El Areópago: Morena, el riesgo de la hybris en el poder

Opinión
/ 18 noviembre 2024

Hace más de 2 mil 400 años, en la antigua Grecia, la tragedia como género teatral era un recurso pedagógico-político por medio del cual se educaba a la audiencia, provocando la reflexión sobre conceptos clave para la vida pública, como la justicia, la concordia, el bien vivir y el respeto a las normas sociales y religiosas de la época.

Esquilo, el primero de los grandes representantes de la tragedia griega −los otros dos fueron Sófocles y Eurípides−, ganó el premio en las fiestas Dionisias atenienses del año 458 a. C con su trilogía de inmenso valor político: La Orestíada.

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Esta trilogía, compuesta por Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides, narra los acontecimientos que sucedieron al retorno de Agamenón de su victoria ante los troyanos. Sin embargo, Esquilo se distancia de la épica de Homero: la victoria se matiza con reflexiones sobre la justicia, el victorioso ya no es el héroe caudillista que merece los honores divinos y sociales absolutos, sino un hombre de carne y hueso a quien el poder y la victoria lo conducen a la arrogancia; se vuelve víctima de la hybris.

Esquilo nos alerta sobre las consecuencias de la arrogancia en el triunfo, el ser un mal ganador puede resultar en tragedias, tanto a nivel privado como en el terreno de lo público. En el caso de la obra Agamenón, los griegos lograron la victoria de manera deshonrosa. En primer lugar, Agamenón sacrificó a su propia hija, Ifigenia, para obtener vientos favorables antes de partir a Troya. En segundo lugar, las tropas griegas actuaron de manera atroz contra los ya vencidos troyanos, ya que ultrajaron a la ciudad y mostraron una terrible impiedad en contra de su población. Esto último provocó la ira de la diosa Artemisa, quien sintió compasión por los troyanos. La obra se desenvuelve con la muerte de Agamenón en manos de Clitemnestra, esposa de la víctima y madre de Ifigenia, como acto de venganza por el sacrificio de su hija.

La trilogía continúa con Las Coéforas, en donde Orestes, hijo de Agamenón, venga a su padre dándole muerte a su madre. Esto provoca que las Erinias −personificación de la venganza de crímenes tan horripilantes que ni los dioses se atreven a castigar, como el matricidio− persigan a Orestes. La trilogía culmina en Las Euménides, en donde Orestes suplica por la protección de Atenea frente a la persecución de las Erinias. Ante la suscitación de una polémica entre dos autoridades divinas respecto a la justicia o injusticia del acto –el matricidio de Clitemnestra–, la obra llega a un impasse político.

En la conclusión de la trilogía, Esquilo nos presenta una solución al problema de la victoria mal habida que recorre la obra. La diosa Atenea instituye un consejo deliberativo en el Areópago (“Colina de Ares”) en donde se resuelve de manera dialógica y por voto popular la polémica. En la resolución se concilia a lo “viejo” con lo “nuevo” –las Erinias son diosas mucho más viejas que Atenea– por medio del diálogo, que evita que una sociedad se desplome en la anarquía o en el despotismo. El protegido por Atenea termina ganando el juicio, pero la diosa también resuelve de manera honrosa para las Erinias: les devuelve su dignidad convirtiéndolas en protectoras de Atenas. La conciliación y el diálogo son la solución a la hybris de Agamenón y sus consecuencias funestas.

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A más de 2 mil 400 años de haberse presentado esta trilogía dramática, sigue siendo relevante su lectura en el escenario político actual a nivel mundial. Somos testigos de cómo, en diferentes países, líderes caudillistas están logrando triunfos electorales apabullantes. En el caso mexicano, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo logró la victoria con casi el 60 por ciento de los votos. Esta alta popularidad de la Presidenta, de Morena y sus aliados, está conduciendo a los ganadores electorales a olvidar el diálogo con los vencidos, a ultrajar las instituciones creadas en el pasado sin reflexionar sobre qué virtudes tienen –pensemos en la reforma al Poder Judicial o la eliminación de los órganos constitucionales autónomos–, a actuar como lo hicieron los griegos frente a los troyanos.

Si no regresamos al diálogo civilizado, a la reflexión racional sobre los asuntos públicos y a la conciliación, la hybris de Morena podrá llevar al país a una tragedia política. Esta columna, el Areópago, tiene por objetivo abrir el diálogo racional sobre el acontecer político nacional. Agradezco mucho a VANGUARDIA MX por permitirme este espacio semanal en donde todos los lunes reflexionaremos sobre el devenir político nacional. ¡Hasta la próxima!

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