“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas...”. Caray, líneas poderosas las cuales se cumplen cabalmente a la fecha y en nuestra fecha. Son de mi amado Charles Dickens y fueron escritas en 1859. Es el mítico párrafo de inicio de “Historia en Dos Ciudades”.
Ojo: no un politólogo, no un visionario, no un católico, no un profeta, no un ingeniero, no un rector, no un científico, no; sino un escritor ha sido quien nos clarifica nuestros días y nos revela ante nuestros ojos el devenir de la historia toda. La Universidad Autónoma de Coahuila, mi Universidad, ha dejado de evolucionar, está en la involución, como toda la sociedad. Mire usted de esta teoría punitiva: poner cámaras (“Big Brother”, dijo George Orwell en su novela célebre) para vigilar conductas “inapropiadas” de alumnos y maestros; mire esto, de hacer examen antidoping a los pobrecillos muchachos escuálidos que se alimentan de agua, alpiste e internet...
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Sí, son las “propuestas” del rector de la UAdeC, el infante Octavio Pimentel. ¿Se puede esperar algo mejor cuando sus “propuesta” de rectorado fue “Más bikinis y menos ideas” o “Más jeans y menos corbatas y formalidad”? En fin, es intrascendente todo. Como intrascendente fueron sus primeros 100 días académicos al frente de la UAdeC. ¿No lo supo? Se cumplieron justo el 10 de mayo. 100 días en el limbo.
Gracias por atender estas letras, gracias por leerme. Sí, muchas ollas en la lumbre, muchas ideas en mi mente y gracias a Dios y no a la magia y superstición, todas las ideas en su sitio. Y digo lo anterior, eso de creer en la magia, chamanes, superchería y santería es lo de hoy. Lejos estoy de estas mamadas. Pero hay un alto funcionario de la UAdeC... que cree a pie juntillas en ello. Específicamente en el culto yoruba. Aquí le voy a presentar un buen texto al respecto.
¿Cuándo, cuándo se empezó a joder mi Universidad y los pobres muchachos de las diversas generaciones (Woke, de Cristal, Millennials, Z...) dejaron de leer y pensar, y empezaron a cobijarse en la magia, superchería y santería? Un estudio de la UNAM estima que hay más de 30 mil brujos en México. El investigador Elio Masferrer Kan, antropólogo, deja caer una cifra de espanto: en el país hay 100 brujos por cada 3 mil 500 ciudadanos.
Más leña al fuego: según la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México, elaborada por Conacyt y el Inegi (una de las últimas en la materia, cuando había seriedad en el País; con Andrés Manuel López Obrador, usted lo sabe, dejó de hacerse este tipo de trabajos serios), 83.6 por ciento de los mexicanos reconocen confiar más en la fe y “poco en la ciencia”. ¿Entonces para qué queremos a mi amada UAdeC, bajo la égida del infante Octavio Pimentel, con un presupuesto de 3 mil 827 millones de pesos cuando una parte de su plantilla de funcionarios y los muchachos perdidos, una parte, se santiguan, creen y se postran ante la santería y magia? No poca cosa, señor lector: es casi el presupuesto de Saltillo, ojo.
ESQUINA-BAJAN
Coahuila hoy 1: De hecho, me gusta esta onda del conocimiento “oculto” y esas mamadas. No está tan descabellado lo anterior. Los humanos necesitamos creer en cosas mágicas, en sueños, en otra realidad. En otras realidades. Lea: hay un gran escritor que afirmó haber escrito toda su obra dictada en sueños: Robert Louis Stevenson.
Coahuila hoy 2: Vea usted: leyendo aleatoriamente a los biógrafos del gran Goethe, varios de ellos se refieren a su “método” o manera de trabajar. Lo que hizo para crear su obra portentosa, es decir, cómo utilizaba su imaginación, su poder de creación; máxime cuando éste tenía obstáculos y dificultades en su trabajo creativo. ¿Sabía qué hacía el gran Goethe? Mantenía conversaciones imaginarias durante horas.
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Coahuila hoy 3: Vaya, tenía su “amigo imaginario” el cual le contestaba con propiedad, ecuanimidad e inteligencia todas las dudas y preguntas que le enderezaba el escritor, poeta y filósofo. Su amigo le contestaba directamente, con paciencia, esmero y sabiduría. Incluso, era tan plástico aquello que su amigo hacía gestos, tenía otros modos, otra voz y se paraba de su silla, se enderezaba, bebía cosas diferentes a lo que bebía Goethe... sí, es la famosa teoría del “otro” que nos habita a los escritores (el “otro”, no pocas veces, es un club de heterónimos, como en el caso del lusitano, el poeta Fernando Pessoa).
Coahuila hoy 4: Para el investigador norteamericano Claude Fischer, la cantidad de estadounidenses que creen en los espíritus ha pasado de “1 de cada 10 a 1 de cada 3”. Lo repito: en la Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México, elaborada por Conacyt y el Inegi, 83.6 por ciento de los mexicanos reconocen confiar más en la fe y “poco en la ciencia”.
Tome un vaso de agua, no se vaya a desmayar, lea lo siguiente: en dicha encuesta, 57.5 por ciento de los mexicanos encuestados considera que “debido a sus conocimientos, los investigadores científicos tienen un poder que los hace peligrosos”.
LETRAS MINÚSCULAS
Mi Universidad entregada al culto... yoruba (no todos). Espere nuevas letras.