: Que cuando Acción Nacional cotiza a la baja, queman a cualquier pobre infeliz (o “infeliza”, ni modo). Si tuvieran en cambio una mínima posibilidad de dar la pelea y quedarse con la alcaldía, postularían a alguien de la familia López (para los que nos leen en otras latitudes, los López son los viejos señores feudales de esta comarca).
Sin embargo, hoy el PAN viene de haberse acostado con su acérrimo enemigo, el PRI, aventura que no resultó nada bien. Al PAN le prometieron que le harían el amor con ternura, pero en cambio le hicieron salvajemente el sin respeto, a ver si por fin admite que tiene más de 30 años sin ser virgen.
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Lució mucho mejor en el debate la abanderada del PT, Diana Hernández, quien se mostró un poquito más en contacto con la realidad y no parece estar en personaje en todo momento pues, como ya dijimos, el candidato oficial quiso hacer un Manolo (y le sale igual que a Claudia la imitación de AMLO); la aspirante de Morena viene repitiendo las mismas líneas discursivas que en su momento le creímos al Presidente; el de MC recurre a la teatralidad para compensar su oprobiosa falta de preparación; la candidata del PAN se esfuerza demasiado y logra el mismo resultado que la del Partido Verde que es... “especial”, como se dice hoy en día.
No se vislumbran, sin embargo, sorpresas en el horizonte: ganará el oficialismo y lo malo es que todos los demás tendrán un lugar al menos en el Cabildo como regidores. ¡Cristo nos agarre bien peinados!