Día Mundial del Agua 2024: el líquido de la paz
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El llamado que hoy hace la ONU a considerar el agua como un elemento para la paz debe representar para todos una convocatoria a la acción eficaz en este rubro
“El agua puede ser una herramienta para la paz. Con el tiempo, ha habido muchos más incidentes de cooperación que conflictos por el agua, pero hay mucho más por hacer. La cooperación pacífica en torno al agua –dentro de los países y entre ellos– puede allanar el camino para una cooperación pacífica en todos los sectores”.
La frase anterior forma parte de los argumentos con los cuales la Organización de las Naciones Unidas ha convocado este año a la conmemoración del Día Mundial del Agua bajo el lema “Agua para la Paz”. Esta fecha, que como todos los “días de”, tiene el propósito de visibilizar los pendientes que debemos atender de forma colectiva, debiera constituir un llamado a la reflexión profunda sobre el tema en todo el planeta.
En particular, esta reflexión resulta obligada en regiones como la nuestra donde la sequía es una realidad presente y, de acuerdo con múltiples voces especializadas, es imperativo actuar para evitar el advenimiento de la aridez como reflejo del agravamiento de la situación actual.
En este sentido, la ONU convoca a que el agua sea “una fuerza estabilizadora y un catalizador para el desarrollo sostenible”, a partir de una premisa fundamental: considerar que el vital líquido “no es sólo un recurso que se puede utilizar y por el que se puede competir, sino que es un derecho humano, intrínseco a todos los aspectos de la vida”.
La cooperación, sostiene el organismo multilateral, tiene múltiples efectos benéficos: acelera el logro de los objetivos de desarrollo sostenible; mejora la seguridad alimentaria; mantiene medios de vida y ecosistemas saludables; ayuda a desarrollar la resiliencia al cambio climático; contribuye a la reducción del riesgo de desastres y proporciona energía renovable, entre otros.
No se trata solamente de un llamado para mejorar los mecanismos de cooperación entre las naciones del mundo sino, sobre todo, para que esta se registre entre los individuos. Plantearse el uso y administración de los recursos hídricos en términos de cooperación individual y entre comunidades puede hacer toda la diferencia entre un futuro sin crisis de agua y la aridez que anticipan las voces menos optimistas.
Hacer esto, además, no solamente garantizará que todos los seres humanos puedan ejercer a plenitud su derecho al agua, sino que contribuirá a la reducción de conflictos inter personales y entre sociedades, lo cual sin duda allana el camino a la construcción de la cultura de la paz.
Se ha convertido en un lugar común decir que las próximas guerras en el planeta tendrán como detonante el agua. El llamado que hoy nos hace la ONU es a desactivar ese futuro -sin duda posible- actuando con determinación y eficacia en el proceso de construir reglas e instituciones orientadas a convertir al agua en una fuerza estabilizadora y no en motivo de conflicto.
Pero para convertir este buen deseo en realidad es preciso que coloquemos al agua en el centro de nuestras conversaciones no solamente hoy, sino todos los días, pues solo así pasaremos de la discusión a la acción.