Ejercer el poder en Coahuila (2): el nuevo rector de la UAdeC

Opinión
/ 8 febrero 2024

Quienes tienen poder (de cualquier tipo, peso y medida) lo saben: el poder se ejerce, no se teoriza. Una máxima empresarial aplicada al poder: orden dada y no supervisada, no es orden. Menos disciplina. Si un empleado no cumple las órdenes del jefe, amén de que no lo quiere ni lo respeta, le tiene sin cuidado las represalias. ¿Por qué? Pues por eso: no se supervisa la orden dada. Da igual si el empleado, el guerrero, el arquero, el artillero, el contador, el tesorero lo cumple o no.

Una vez volvió a pasar lo impensable en el corredor estudiantil: no una centena de muchachos como los del Instituto Tecnológico de Saltillo el año pasado, sino 15 muchachos de la Universidad Autónoma de Coahuila (mi Universidad de la cual soy egresado), debidamente identificados con las siglas de Morena, volvieron a cerrar por días la zona universitaria: un caos urbano de nuevo. Dejar actuar a los “rebeldes” universitarios impunemente es abrirles las puertas y ventanas de la ciudad a nuevos avances, dislates, repercusiones y disturbios.

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El ya rector de la UAdeC, el joven ingeniero Octavio Pimentel (bautizado por el tremendo Arnulfo Favila como “Octaviolento”, el ocho veces violento Octavio. Ja. Ese Favila es un huracán), amén de haberse visto rebasado, flemático y sin brújula, dejó el poder de la negociación en su casa y se sentó a mirar cómo los de la Secretaría de Gobierno de Manolo Jiménez le arreglaban el galimatías. Ni él ni su “equipo” reaccionaron. Es decir, amén de ser lentos, no les “gira la piedra”. Inteligentes no son. Ya se vio.

El “Cowboy Urbano”, el gobernador Manolo Jiménez Salinas, con este movimiento en su tablero de ajedrez político enseñó lo siguiente, creo que usted lo vio: va a gobernar con la gente que él considera son sus mejores hombres y aliados. Inclinó la balanza por el joven Octavio Pimentel y en el camino quedaron Jorge Alanís y Alfonso Yáñez Arreola. El compromiso entonces, brutal, no es de Jiménez Salinas, no; el peso recae sobre el joven Pimentel para responder a las expectativas que el Gobernador ha dejado en sus espaldas.

Y como siempre: deje presumir mi estribillo machacón: se los dije. Me enteré con tiempo de la toma de la avenida enfrente del Ateneo Fuente (mi Ateneo Fuente). Mandé los mensajes pertinentes alertando de ello al equipo del infante Pimentel. Los recibieron. Nada más. Mi fuente en la UAdeC, un profesor del cual no puedo revelar nombre, me marcó preocupado y dolido. Me dijo lo siguiente: “Oye maestro, ya le marqué dos veces al candidato para alertarle de lo que le platiqué a usted. No me recibe la llamada. Si así anda en campaña, inalcanzable, ya me imagino como rector. Allá él...”. ¿Tenía fiesta Pimentel? Se la aguaron. Por no escuchar. O tal vez por algo más sencillo: no le sabe. Está verde para el puesto. 70/30 en la votación es algo patético. Ni control ni simpatía.

A estas alturas de la vida, usted lo sabe, señor lector, el voto es afectivo, no razonado. Se vota con el corazón, no con la razón. El joven Pimentel no convence ni es simpático. Abreviemos: ya está sentado ¿y ahora qué? No tiene planes, eso quedó claro en su campaña. No tiene equipo, eso quedó claro en su campaña. No tiene estructura, eso quedó claro en su campaña. ¿Más jeans y menos inteligencia, más shorts y menos trabajo? ¿O cómo va su propuesta de rectorado?

ESQUINA-BAJAN

¿Sabe qué pidió Nelson Mandela en sus largos años de cautiverio para liberar a Sudáfrica, cuando le fueron permitidos ciertos privilegios? Llevar en prisión pantalón largo. Es decir, honor, decencia, decoro, presencia, igualdad ante los blancos que eran los guardias y abogados. En fin. Al infante Pimentel le hace falta equipo, asesores de todas las áreas, trabajo, planes, estructura. ¿Más bikinis, más jeans y menos clases? ¿Cómo va su propuesta de rectoría? ¡Puf, por Dios! Sus jeans entallados no convencieron a nadie.

Leo un libro perturbador (abro un largo paréntesis: años tenía sin saludar ni tener tertulia con el candidato y ganador a la alcaldía de Saltillo, Javier Díaz. Hace poco me lo topé en un restaurante y, como siempre, cruzamos saludos: hola, buen día. Cómo estás. Saludos. Fin. Pero ese día los dos preguntamos por el número telefónico. Los dos lo teníamos. El mismo de siempre. Reímos de buena gana. Quedamos de marcarnos. Lo hicimos. Sí, hicimos buena tertulia Javier “El tritón” Díaz y su servidor, y para mi sorpresa al ver el libro que tenía en mis manos para esperarlo, me dijo así de sencillo: “Es un buen libro, maestro, justo lo acabo de terminar”: fin del paréntesis), el librazo es “Hombres de Gobierno. Estadistas que Hicieron de la Política un Arte”, de la pluma de Gerardo Laveaga.

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Son estampas, historias de eso, hombres que hicieron de la política un arte. Ninguno de ellos eran “buenas personas”; 99 por ciento, unos hijos de la patada, pero así se gobierna. Cuenta en la historia de Trajano (uno de los mejores emperadores de Roma), Stefan Zweig, que para gobernar y pasar a la historia no “bastan los grandes hechos”, sino poetas, historiadores, intelectuales, rapsodas que den cuenta de ello.

LETRAS MINÚSCULAS

Al joven rector le falta todo. Y no puede defraudar al “Cowboy Urbano”. Regresaré con un tríptico puntilloso y machacón.

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