El backstage del Mundial
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Eurocentrismo, colonialismo, decolonialismo, racismo, xenofobia, clasismo son todos conceptos y prácticas que siguen presentes, aunque no lo queramos o descubramos, en eventos donde la competencia, la identidad, el nacionalismo y el patrioterismo son los ejes rectores de eventos como el Mundial de futbol que está por terminar.
No es, por supuesto, la competencia y el poner a prueba los valores del deporte, eso sólo lo creen los ilusos y los ingenuos. El dinero que chorrea por todos lados, la hegemonía de la raza y en concreto por este tiempo publicitar una cultura y una religión han sido los móviles más importantes. Quizás lo ignoren, pero el islam y su cultura no requieren de un evento de este tipo para legitimarse y dejar en claro lo importante que han sido en la evolución de la humanidad, aunque algunos crean necesario lavarle la cara.
Los medios que sirven al poder –el dinero, el poder o la religión− sólo nos muestran el tiempo récord en el que el emprendedurismo qatarí hizo del desierto un vergel donde floreció el libre mercado; donde las tiendas de marca más importantes del mundo, los restaurantes más sofisticados, los enormes rascacielos y edificios monumentales, las vías de comunicación, el transporte de última generación, la tecnología, el glamour, los grandes spas y salas de belleza, los halcones y los camellos desdicen, por supuesto, la austeridad y los preceptos del Islam que pasaron a segundo plano.
De qué tamaño estarán las ganancias para la FIFA y el gobierno local que no les ha importado cancelar las ventas de cerveza y los contratos firmados con el patrocinador pactado, ahí sí imposibilidad de consumo de alcohol por temas de religión. Claro, el sentido acomodaticio de la hermenéutica de los libros sagrados que conocen el temperamento divino.
Las cadenas de televisión, la que ustedes quieran, ninguna ha mencionado los temas de la no inclusión, de la violencia contra las mujeres, el monoculturalismo, el tipo de gobierno, los atentados en contra de los derechos humanos y el número de personas que murieron sin justicia para que visitantes y televidentes veamos en este escenario de quitapón −tipo el mágico mundo de Disney− los grandes lujos a los que accesan sólo unos cuantos en ese boyante país. ¿O usted cree que porque no nos han mostrado barrios pobres, minorías excluidas o personas en condición de vulnerabilidad, no existen? Pero, esa es la televisión en México y en muchas partes del mundo: trivialidad, banalidad, entretenimiento y mercantilismo.
Y ya en el rectángulo verde donde se debaten los nuevos gladiadores, el eurocentrismo a todo lo que da. Las historias de David contra Goliat, de la Cenicienta y el Príncipe, del pobre que le gana al rico, alimentan las nuevas narrativas de la utopía tan necesaria y urgente para las sociedades del libre mercado. Colonialismo vs. eurocentrismo; xenofobias por raza y por religión vs. el multiculturalismo que debiera ser el espacio a promoverse, porque lo que se prioriza es el poder adquisitivo del que lo tiene o del que empeña lo que no tiene para sentirse incluido en el jet set actual que representa la asistencia al evento.
En la periferia, una masa abigarrada y amorfa que se conforma con las migajas que caen de la mesa del amo y que deambula entre la narrativa de la interculturalidad, el colonialismo, el decolonialismo y un rancio eurocentrismo que reclaman los melancólicos y trasnochados sudamericanos –aunque no todos− que sueñan con sus orígenes olvidando sus desgracias.
Porque en mucho, también esto es lo que representa la justa, opio momentáneo para olvidar las desgracias que se viven en distintas latitudes. Ahora importa más el desenlace de los migrantes argentinos con un desarraigado Messi, reclamando su pertenencia a la élite europea, que la inflación, la pobreza y los grandes problemas sociales que vive Argentina en este momento.
Ahora importa más la representatividad colonialista de los franceses, particularmente en la zona africana −sólo cuatro jugadores nacidos en Francia y 14 de ascendencia africana−, que los problemas de migración y de integración que sufren muchos musulmanes (31 por ciento de la población francesa) y africanos (7 millones) en territorio galo, donde las diferencias a pesar de sus orígenes siguen dividiendo la República.
De pronto pasó a mejor vida la pandemia que renace en China, la expansión de la brecha social, la crisis climática, el tema de la sostenibilidad, la guerra en Ucrania, el abuso de Putin, los problemas de energía en Reino Unido, la problemática migratoria en Europa y en Estados Unidos, la inestabilidad latinoamericana y la violencia y la inseguridad en nuestro país.
En el marco de la banalidad en la que pervive este evento que ha congregado a millones de personas en el mundo, dificulto que hayamos aprendido algo −no porque estemos imposibilitados, sino porque naturalmente no hay mucho que aprender− y que este próximo lunes nos levantemos dispuestos a sacudirnos la modorra en la que nos metió este opio adormecedor y respondamos a los retos que las sociedades locales en las que vivimos nos presentan. Así las cosas.
fjesusb@tec.mx