El aún incómodo tema del pago equitativo
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Si observamos el entorno en 2023, es fácil afirmar que hemos avanzado significativamente en temas de equidad. Estamos expuestos a una variedad de figuras, tanto hombres como mujeres, con notable influencia y poder. Asimismo, temas como el feminismo y el rechazo a situaciones de abuso u hostigamiento han tomado protagonismo en las discusiones públicas.
Lo anterior nos puede llevar a decir que “vamos bien” respecto a temas de género. Sin embargo, como todas las circunstancias de transformación social, es necesario adoptar una perspectiva de escepticismo ante los avances y la situación actual en que nos encontramos los hombres y las mujeres cuando se trata de acceso a oportunidades, seguridad y remuneración por el trabajo que realizamos.
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Una visión “no escéptica”, libre de críticas o cuestionamientos, nos haría opinar que el lugar de las mujeres en los deportes, por ejemplo, se encuentra más consolidado que nunca. Veamos el caso de Serena Williams −quien se retiró recientemente−, una de las mejores jugadoras de tenis en la historia y que tuvo un ingreso de 36 millones de dólares en el 2022. Una cifra y un lugar en su industria que, en décadas anteriores, no era susceptible a consideración y por lo que figuras como Billie Jean King tuvieron que alzar la voz en medio de burlas, condescendencia y actitudes machistas.
Un mayor análisis, en cambio, nos llevaría a preguntarnos por qué Serena Williams −la segunda mujer deportista mejor pagada en 2022− aparece un lugar debajo del hombre deportista mejor pagado número 51 en la lista general de atletas por ingresos en dicho año. El dato puede resultar desalentador y provoca poner en duda el avance del que hablaba antes en este texto; continúa siendo una realidad que ciertos grupos de personas son menos remunerados por realizar el mismo trabajo que otros por el hecho de contar con características tales como ser mujer.
El ejercicio de añadir diversos rasgos o particularidades a dos personas que, en un principio, sólo son diferentes por su sexo −y que, por esta diferencia, ya perciben una remuneración distinta−, aumenta la brecha salarial de manera significativa. Hablo de aspectos como tener uno o más hijos, alcanzar cierta edad o contar con responsabilidades dispares respecto al cuidado o mantenimiento del hogar.
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Uno de los esfuerzos por disminuir y, eventualmente, erradicar la brecha salarial que aún existe entre grupos de personas que tienen una misma o similar carga de trabajo −sin ignorar los casos de grupos menos remunerados que realizan más horas de trabajo que aquellos que gozan de un sueldo más alto− es la conmemoración, el 18 de septiembre de cada año, del “Día Internacional de la Igualdad Salarial”. Desde 2020 se dedica una fecha a recordar y poner a discusión las diferencias que continúan existiendo respecto a la retribución que reciben grupos específicos de personas, en comparación con otros.
Las investigaciones y los análisis que se han derivado de esta conmemoración han dejado ver que existe una falta de objetividad en los estándares que definen la remuneración que perciben, por ejemplo, las trabajadoras en comparación con los trabajadores. Además de los aspectos estructurales e históricos, un motivo que mantiene amplia y presente la brecha salarial es la incomodidad y resistencia por parte de quienes no se encuentran en el lado menos ventajoso de la problemática, al momento de discutirla o buscarle soluciones.
Lo cierto es que sirve de muy poco que los grupos mejor remunerados −por ejemplo y de forma general, hombres frente a mujeres− reconozcan que la brecha salarial existe si no están dispuestos a implementar, cuando tienen el poder de hacerlo, políticas mediante las cuales se erradique el reparto desigual de salarios. Mediante la implementación de estándares más justos, se podrá asegurar que la retribución económica otorgada a las personas trabajadoras se base en el verdadero valor y en su carga real de trabajo.
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Estemos conscientes de que no por el hecho de tratarse de un tema que se ha extendido por décadas sin que pueda considerarse resuelto aún, se encuentra fuera de nuestro alcance contribuir a que exista una mejor, y más equitativa, forma de retribuir el trabajo de todas las personas. La discusión pública, por ejemplo, es importante para todo tipo de problemáticas que se generan por desigualdades históricas y estructurales; por otro lado, el involucramiento de quienes no son afectadas o afectados negativamente por la brecha salarial.
Algo que la historia nos ha demostrado es que, si se hace suficiente ruido y se provoca cierto grado de incomodidad, los cambios ocurren. Que el hecho de que, en 1970, Billie Jean King haya recibido 600 dólares por ganar un torneo por el que Serena Williams es recompensada con un premio de 495 mil dólares casi cincuenta años después, no nos haga ignorar que la brecha salarial sigue vigente y debe permanecer en las conversaciones.
El autor es auxiliar de investigación del Centro de Estudios Constitucionales de la Academia Interamericana de Derechos Humanos
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH