Dele like, por favor, se lo ruego

Opinión
/ 19 enero 2024

Actualmente, en la era dorada de la información, no hay nada más veraz y confiable que lo que vemos en nuestras adoradas redes sociales. Esos mágicos espacios virtuales donde cada foto es una obra maestra de la espontaneidad y cada estado de ánimo es un arcoíris de positividad.

Este es un fascinante reino de apariencias deslumbrantes y verdades a medias. Un emocionante viaje por el universo de las ilusiones digitales, donde nos sumergimos en la piscina infinita de selfies perfectas, filtros que podrían disfrazar a un aguacate de supermodelo y estadísticas de likes que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), están a punto de ser clasificadas como una nueva droga socialmente aceptable.

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Y es que cada “me gusta” es un aplauso virtual y cada filtro es un amigo fiel, que rinde homenaje a la maravillosa ilusión que estas plataformas han creado. ¿Quién necesita la realidad cuando puedes tener una versión altamente editada de la misma? En este apasionante viaje, nos sumergimos en un mundo donde todos somos felices, exitosos y poseemos una habilidad innata para posar frente a la cámara como si fuéramos modelos profesionales. ¿Para qué enfrentar los altibajos de la vida real cuando se puede filtrar cada imperfección hasta que nuestra existencia online parezca un episodio de un reality show de ensueño?

Este emocionante universo paralelo nos presenta la realidad con la misma autenticidad que un billete de un millón de dólares en la casa de Monopoly. Por supuesto, cada selfie es capturada en el ángulo más favorecedor posible, después de un riguroso proceso de selección entre cientos de intentos fallidos. Digo, ¿quién va a mostrar la vida tal como es cuando puede mostrarla tal como quiere que la vean?

Las redes sociales nos han enseñado que el éxito es directamente proporcional al número de seguidores que tenemos y al brillo excesivo de nuestras publicaciones. Claro, puede que en la vida real estemos luchando con problemas financieros, laborales, de pareja, etc., pero en el mundo digital, ¡somos una sensación viral en potencia! Sólo necesitamos un par de fotos glamorosas, una pizca de exageración y por supuesto, un filtro que borre las preocupaciones de la vida cotidiana.

Aquí es cuando surge la maravillosa ilusión de la perfección. Gracias a la magia de los filtros y las ediciones, cualquiera puede convertirse en un modelo de portada de revista. Olvídese ya de los días en los que las fotos eran instantáneas inalterables de su fea y horrible realidad.

¡Pare de sufrir! Ahora con el nuevo paquete de súper filtros, usted puede ser el hada madrina de su propia imagen, transformando cada selfie en un cuento de hadas digital donde los granos y las ojeras son solo cosas que les suceden a los plebeyos.

Pero nadie en esta vida es “alguien” sin amigos. Por algo Roberto Carlos, el cantante, no el exfutbolista, grabó ese gran éxito: “Yo solo quiero un millón de amigos”. Bueno, si esa canción la hubiera grabado hoy y no en 1975, tendría millones de amigos. Claro, en línea, como es la moda.

¿Para qué tener amigos reales cuando se puede tener cientos o miles de ellos en línea? Las redes sociales nos ofrecen la oportunidad única de acumular amigos como si fueran figuritas coleccionables. Y lo mejor de todo, ¡puedes ignorarlos completamente y nunca enfrentar la incomodidad de la interacción cara a cara! Esa parte sí me gusta, bien por las redes sociales.

Pero, claro, la diversión no se detiene ahí. ¿Quién necesita amigos reales cuando puedes tener 500 amigos virtuales que te dan like en esa foto donde estás mirando pensativamente a la nada? La ilusión de tener una vida social activa es tan palpable como los emojis de aplausos que recibes en cada publicación. Y por supuesto, no olvidemos la competencia feroz por demostrar quién tiene la vida más emocionante, porque claramente, ¡la felicidad se mide en número de fotos publicadas!

Y qué decir de esas maravillosas vacaciones que todos disfrutamos desde la comodidad de nuestro sofá. Gracias a las redes sociales, ahora podemos experimentar la sensación de estar en una playa paradisíaca mientras tratamos de no quemarnos con la luz de la pantalla del teléfono. Por supuesto, nadie necesita saber que el único bronceado que obtenemos es el del resplandor del monitor.

Pero hay que ver el lado positivo, Daniel. Gracias a las redes sociales, todos somos expertos en prácticamente cualquier cosa. ¿Nunca ha estudiado medicina? No hay problema, porque una rápida búsqueda en Google y unos minutos viendo videos en YouTube lo convertirán en un cirujano improvisado. ¿Quién necesita años de educación y experiencia cuando tienes un perfil en línea lleno de afirmaciones sin respaldo? Solo basta publicar en nuestras redes sociales para que la sociedad moderna nos otorgue el título correspondiente y diga: “Ah, ese es un experto en el tema, tiene como 20 seguidores y publica videos. Él sabe de lo que habla”.

Al final, las redes sociales son ese lugar mágico donde todos somos exitosos, felices y tenemos una vida social más vibrante que una colonia de flamencos en un carnaval. ¿Existe algo mejor que vivir en un mundo donde todos somos modelos, expertos en cualquier tema y súper estrellas?, ¿quizás una dosis saludable de realidad? Las redes sociales son la panacea de la autenticidad, donde la verdad se mezcla a la perfección con el sarcasmo y la ironía. ¿Para qué necesitar la verdad cuando se puede tener la ilusión perfecta? ¡Qué emocionante es vivir en un mundo donde todos somos influencers en potencia y las fotos de nuestros gatos, perros o lo que sea son consideradas obras maestras! ¡Larga vida a la ilusión de las redes sociales! ¡Brindemos por ellas y su increíble capacidad para hacernos creer que la realidad es solo una opción!

Ni usted ni yo necesitamos la aprobación de los demás. En un principio, esta tecnología que debió acercarnos más a las personas terminó, por el contrario, alejándonos, convirtiendo nuestras vidas en una competencia constante. ¿Quién tiene la mejor casa?, ¿el mejor auto?, ¿la mejor pareja?, ¿las mejores vacaciones?, ¿la mejor vida?

Hemos perdido el sentido de nuestra propia existencia al obsesionarnos con esto, al dedicarle horas y horas a estar metidos en este “mundo virtual” que al final ya sea como simples observadores o participantes, no le importamos.

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No hay por qué estar en contra de usar estos medios; puede representar un buen entretenimiento, una válvula de escape a la vida tan loca que llevamos, el acceso más directo a la información, siempre y cuando sea confiable, o la mejor publicidad para nuestro negocio. Solo hay que crear conciencia de cómo y para qué vamos a usarlos.

Las redes sociales y todo lo que engloban, son extremadamente poderosas, el cómo usarlas y para qué, solo es decisión suya, pero recuerde, como dijo el tío Ben, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?

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