El discurso del odio
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Ni en todas las bodegas que en el mundo existen puede guardarse tanto como lo que son capaces de encerrar en sí mismas estas cuatro letras: “O-D-I-O”. Una consonante y dos vocales, con una de ellas repetida, bastan para ponerle nombre a una de las palabras más hirientes y que encarnan los peores y más bajos sentimientos de los seres humanos.
Por odio Hitler concibió en su mente la existencia de una raza de origen y cualidades superiores al resto: la raza aria. Justificado en su preocupación de que no hubiera una mezcla entre las razas aria y judía, llegó a construir más de 40 mil campos de concentración nazis, en donde cerca de 15 millones de seres humanos fueron brutalmente tratados, explotados y finalmente asesinados.
Por el odio de Donald Trump hacia los latinos, se mandó construir un muro de cientos de kilómetros en los límites fronterizos de Estados Unidos con México. Ese evidente odio racial del magnate y expresidente estadounidense, generó que renacieran grupos supremacistas blancos que han sembrado el miedo en distintas comunidades.
Nelson Mandela, uno de los seres humanos que mayor ejemplo nos ha dado de lucha pacífica por terminar con el sistema político que discriminaba a las poblaciones negra e india en Sudáfrica, en una ocasión dijo en uno de sus discursos más recordados: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel. La gente tiene que aprender a odiar, y si ellos pueden aprender a odiar, también se les puede enseñar a amar. El amor llega más naturalmente al corazón humano que lo contrario”.
Una de las más evidentes manifestaciones del odio es el racismo. Por xenofobia, y mil otras razones más, los alemanes construyeron los campos de concentración para esclavizar y aniquilar a los judíos; los chilenos ven como inferior al pueblo boliviano; los estadounidenses maltratan a los latinos; los españoles se levantan de una banca en el parque si está cerca un “sudaca”, como despectivamente llaman a los nacidos en América Latina.
Llama profundamente mi atención que mientras en muchos casos hay expresiones de odio entre países, los mexicanos somos racistas entre nosotros mismos. Expresiones tan cotidianas como “naco”, “popis”, “fifí”, “fresita”, “chairo”, “chilango”, “pipope”, “indio”, “chacha” y “gata”, entre otras, son muestra de un odio arraigado en el lenguaje y que nuestro presidente Andrés Manuel López ha utilizado en su proyecto maniqueísta para sembrar la división y confrontación entre los mexicanos.
Luego de la catástrofe electoral en la Ciudad de México, donde Morena perdió las elecciones en nueve de las 16 alcaldías, AMLO responsabilizó a la clase media capitalina de haber dado la espalda a su movimiento político tras caer en la narrativa de los medios de comunicación conservadores que lo tildaron de “falso mesías”: “Sí, sí, sí, hay un sector de la clase media que siempre ha sido así, muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda sin escrúpulos morales sin ninguna índole, son partidarios del que no transa no avanza”.
Todavía el lunes pasado, el mandatario arremetió nuevamente con dicho sector social cuando dijo que “la actual clase media es egoísta, clasista y racista e, incluso, a veces son peores que los que tienen más dinero”.
Pero algo sucedió pues finalmente López Obrador ofreció una disculpa a la clase media: “Yo les ofrezco disculpas. Ofrezco disculpas por decir que se dejan manipular. Pero no se molesten conmigo, (quiero pedirles) que despierten, que es de sabios cambiar de opinión, (pero con ellos) es no, no, no, no, es dogmático, no hay argumento, todo es pasional aunque sea irracional”, dijo en su conferencia matutina del miércoles pasado.
¿Pero tú le crees al presidente? ¿Cómo puede hablar que está pidiendo una disculpa por haber dicho que la clase media se deja manipular cuando al mismo tiempo pide que despertemos y que le brindemos nuestro apoyo a su “proyecto” de gobierno? Pide disculpas sin realmente disculparse.
Es triste, pero difícilmente López Obrador renunciará a su discurso del odio. En la confrontación ha encontrado grandes ganancias. Ahora y siempre seguirá dividiendo a los mexicanos en dos grupos: por un lado los que lo apoyan, es decir el pueblo bueno y sabio, y por el otro, los que estamos inconformes con sus actos de gobierno, es decir los adversarios, los aspiracionistas, los manipulados, los conservadores, los...
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