- 14 octubre 2024
El ‘gaslighting’ del Bienestar
Se conoce como “gaslighting” a una forma de manipulación y abuso psicológico en el cual un individuo hace dudar a su víctima sobre la realidad o sus recuerdos.
Básicamente consiste en reconfigurarle la narrativa de los acontecimientos en cada oportunidad para que así la otra persona comience a cuestionarse. Negar la realidad, dar por ciertos hechos que nunca ocurrieron (y viceversa), poner en entredicho todo lo que la víctima cree saber con tal de quebrantar su estabilidad emocional.
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-¡No, tú me entendiste mal! Lo que yo en realidad te dije fue que...
-¡No, te estás confundiendo! Lo que en verdad pasó fue...
-¡Estás exagerando! ¡Te lo estás inventando todo! ¿Por qué siempre tiendes a dramatizar?
Esas serían algunas de las frases típicas del gaslighting, aunque desde luego hay otras y también otras más sutiles formas de escamotearle a alguien su percepción de la realidad para que baje sus defensas psicológicas y tenerle a nuestra merced ¡Muajajaja!
¡Hey! ¡No! Ya en serio, no ande haciendo eso. Es cosa de desgraciados, psicópatas narcisistas, descompuestos y malnacidos.
“Gaslighting” viene de “gas light”, literalmente “luz de gas” en inglés. Toma su nombre de la obra de teatro de Patrick Hamilton de 1938 y sus posteriores adaptaciones cinematográficas.
En esta obra, un perverso hombre trata de volver loca a su mujer, la atribulada Paula, escondiéndole las cosas, cambiándolas de lugar a escondidas; la hace escuchar voces y pasos cuando la casa se supone está sola y también manipula la intensidad de la iluminación del hogar que −detalle importante− funciona a gas. Y es de allí que la psicología toma el nombre de esta práctica abusiva: El personaje variaba maliciosamente la intensidad de la iluminación y, como él actuaba tan normal, la pobre Paula no sabía ya si la inconsistencia lumínica era real o una mala pasada de sus sentidos, de su percepción, o simplemente estaba perdiendo la razón.
Aunque quizás sea más frecuente en las relaciones de pareja, el “gaslighting” puede presentarse en todo tipo de relaciones humanas: En el círculo familiar o de amistades, en el ámbito laboral, etcétera. Y desde luego, pero que por supuesto, en la ríspida pero adictiva toxirelación que nuestros gobiernos sostienen con sus vasallos, es decir, con nosotros.
Si entendió el concepto, inevitablemente sabe ya para dónde (o hacia quién) nos dirigimos. Mire, en realidad todo gobierno, desde la Presidencia de la República hasta el alcalde del pueblo más pinchurriento y rulfiano nos ha “gaslaiteado” alguna vez.
No es nada nuevo, pero teniendo un Presidente tan proclive a la verborrea, teniendo por líder a un pontífice que sí o sí tiene que salir a oficiar cada mañana aunque no tenga nada que informar o eluda (como Neo a las balas en Matrix) los temas que sí necesitan contestación, el nivel de “gaslaiteo” del Macuspano iba a alcanzar necesariamente récords históricos.
“¿Desmilitarizar al país? ¡Yo! ¿Y cuándo dije eso? ¿Durante 18 años en campaña? ¡Aaah! No, bueno... Yo dije que necesitábamos militarización, pero de la buena... de la del bienestar”.
Esa sería para mí, la gran “gaslighteada” del sexenio. Pero habría muchísimas más:
-Oiga, licenciado, usted dijo que no mentir, no robar y no traicionar prevenían de contagiarse de COVID, declaración que revictimiza a las más de 600 mil personas que fallecieron durante su gestión a causa de la pandemia, pero también lo deja a usted muy mal parado, porque ya van como cuatro veces que usted se contagia... ¿Cómo está eso?
-¡Es de que... ya está agarrando parejo... pinche “coví”!
De hecho, cada vez que el licenciado tlatoani nos sale con sus consabidos subterfugios y muletillas retóricas favoritas, tales como “yo respeto, pero no comparto”, “yo tengo una visión distinta” y “yo tengo otros datos”, nos está haciendo un perverso “gaslighting”, que quizás confunda y hasta convenza a muchos de sus incondicionales, pero no a cualquiera que se tome la molestia de leer las ediciones pasadas de cualquier medio, o los viejos “tuits” de aquel candidato López Obrador, antes de que nos lo reemplazaran ya en la Presidencia por Dark AMLO.
Incluso, una de las frases que esta administración nos deja para la posteridad es una gema del gaslighting, pronunciada (tartamudeada) por la vocera de la dislalia, Elizabeth García Vilchis, cuando nos dijo (respecto a un aumento en las tarifas de la CFE que la Presidencia ya no pudo negar ni desmentir): “...No es falso, pero se exagera”.
¡Carajo! En serio que si la 4T fuera nuestro marido ya nos habría convencido a todos de salir por las noches a prostituirnos para regresar a casa por la mañana a entregarle el dinero y pedirle disculpas por ser tan putas.
En uno de sus capítulos finales, la conferencia mañanera vivió su episodio más romántico cuando la consorte del Tlatoani (la Tlatoanesa, supongo), doña Beatriz Gutiérrez, habló de su amor y devoción por el aún mandatario y sobre los caminos hacia donde los conducía la vida, ahora que este sexenio eterno estira por fin su macuspana patita.
Poco faltó para que cantaran algo de Pimpinela, o “La Pareja Ideal” del Buki y Marisela.
Y yo quiero imaginar que mientras los tórtolos presidenciales presumían su saludable relación conyugal en su etapa madura, los narcotraficantes de Sinaloa y la población de aquella entidad soltaron una lagrimilla indiscreta antes de reanudar sus labores cotidianas tales como sembrar el terror y ser aterrorizados, respectivamente.
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Pues el meloso espectáculo de la presidencial pareja es otra forma de “gaslighting”, una forma de decirnos. “No es que exista una crisis de violencia que tiene en llamas a todo un Estado... El problema son ustedes, bola de exagerados y esa prensa maliciosa. Si hubiera una ola de violencia, ¿podríamos hacer esto? (*Proceden a besarse).
El propio gobernador de Sinaloa y omelet humano, Rubén Rocha Moya, tuvo que suspender la celebración de la fiesta más importante de nuestro calendario cívico, no obstante, la situación estaba “bajo control”(¡sí, tú, ándale!). De manera extraoficial se dijo que el gobernador salió huyendo con su familia a los Estados Unidos, dejando a la población a su suerte. Pero aun si fue mentira, se vivió de cualquier forma una jornada escalofriante.
Ese fingimiento, ese pretender que aquí no pasa absolutamente pinches nada, nos lo vienen aplicando de toda la vida, es cierto. Pero hoy la cantidad de adoctrinados que corean esa narrativa oficial es tal y el contraste con la sangrienta realidad es tan violento, que de puro milagro no hemos terminado locos como la pobre Paula de aquella obra que dio nombre a esta perversa práctica de manipulación: El gaslighting.
PD: La idea para este artículo la tomé de un comentario de la periodista Carolina Hernández Solís (@carolhsolis) en su colaboración para el equipo de Herejes: El podcast (@HerejesP).
Encuesta Vanguardia
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