El cuerpo y el territorio: Dos artistas mujeres que escuchan a la tierra

Opinión
/ 19 septiembre 2023
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En mi núcleo familiar tratamos de estar cercanos al monte. Cada quien camina a su ritmo, a veces juntos y a veces separados, sin perdernos completamente de vista, nos dejamos espacio para que cada quien conecte con lo que necesite. Siempre he pensado que caminar es el acto más primitivo de la humanidad. Del movimiento nace el reconocimiento del entorno, y solo después, afinamos la percepción de todo lo que hemos visto.

Poner el cuerpo en el territorio es un acto de transformación, de cambio, de movimiento desde el campo de lo sutil. Para ello, debemos de ponernos a disposición de no controlar la naturaleza, solo ser con ella. Bajo esa idea, en esta ocasión me gustaría hablar de dos artistas caminantes que no dudan de lo que la naturaleza les comparte.

Alejandra González Soca (Maldonado, Uy. 1973) es una gran artista de lo efímero. Sus obras van desde el trabajar con la tierra en una galería hasta hacer una macro-instalación con vestidos de novias en una iglesia abandonada. Podemos decir que su obrar se hace en la espacialidad, y desde el cuidado de los elementos.

Su obra Cultivar el vacío es un proyecto de investigación-creación que la artista desarrolló entre 2019 y 2022 en donde propone diversas prácticas de conectar en la naturaleza. En ese encuentro habla de soltarse y dejarse fluir en los espacios que la naturaleza nos da, no sobre lo que ella/nosotrxs necesitamos, sino lo que la tierra nos muestra. Es un poético encuentro de mujeres sanadoras que trabajan con las plantas, que se abren al diálogo y a la escucha, y en ese intercambio de experiencias y saberes ocurre la vida: nacen nuevas conexiones y cuidados del cuerpo desde formas más gentiles de ser en el mundo.

El resultado matérico es un gran conjunto de piezas: fotografías, videos, derivas, performance, grabados, gofrados, plantas prensadas, piezas objetuales e instalatorias, piezas participativas y un mapeo. Es un todo que se une con su pasado, desde lo singular y lo colectivo, que habla de lo visible y de las conexiones invisibles o intangibles entre seres.

$!Obra de Alejandra González Soca.

Desde otro caminar, Karla Rangel (Saltillo, Mx. 1994) observa y trabaja en el desierto de General Cepeda, donde pertenece parte de su genealogía. Si bien la artista inicia su carrera de una manera tradicional, con el paso del tiempo ha articulado su obra hacia la integración de los elementos que el paisaje árido le ofrece: semillas, insectos, plantas, trazos de mareas, todo impregnado en piedras milenarias y eso lo lleva al dibujo, la pintura, la gráfica, el video y la fotografía. Pero desde mucho antes, ella puso su cuerpo en el desierto, bajo el sol radiante, en la sequedad, aprendiendo a observar, contorneando las montañas lejanas.

The joy of walking (2022, video) es un bello retrato de la templanza que habita en ella, de la calma que le da el desierto, de las rutas que ha tomado para encontrarse, en la cocina, en el cuidado, en el dibujo, y en todos esos actos, el cuerpo permanece.

$!Obra de Karla Rangel.

Sé que los habitantes del desierto son duros pero pacientes con sus ciclos. Son aferrados a la vida pues. Nos enseñan de “la inmensidad dentro de tanta ausencia”. También sé que, si nos abrimos a lo sensorial, a lo activo y afectivo, el territorio nos ayuda a despojarnos de algo y, a cambio, nos comparte algo desde lo profundo de su vibrar.

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