Edipo. ¡En la madre!
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Edipo era un buen hijo: quería mucho a su mamá. Además se lo demostraba. Entiendo que todas las noches. Y a veces también en la mañana. Llegaba tarde a la escuela, y el profesor le preguntaba:
-¿Por qué te retrasaste, Edipo?
-Disculpe usted, maestro -respondía él-. Es que mi mamá me dio el besito de la despedida, y nos picamos.
Desde luego la mamá de Edipo no era una cabecita blanca al estilo de doña Sara García, por mencionar a la última que en el mundo se dejó las canas sin pintar. Yocasta, que así se llamaba la señora, estaba de muy buen ver por todos los rumbos cardinales. Cuando se filmó la vida de Edipo, el papel de Yocasta lo hizo Silvana Mangano, con eso les digo todo.
La historia de Edipo es conocida. Cuando nació, los arúspices le dijeron a su padre, Layo, que él moriría a manos de su hijo, y que además éste tendría amores con su madre. Para evitar tales inconvenientes Layo mandó matar al niño. Los sicarios, compadecidos del pequeño, lo abandonaron en un bosque y le llevaron al rey el corazón de un cervatillo. Hagan ustedes de cuenta Blanca Nieves, pero sin enanos. Un pastor recogió al niño. Tan lindo y bonito era que luego lo adoptó la reina de Corinto.
Creció Edipo. Cierto día iba por un camino y se topó con un hombre que le cerró el paso. Se hicieron de palabras, y Edipo linda y bonitamente lo mató. (Ya dije arriba que era muy lindo y muy bonito). El hombre resultó ser Layo, su padre. La fatal predicción se había cumplido.
Tiempo después Edipo acabó con la Esfinge, un monstruo mitad león, mitad mujer. Le hizo frente, por más que adelante estaba la parte más peligrosa de las dos -la de mujer-, y lo venció. En recompensa la reina de Tebas se casó con él. Esa reina era Yocasta, la mamá de Edipo. Se había cumplido la fatal predicción.
El final es triste. En castigo por haber dado muerte a su padre y haber hecho cositas con su madre, los dioses -ya se sabe cómo son los dioses- enviaron sobre Tebas una terrible peste. Para castigar a uno jodieron a 50 mil. ¡Pobres tebanos! Con eso de la peste todos tenían que andar con la nariz tapada, como ahora nosotros por el virus. Pensaron al principio que la peste se debía al drenaje, pero no: eran los dioses. Edipo supo que el culpable era él y se sacó los ojos. Yocasta, desesperada, se quitó la vida, pues ya no tenía a nadie que le dijera por las noches: “¡Mamacita!”.
Con todo, a Edipo le debemos dos cosas importantes. Respondió a la primera adivinanza de que se tiene noticia: “¿Cuál es el animal que por la mañana anda en cuatro patas, al mediodía en dos, y por la tarde en tres?”. Es el hombre, que de niño gatea, en la edad adulta camina sobre sus dos piernas y ya viejo se apoya en un bastón. Esa adivinanza la decía la Esfinge a los caminantes que pasaban, y a todos se los comía, pues ninguno le daba la contestación. Edipo atinó, y la Esfinge, en paroxismo de furor, se arrojó al mar.
La otra aportación de Edipo fue en beneficio de algunos siquiatras: que sacan del complejo de Edipo el 90 por ciento de sus ingresos.
Estoy hablando de ese personaje porque mañana voy a contar la historia de un hombre que sufrió un caso muy interesante de complejo de Edipo. Sucede que... (Continuará).