Dos palabras sobre Félix Mendelssohn

Opinión
/ 4 septiembre 2024

El pasado jueves 29 de agosto la Orquesta Filarmónica del Desierto interpretó la sinfonía No. 4, en la mayor, Op. 90, conocida como Italiana. Compuesta por Félix Mendelssohn-Bartholdy en 1833, es una de las obras más bellas del Romántico alemán.

El concierto con el que abrió la segunda temporada de la OFDC, inició con la obertura Guillermo Tell, siguió el plato fuerte de la noche: el doble concierto para chelo y violín y orquesta, de Johannes Brahms, y cerró con la sinfonía de Mendelssohn. Desde luego que, tratándose de Brahms, el más clásico de los compositores románticos, casi todo lo que salía de su pluma era sencillamente exquisito. Para la tradición occidental, los tres más grandes músicos han sido J. S. Bach. L. v. Beethoven, y Johannes Brahms.

Además, los dos solistas bruñeron la obra de Brahms: el chelista Álvaro Bitrán (Chile, 1957), y el violinista estadounidense William Harvey.

La sinfonía Italiana fue escrita cuando Mendelssohn tenía 24 años y está numerada como la 4, Op. 90. Del segundo ciclo de sinfonías se puede establecer el siguiente orden: la primera Op. 11 en do menor, de 1824; la segunda es la Op. 52, en si bemol mayor, llamada Lobgesang, de 1840. La tercera es la Op. 56, en la menor, llamada Escocesa, escrita entre 1829, y 1842. La cuarta es la Op. 90, Italiana, en la mayor, de 1833; y la quinta sinfonía Op. 107, en re mayor, conocida como De la Reforma, de 1830. Movidito don Félix para numerar sus obras.

Sin embargo, Mendelssohn es autor de 13 sinfonías para cuerdas escritas entre los 12 y los 14 años de edad. Las 13, en mayor o menor medida, son graciosas joyas de orfebrería sonora que el adolescente compuso a manera de ejercicios. Pero uno se preguntaría ¿por qué no escribió ejercicios más adecuados a su edad? Creo que se puede aventurar a manera de respuesta un par de ideas. Por una parte, el joven provenía de una familia judía. Su padre, Abraham, fue un acaudalado banquero, que ejerció un control de la más vieja raigambre patriarcal en la familia, a semejanza de Hermann, padre de ese meridiano artista llamado Franz Kafka. (Cuando el estimado lector busque deprimirse, lo invito a leer Carta al padre. Ahí verá que el padre “...: grande, fuerte, ancho, de voz potente, perseverante, severo...”, no es otro que el terrible insecto de La metamorfosis). Pero a diferencia de Hermann, el señor Abraham aceptó que su hijo se dedicaraa a la música y no a las finanzas, y lo apoyó contratando a una institutriz para su educación privada, a un profesor de música, Carl Friedrich Zelter (1758-1832), y regalándole una orquesta de cuerdas, con todo y músicos, director, afinador y toda la cosa. En realidad, la orquesta era para Félix y para Fanny, su hermana cuatro años mayor, y tan talentosa como el que más. Escúchese su diamantino Cuarteto para piano en la menor, ¡qué obra de tan exquisita elegancia! Fanny escribió alrededor de 450 obras. Por su condición de mujer algunas aparecieron a nombre de Félix. ¡Was zur Hölle!

La disciplina pétrea en casa —sus lecciones comenzaban todos los días a las cinco de la mañana—, más la carencia del contacto diario con condiscípulos, pronto se manifestó en el joven. Desde entonces su divisa habría de ser Nulla dies sine linea (Ni un solo día sin una línea). En suma: el regalo y apoyo de su padre, la disciplina familiar, la permanente interlocución musical con su hermana, más su talento, derivaron en que el adolescente Félix, aun imberbe, escribiera como meros ejercicios 13 sinfonías para cuerdas.

A Félix Mendelssohn no se le ha terminado de escuchar en toda su magnificencia por pesar sobre él la maldición del corsé. Se le ha encorsetado en dos o tres obras: la sinfonía Italiana, el Concierto para violín, en mí menor, Op. 64 (1844), la música incidental para Sueño de una noche de verano, Op. 61 (1843) (que incluye la Marcha nupcial). No obstante el notable equilibrio y energía desbordante de estas obras, invito a escuchar las 13 sinfonías para cuerdas, el Concierto para piano No. 1 en sol menor, Op. 25 (1820), y de manera muy especial el Octeto Op. 20 en mi bemol mayor para cuerdas, (1825). Hay una versión en youtube con la violinista neerlandesa Janine Jansen en el concertino. Tanto ella como el resto del octeto interpretan stradivari. El resultado deja a las sirenas de Ulises como rondallistas principiantes. Dicho sea con todo respeto.

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