Consummatum est. La destrucción de la República vía reforma al Poder Judicial

Opinión
/ 12 septiembre 2024

Independientemente de la acogida, vigencia o recibimiento que llegue a tener este texto, incluso independientemente de lo bien o mal logrado que resulte, quizás, en un cuarto de siglo de comentarios editoriales, sea la columna más importante que haya escrito hasta la fecha.

Aun si se extravía y naufraga en los océanos de tinta que se están escribiendo respecto al trascendental momento que vive México, la opinión que hoy demos define como nunca quiénes somos. Lo que hoy digamos (o callemos) nos colocará de éste o de aquel lado de la Historia.

TE PUEDE INTERESAR: Como comedia absurda: AMLO sigue esperando una señal pese a todas las advertencias

Incluso, no tener una postura clara sobre la reforma en curso, habla mucho de nuestra calidad como ciudadanos y nuestro grado de madurez cívica.

No dudo que exista un nutrido segmento de la población que mire con desdén todo el brete concerniente a la reforma al Poder Judicial y que, sin importar el partido o ideología que abrace, lo desestima porque a fin de cuentas: “esos políticos siempre se están peleando por algo y de cualquier forma velan primordialmente por su interés propio y el de sus partidos”. Así que no habría por qué perder el sueño esta vez.

Lamento ser yo el que le informe (aunque dudo que cualquier lector de esta columna no esté al tanto de la gravedad que esto reviste), que este podría ser el capítulo más oscuro en la todavía corta vida de esta bicentenaria nación.

En opinión de muchos, sí, quizás los más catastrofistas, estaríamos atestiguando la muerte de México como República.

¿Exageran, cree usted? No más que quienes afirman y defienden que la reforma propuesta erradicará el problema de la corrupción en el Poder Judicial y servirá para que los mexicanos puedan acceder a una mejor justicia de manera más pronta y eficaz.

Otros “exagerados” sostienen que la desmesura de poder que le estamos delegando a una sola visión, a un sólo proyecto político, a un mismo partido, el cual viene a redundar en una misma única persona (ya saben quien) jamás lo tuvo el PRI en sus siete décadas de éxitos ininterrumpidos.

La cantidad de poder que estaríamos apostando en la visión del mismo estadista que creó programas tan exitosos como el Insabi, la Megafarmacia o el Gas Bienestar, sólo sería comparable con el que alguna vez ejerció el héroe de las clases privilegiadas, el general Porfirio Díaz.

Pero, si yo soy un adorador incondicional de López Obrador, si creo con fe ciega en su liderazgo, honestidad y la benevolencia de sus intenciones, además de que estoy convencido de su proyecto y todos cuantos lo componen, de los principios y la honradez de la 4T y sé con certeza absoluta que cuanto se haya mal dicho de todos los mencionados son sólo dardos envenenados lanzados por grupos de poderes fácticos al servicio de mafias opositoras al mejor interés del pueblo mexicano... Si creo en todo lo anterior: ¿Por qué habría de preocuparme?

Después de todo estaría descansando mi más absoluta confianza en la persona que más admiro y en la que más creo. ¿Cuál es el problema si le otorgo desde las llaves de mi casa hasta la seguridad de mi hija la más bonita? ¿Qué podría salir mal?

Si tal es su caso, por hoy no se lo voy a discutir. Sólo le invito a que piense en el peor gobernante que recuerde ha tenido nuestro País. ¿Cuál le gusta? ¿Díaz Ordaz? ¿Jolopo? ¿Salinas? ¿Calderón? ¿El licenciado Peña?

Pues con la reforma al Poder Judicial le estamos entregando todo aquel poder omnímodo e irrestricto del que hablábamos, un poder exento de toda vigilancia o escrutinio, a los personajes antes citados o a otros de peor calaña.

Es decir, si usted piensa que AMLO o su sucesora son incapaces de hacer un mal ejercicio o indebido uso del poder (vamos a suponer que no lo han mal ejercido ya en un millón de ocasiones), usted no puede garantizar que el próximo en sucesión, o el que le siga, sea un delincuente, asesino, autoritario peor que todos los prianistas antes citados (aunque según yo, no necesitamos esperar a ningún Anticristo porque ya lo tenemos aquí y estamos de hecho por celebrar su retiro).

Y a propósito del PRI y del PAN, el papel que juegan en toda esta desgracia va mucho más allá de su nulidad como oposición.

Para empezar, si sus gobiernos no hubieran sido tan corruptos e ineficientes, es poco probable que hubiéramos hecho una apuesta tan desesperada como el lopezobradorismo, que terminó siendo la síntesis de lo peor de sendos regímenes. Además, si como oposición hubieran sido medianamente competentes, ya sea como interlocutores del Ejecutivo o como adversarios electorales, quizás no habrían recuperado la Presidencia, pero tampoco le habrían entregado esa abrumadora mayoría al partido hegemónico, y así el Congreso sería hoy un poquito más plural y equilibrado y no habría lugar ni modo para esta catástrofe en ciernes.

Aunque hoy −¡vaya ironía!− haya sido el PRI el que no dio su brazo a torcer, no puede desprenderse de su papel como antecedente histórico de este crimen en contra de la democracia, perpetrado por su hijo bastardo que es Morena.

Sin embargo, mención especial y sus propias reflexiones por aparte nos merecen los Yunes, que sirvieron como el “clutch” o embrague para que la 4T se hiciera con la llave y los códigos para que México entre en modo de autodestrucción. Sólo apuntaré que Yunes NO traicionó al PAN (y esto lo habremos de retomar en otro momento). Repito: Yunes NO traicionó al PAN; fue el PAN el que traicionó a todo México llevando a los Yunes a ocupar un lugar en la Cámara Alta. Sólo por eso, que Acción Nacional vaya también y chingue mucho a su madre, que le dé cinco minutos de descanso y luego la vuelva a chingar.

TE PUEDE INTERESAR: Yunes y AMLO, la historia y los principios

No bastó la mayoría para que Morena le entregara a su camarada líder la cabeza del Poder Judicial con el que apenas se emperró cuando vio que se interponía en sus proyectos delirantes (como candidato o a inicio de su sexenio, el Poder Judicial nunca estuvo en su discurso, realmente); tuvieron que echar mano del chantaje, del soborno y hasta del secuestro para que la tal reforma fuese aprobada. Un verdadero régimen de terror.

Sólo un milagro, como la presión internacional o que los tratados internacionales encontrasen francas violaciones al Estado de derecho, podrían quizás atenuar esta situación. Sin embargo, parece poco probable.

El largamente anunciado golpe de Estado lento (concepto sobre el que también es necesario ahondar) ha sido perpetrado de acuerdo al plan. Me pongo de pie ante la perversidad de alguien que, pese a su ignorancia y visceralidad, es capaz de ejecutar tan a la perfección un proyecto así de ambicioso: La destrucción de la República.

Consummatum est.

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM