El largo y sinuoso camino político de las mujeres coahuilenses
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Hace apenas 69 años que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dio a las mujeres mexicanas la plenitud de derechos ciudadanos al reconocer y otorgarles el derecho de votar para elegir a las autoridades que habrán de gobernar, así como el de ser votadas como candidatas a los puestos de elección popular y acceder a los cargos públicos de cualquier nivel gubernamental.
El camino no ha sido fácil. Por lo contrario, lleno de escollos e impedimentos por quienes piensan equivocadamente que las mujeres pretenden ser iguales a los hombres, se convirtió en sinuoso sendero. Hombre y mujer jamás serán iguales, como jamás lo serán leones y tigres, aun pertenecientes al mismo género panthera de los mamíferos; o serpientes y cocodrilos, agrupados en el orden de los reptiles. En todos ellos, igual que en los humanos, existe por naturaleza el sexo, palabra tan vilipendiada en los últimos tiempos, que ya casi desaparece del idioma español, olvidando que la nobleza que implica la reproducción natural para preservar la especie. La OMS considera hoy que “hombre” y “mujer” son categorías de sexo, mientras que “masculino” y “femenino” son categorías de género.
La identidad sexual del género humano se ha manifestado en todas las culturas desde la más remota antigüedad y más allá del binomio hombre-mujer. Hoy se habla de intersexualidad, un término que se refiere a las variaciones corporales de las características y diferenciación sexuales. Independientemente de las prácticas sexuales, las culturas antiguas reconocieron oficialmente la existencia de tres sexos únicos: femenino, masculino y hermafrodita, mientras que hoy se acrecienta el número: lesbianas, gays, bisexuales, transexuales y los que dicen pertenecer al sexo neutro y exigen para ellos, perdón, elles, pronombres y artículos no contemplados en nuestra lengua.
La sutileza del idioma español define claramente el enfoque y el objetivo de las mujeres en la actualidad, dirigido a lograr la “equidad de género”, valor que implica justicia e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, respetando la pluralidad de la sociedad, así como el reparto de bienes o servicios en función de los méritos de un individuo. Pero por encima de todo, hoy siguen prevaleciendo los géneros hombre y mujer y la idea de la superioridad del primero, manifestada la mayor parte de las veces a través de la conducta machista, la discriminación y la misoginia.
Aunque con dificultades, Coahuila muestra grandes avances en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, como lo constata la legislación al respecto y la participación de las mujeres en los cargos políticos. En 1947, se reconoció en la Constitución el derecho de las mujeres a votar y ser votada únicamente en los procesos municipales y en ese sentido, Feliciana Álvarez ocupó el primer cargo político en el Cabildo saltillense electo para 1949-1951; en el siguiente Ayuntamiento, Herminia Aguillón ocupó un cargo en el Cabildo municipal. Mención especial merece la profesora Guadalupe González Ortiz, primeramente síndica en el Cabildo 1955-1957, y en 1961, diputada al Congreso del Estado, por lo que alcanzó el título de la primera mujer que en Coahuila ocupó una curul.
Más de medio siglo después, a iniciativa de la diputada Luz Elena Morales, el pasado 20 de diciembre en sesión solemne del Congreso, encabezada por Eduardo Olmos, presidente de la Junta de Gobierno del Congreso, y en presencia del gobernador del estado, Miguel Ángel Riquelme Solís, y el titular del Poder Judicial, Miguel Mery Ayup, la Legislatura en pleno rindió honores a la profesora González Ortiz e inscribió su nombre en el Muro de Honor del Gran Salón de Sesiones. Sólo tomaron la palabra las diputadas representantes de las distintas fracciones parlamentarias, todas ellas mujeres, llevándose las palmas el discurso pronunciado por Luz Elena Morales. Bravo por ella y por el Congreso del Estado de Coahuila que sabe reconocer lo valioso de las mujeres coahuilenses.