Docencia: Los maestros tienen pavor de enseñar
Cuando los docentes se encuentran con críticas y continuas exigencias o la constante sensación de ser ‘observados’, la atmósfera de confianza se deteriora
Nadie ha dicho que enseñar o ser maestro(a) sea una labor sencilla en la actualidad. El aprendizaje de los hijos(as) es una labor de corresponsabilidad entre la familia y la escuela, donde el respeto y la cooperación son elementos indispensables para que haya un espacio donde se pueda producir aprendizaje y pleno desarrollo de los alumnos(as).
En ocasiones los profesores(as) sienten miedo de enseñar, no a causa de la falta de vocación y/o de habilidades, sino por la percepción de posibles reacciones por parte de los alumnos o las alumnas, del grupo de estudiantes y del grupo de padres de los alumnos. Este miedo puede influir en el desempeño y limitar la posibilidad de implementar métodos creativos y efectivos en el aula.
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Un maestro(a) que siente miedo de represalias o estar constantemente expuesto puede llegar a volverse más rígido(a) en su proceso de enseñanza y esto deteriora el clima de aprendizaje y afecta a su vez la motivación de los estudiantes y, en último término, la calidad de enseñanza que reciben los estudiantes. Hoy la mayoría de los maestros(as) relajan su contenido o su estilo didáctico para poder adaptarse a las demandas de los estudiantes, aunque no logren los niveles de rendimiento propuestos durante el curso.
Cuando los docentes se encuentran con críticas y continuas exigencias o la constante sensación de ser “observados”, la atmósfera de confianza se deteriora. Esto no quiere decir que la función de los padres sea irrelevante en el proceso educativo de los hijos(as), pero la colaboración ha de ser respetuosa. Cuando se invaden las estrategias didácticas y la autoridad, estas invocan las siguientes actitudes en el docente:
1) Inseguridad en los docentes(as) que dificultan la toma de decisiones pedagógicas adecuadas.
2) Crear un ambiente de tensión que influencia la relación entre el docente(a) y los alumnos(as).
3) Reproducción de la desconfianza entre la escuela y las familias.
Por el contrario, la adopción por parte de los padres de una actitud respetuosa hacia la actividad de la docencia no sólo contextualiza el vínculo educativo, sino que también hace que sus hijos valoren la sabiduría y la autoridad de sus docentes.
Papás, los invito a abrir un proceso de comunicación constructivo. Si tienen sugerencias o quejas, hablen con los docentes desde una perspectiva constructiva, buscando soluciones en el diálogo. Y también les exhortaría a confiar en la experiencia de la docencia, en su preparación y en la toma de decisiones de clase a través de las cuales pueden beneficiarse sus hijos. El respeto por la autonomía de la docencia mejora su desempeño y los resultados educativos.
Es de vital importancia tener gratitud y, aun así, reconocer el trabajo de los docentes, ya que son los agentes que la educación y la formación de nuestros hijos tendrán después de los padres. Reforcemos sus valores de responsabilidad y no hagamos del aula un espacio de discusión y enfrentamiento.
Un docente que no se siente acompañado podrá enseñar desde la pasión, la creatividad e incidir positivamente en el rendimiento escolar y emocional de sus hijos. Un clima tenso y amenazado, en cambio, limitará lo anterior. Los profesores necesitan espacios de confianza para ejercer plenamente su vocación, mientras que los padres, en su lugar, serán los aliados estratégicos del proceso docente.
Les invitamos a reflexionar sobre cómo sus palabras, acciones y actitudes pueden cambiar el clima en la escuela. Construyamos juntos un entorno comunitario educativo, donde el respeto, la colaboración, la confianza sean las claves del triunfo escolar de sus hijos.